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En entrevista exclusiva con LaIguana.TV, Ernesto Villegas (Caracas, 1970), abundó sobre su reciente declaración en contra de “la regaladera” que se ha implantado en ciertos programas sociales.

 

Villegas, ex ministro de Comunicación e Información, ex jefe del Gobierno del Distrito Capital, ex candidato a la Alcaldía Metropolitana, director fundador del diario Ciudad CCS y, en el último proceso electoral, candidato a diputado por Caracas, dio, entre otras, las siguientes opiniones:

 

  • Hay que desterrar la cosificación del socialismo y de la Revolución, esa idea perversa de que el socialismo y la Revolución son un objeto, un bien, una cosa que se obtiene, muchas veces por oportunismo y viveza.

 

  • La Gran Misión Vivienda Venezuela debe tener una sustentabilidad en el tiempo y ella debe nacer de la contribución de quienes ya han sido beneficiados.

 

  • Estoy seguro de que la mayoría parlamentaria viene por la desnacionalización de PDVSA, porque los que financiaron a esa oposición van a querer cobrar y no con cualquier premio, sino con la gallinita de los huevos de oro.

 

  • Es hora de acentuar el carácter revolucionario del partido, de la Revolución misma, de no caer en la trampa del conservadurismo. Si nos quedamos atrincherados en lo conocido, nos vamos a parecer a los adecos de los años 90.

 

  • Deberíamos caer en cuenta de que ese resultado electoral estaba allí y nosotros no pudimos o no quisimos verlo.

 

  • Hay que hacer un balance crítico del papel que cumple el PSUV y de los factores internos que, dentro de una lógica sectaria, alejan al partido de sectores e individualidades.

 

  • Lo que no debemos hacer es culpar a la gente que se abstuvo de votar por nosotros, más bien deberíamos agradecerle que no fue a respaldar a la oposición. Tampoco debemos emprenderla contra los que votaron por la MUD, pues lo hicieron por hartazgo, por desesperanza, por falta de una propuesta nuestra que generara movilización y entusiasmo.

 

  • Me preocupa más nuestra capacidad de lectura del país y menos nuestra capacidad de informar, que al fin y al cabo, mal o bien, lo hacemos.

 

  • La conciencia que Chávez sembró fue basada en la práctica de darle al pueblo toda la información disponible. Si el pueblo tiene toda la información disponible sobre el problema de la importación, distribución y venta de alimentos, será un pueblo más consciente, como lo fue en 2002 y 2003 frente al paro petrolero.

 

  • Me pregunto si realmente podemos recriminarle a una familia humilde, obligada a comprar sus productos básicos a precios bachaqueros, el que haga lo mismo con algún bien subsidiado.

 

A continuación, el diálogo completo:

 

-Esa expresión “hay que acabar con la regaladera”, que utilizó en la entrevista con su hermano, Vladimir Villegas, ha generado una gran turbulencia. ¿Hasta qué punto es un cuestionamiento a la esencia misma de las misiones y a la conciencia revolucionaria del pueblo?

 

-No, de ninguna manera. Soy defensor de la gratuidad de la educación y de la salud y de un sistema de seguridad social que proteja a los más vulnerables, a los viejitos. Creo que esas ni siquiera son políticas exclusivamente socialistas. Yo estuve en Japón en los años 90, invitado por el Centro de Prensa Extranjera de Tokio (era reportero de El Universal) y me sorprendió saber que en las escuelas japonesas, todos los niños tienen sus libros gratuitos. Ciertamente, el término regaladera se presta a confusión y por eso entiendo las reacciones, pero creo que en líneas generales, la gente común lo entiende y comparte mi preocupación. Cuando uso ese término me refiero a la cosificación del socialismo y de la Revolución, a la idea perversa de que el socialismo y la Revolución son un objeto, un bien, una cosa que se obtiene, muchas veces por oportunismo y viveza. Gracias a Dios, Luis Britto García, que es un socialista a toda prueba, a los tres días de aquella declaración, publicó un artículo titulado Regalos sin Navidad, en el que me sentí perfectamente interpretado.

 

-Vendría bien un ejemplo que deslinde lo que es atender le justo derecho de un sector necesitado y lo que pasa cuando se cosifica la Revolución…

 

–Okey…la entrega de Canaimitas para los niños debe, a mi juicio, mantenerse a todo trance, pero para darles tabletas a los estudiantes de liceo y universidades habría que establecer un sistema de cumplimiento de metas individuales y colectivas, de reconocimiento del esfuerzo y de valorización del logro. Además, creo que no deberían entregarse en actos masivos, sino ser parte de las rutinas académicas.

