Las imágenes que han llegado desde Oslo, a propósito de la entrega del Premio Nobel de la Paz a María Corina Machado son muestras de que la República Bolivariana de Venezuela es uno de los nodos de la confrontación entre el poder imperial en decadencia y las fuerzas de un mundo multipolar.
Las fotografías y videos, a las que podemos llamar Postales de Oslo —parafraseando el título de Postales de Leningrado, la película de Marianna Rondón— evidencian la hipocresía de la estructura del capitalismo estadounidense y europeo, de las oligarquías latinoamericanas, de los organismos internacionales, de las organizaciones que, como el Nobel, supuestamente están más allá del bien y del mal; y de la maquinaria mediática y de redes que sirve a ese enorme tinglado de intereses.
Postal 1: Reunión de alta sociedad
El plano general de la ceremonia presentó a las élites del neoliberalismo occidental empeñadas en dictar cátedra sobre democracia y derechos humanos, mientras soslayan el genocidio perpetrado por Israel y tantas otras barbaridades de las que son autoras o cómplices en el sur del planeta.
Gente blanca, bien vestida, de derecha y más allá, plenó la sala en la que un señor, a nombre del Comité del Nobel, procuró justificar la premiación de Machado (cuestionada como pocas antes en la historia) con un discurso injerencista en el que exigió al presidente constitucional de Venezuela que renuncie y le entregue el poder a la galardonada.
Ante la falta de la alocución de Machado, su aparato propagandístico se guindó del discurso del presidente del comité, Jorgen Wayne Frydnes, utilizando sus acostumbradas hipérboles, como que “ha sido el golpe más contundente dado a Maduro”, cuando en realidad fue un refrito de cualquier declaración de voceros de EEUU y de las peores derechas europeas.
Postal 2: Un aire póstumo
La hija de Machado, Ana Sosa, recibió el premio, mientras la protagonista aparecía en una foto enmarcada en flores, dándole al acto un aura de funeral. «¡Pavosísimo!”, habría dicho mi exvecino Pablo Díaz Peña.
La prensa marcorinista se deshizo en elogios sobre la chica, a la que presentaron como una verdadera princesa. Mientras tanto, opositores comunes y corrientes seguramente pensaron en que la líder ausente clama por una invasión en la que los hijos e hijas del pueblo tendrán una tarea menos glamorosa: matar o morir para que ella llegue al poder.
Postal 3: González Urrutia lee Sun Tzu
Algunas de las postales fueron cuidadosamente planificadas por expertos en marketing y en strorytelling político para causar un determinado impacto, pero terminaron siendo imágenes de un fracaso.
Tal es el caso de la foto de Edmundo González Urrutia sentado en el avión que lo trasladó a Oslo, leyendo El arte de la guerra, de Sun Tzu.
La escena resultó singularmente impostada, ridícula, incluso kitsch, pero cabe suponer que quienes hicieron semejante montaje estén convencidos de que son unos cracks y están partiéndola en materia de imagen política.
Con actitud de genios han de haber planteado la idea de que el excandidato presidencial luciera mordaz y como dando metamensajes, al dirigirse a la ceremonia del Premio Nobel de la Paz leyendo uno de los clásicos sobre el quehacer bélico. “El que entendió, entendió”, seguramente dijo alguien al proponer el performance aéreo.
El guion tiene fundamentos razonables, claro que sí. Es evidente que González Urrutia necesita una reingeniería de imagen que borre su antecedente de correlón a la hora de la verdad. Y Sun Tzu, debidamente interpretado, tiene explicaciones incluso para una espantada memorable, seguida de un exilio dorado.
Otro buen motivo para poner al vetusto caballero a leer (o a aparentar que lee) el referido libro es que ayuda a establecer sintonía entre su personaje y las acciones guerreristas del poder imperial durante los últimos meses. Es menester eliminar o al menos atenuar la disonancia que existe entre la figura pública de este señor y el rol que, en los planes de la derecha global, le correspondería asumir en el cacareado cambio de régimen. Porque, vamos a ser francos, tal como se le ve actualmente y dada su conducta del último año y medio, no parece ser la persona adecuada para venir a gobernar en un escenario posapocalíptico. Ni siquiera dando por sentado que él es apenas un fantoche de Machado.
Y no es que González Urrutia se vea pacífico. Eso sería una virtud en el contexto de un relato en el que él es una sufrida víctima de una narcodictadura violenta. No, él no es que se vea pacífico. Lo que se ve es pasivo, indiferente, flojo, indolente, casi inerte, no sólo como antagonista del presidente Nicolás Maduro o de cualquiera de los otros líderes revolucionarios, sino principalmente ante Machado, quien lo maneja (desde tiempos de la campaña electoral) como si fuera su mayordomo.
En fin, que presentarlo como un sereno lector de Sun Tzu puede resultar una manera de redibujarlo como un dirigente político capaz de hacer lo que no hizo en julio de 2024: entrompar.
Postal 4: Pueblo en las frías calles noruegas
La postal más significativa de Oslo fue la de los manifestantes en la calle, no para apoyar a la premiada, sino para repudiarla.
Protestas similares se ejecutaron en numerosas ciudades de Europa, EEUU y Latinoamérica en vísperas del “gran acontecimiento”.
La maquinaria comunicacional antichavista ignoró este lado de la noticia porque contradice eso que llaman “la narrativa” de quienes cubren los gastos.
Postal 5: huyendo por mares encrespados
Tras el acto cuasifunerario, aparecieron versiones según las cuales, la premiada no pudo llegar a Oslo porque huyó de Venezuela a bordo de una lancha.
Es de imaginarla sobreponiéndose a mares encrespados y, a lo mejor, rezándole a Dios para que la embarcación no fuera alcanzada por un misil firmado por Pete Hegseth, lo cual habría sido una ironía excesiva, incluso para una serie de Netflix.
Viendo esta postal, uno recuerda eso que tanto se afirma, que del ridículo no se regresa. Sin embargo, queda claro que en el campo de la ridiculez siempre es posible ir más lejos.
(Clodovaldo Hernández / Laiguana.tv)
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