 

-Siempre que se toca ese punto, muchas personas piensan en la Gran Misión Vivienda Venezuela…

 

-Así es. Yo creo que esa gran misión debe tener una sustentabilidad en el tiempo y ella debe nacer de la contribución de quienes ya han sido beneficiados. El pago debe iniciarse al término más largo y con los intereses más bajos, pero debe hacerse. Por cierto, ese es el camino para la propiedad porque, salvo en los casos de quienes perdieron sus viviendas en desastres naturales, hasta tanto no haya esa normalización del pago, se dificulta la regularización del estatus del inmueble. La gente lo sabe y muchos se te acercan y te dicen: “mira, yo no quiero que me regalen la casa, sino que me den facilidades para comprarla”.

 

-¿Y la regaladera no interna?

 

-Entiendo que formamos parte de un vecindario y que debemos tener una relación privilegiada con nuestros hermanos del Caribe, hasta por razones históricas, como retribución por las contribuciones desinteresadas que nos brindaron en tiempos de la Independencia.

 

-Tal vez la gente se sorprendió de oír esa palabra en su boca, porque antes la han utilizado personajes que han roto con el gobierno, como Jorge Giordani, u opositores como Julio Borges…

 

-Sí, quizá se presta a confusión. Pero lo cierto es que en el clima cultural que se ha establecido en la Venezuela de hoy, la Revolución debe reencontrase y salirle al paso a ese tipo de percepciones. Que quede claro que Revolución no es igual a regalo. Los funcionarios y dirigentes deberían llevar un cartelito que diga: “Estoy en esto para hacer Revolución, no para regalar nada”. Si, al entender eso, de diez personas se retiran cinco, pues nos quedamos trabajando con esas cinco que no están allí buscando un beneficio.

 

-¿Esa es una reflexión post-electoral, producto de la derrota?

 

-Bueno, yo vengo haciéndola desde hace tiempo. Sobre todo tuve claridad de ella cuando fui a un acto de entrega de televisores de TDA en la carretera vieja de La Guaira. Me invitaron una dirigente de la zona, Rosa Amarista y Omar Hernández, trabajador de CANTV. Los consejos comunales habían hecho un estudio para determinar qué familias eran las más necesitadas y las favorecieron no regalándole los televisores, sino ofreciéndolos a un precio asequible. El inefable Alberto Federico Ravell y El Nacional publicaron una foto del acto y dijeron que yo estaba entregando televisores como parte de la campaña electoral, que todavía no había comenzado, algo falso. Al margen de esas manipulaciones, el haber vivido esa experiencia, me abrió un proceso de reflexión sobre el tema, porque no es lo mismo que tú hagas un acto como ese en un ambiente de estabilidad económica y justicia social a que lo hagas en medio de una situación como la que estamos viviendo, en un clima donde impera la cultura bachaquera. Mis palabras en ese acto se orientaron por ahí, dije que el gran esfuerzo del Estado venezolano para mejorar la calidad de vida la gente no debería ser respondido convirtiendo esos artefactos en una mercancía. Pero ya olfateaba que hasta por sobrevivencia económica, mucha gente iba a recibir esos bienes como una oportunidad para obtener un ingreso. Yo me pregunto si realmente podemos recriminarle a una familia humilde, obligada a comprar sus productos básicos a precios bachaqueros, el que haga lo mismo con algún bien subsidiado. La clase obrera, el que vive del salario, no tiene a quién trasladar esos costos especulativos. Yo quisiera hacerles un homenaje a quienes, por pura convicción, se resisten a la tentación del bachaquerismo. Es algo heroico porque estamos en medio de una hegemonía cultural de la especulación y el bachaquerismo.

 

-Cuando se observa esa hegemonía, se puede llegar a la conclusión de que es muy débil la conciencia revolucionaria del pueblo. ¿Será que se ha debilitado por los problemas económicos o es que siempre ha sido débil, pero antes era sostenida por la potencia, por el magnetismo del liderazgo del comandante Chávez?

 

-Chávez sigue siendo un gran pedagogo, sus lecciones están muy vigentes. Es un desafío para todos nosotros el acompañar esas lecciones de Chávez con nuestra propia pedagogía y para la Venezuela de hoy. Mi tesis es que la conciencia que Chávez sembró fue basada en la práctica de darle al pueblo toda la información disponible. En materia petrolera, por ejemplo, la mayoría de los venezolanos no sabíamos ni siquiera lo que era un llenadero. En medio del paro-sabotaje, Chávez dictó cátedra y nos puso a todos a hablar de petróleo. En la Venezuela de hoy deberíamos hacer lo mismo con ese tema, porque el petróleo va en caída libre, rumbo a costar 20 dólares, pero también deberíamos hacerlo con respecto a los alimentos. Hay que apostar por la transparencia, que tanto la Polar como los burócratas del Estado que tienen a su cargo la importación de materias primas y alimentos, estén bajo la lupa de la sociedad y que la gente sepa a quién le están comprando. Yo insisto: si el pueblo tiene toda la información disponible sobre este tema alimentario, será un pueblo más consciente, como lo fue en 2002 y 2003 frente al paro petrolero.

 

-En la misma entrevista donde utilizó la palabra regaladera, se refirió al problema de la corrupción. ¿Qué hacer al respecto?

 

-Sí, hablé de “la maldita corrupción”. Por supuesto que la oposición vio esa expresión mía como algo que abona a su proyecto de destruir y exterminar al chavismo. Yo la dije sin ningún temor de que se investigue lo que tenga que investigarse. Lo que me preocupa realmente es el futuro inmediato porque ahora tenemos unos ingresos mucho menos y por eso cada dólar es todavía más importante que antes. El país tiene que saber qué se hace con cada dólar que ingresa, no puede ser que con el hambre del pueblo se estén haciendo los grandes negocios. Los años 90, en pleno descalabro económico del neoliberalismo, fueron años de inmensas ganancias para los banqueros. El país pasaba roncha mientras estos bachaqueros de cuello blanco y colonia francesa se hacían cada vez más ricos.

 

La falla comunicacional 

-En la onda de las autocríticas siempre surge el tema de las fallas en la política comunicacional. Usted, que es periodista, que fue ministro de Comunicación e Información y que fue director fundador de Ciudad CCS, una innovadora experiencia en materia de periodismo gubernamental, ¿qué peso le atribuye a lo comunicacional en lo que ha ocurrido?

 

-Estuve poco tiempo como ministro de Comunicación e Información, un tiempo corto pero intenso, pues fue la época de la convalecencia del comandante, de su fallecimiento y del combate de la primera guarimba, la caprilista. En medio de esas circunstancias tan adversas, tratamos de cumplir la orden de comandante de crear un verdadero sistema de comunicación pública y revolucionaria. Por supuesto que sigue habiendo fallas. Una de ellas es que no queremos entender que las masas son femeninas, que hay que seducirlas, y no hacer como Trucutú, llevarlas a una cueva a punta de garrotazos. Pero me preocupa más nuestra capacidad de lectura del país y menos nuestra capacidad de informar, que al fin y al cabo, mal o bien, lo hacemos. Deberíamos caer en cuenta de que ese resultado electoral estaba allí y nosotros no pudimos o no quisimos verlo. ¿Cómo hace el partido, la Revolución, el gobierno, el Estado para tomarle la temperatura al país?, ¿será que hay que revisar, actualizar esos canales de comunicación de allá para acá, y crear unos nuevos? Yo modestamente, en mis contactos con la gente durante la campaña, percibía que incluso nuestra propia gente estaba inconforme con nuestra realidad. Incluso, eso me llevó a plantear, tal vez muy tímidamente, la necesidad de revisar nuestro discurso, de ser más revolucionarios, más cristianos y más chavistas en el hacer, no solo en el decir. Quise proponer que nuestro mensaje también fuera de cambio, dentro de la Revolución, pero al final se impuso el tono conservador, decirle a la gente “cuida lo que ya tienes”. Eso era una contradicción porque en Revolución siempre tienes que luchar por las transformaciones. Así lo plantee en el Congreso del PSUV: es necesario presentar una agenda de cambios en Revolución para la Venezuela de hoy. Tenemos la Constitución, el Plan de la Patria, la Agenda Alternativa Bolivariana, el Plan Simón Bolívar, una cantidad de fuentes en las cuales abrevar, pero tenemos una Venezuela del año 2015, a la que tenemos que aplicar todos esos principios para salir de los problemas prácticos prioritarios, como decía el comandante Chávez.

 

El desastre de Caracas

 

-Como ex director de Ciudad CCS, ex candidato a alcalde metropolitano, ex jefe del gobierno del Distrito Capital y candidato a diputado por un circuito muy popular, ¿podría explicarnos qué pasó en Caracas, en sus barrios, en esas zonas donde el chavismo era casi inexpugnable? ¿Por qué la Revolución tuvo acá uno de sus resultados más desastrosos de todo el país?

 

-Bueno, es multifactorial. Había una situación nacional de la que Caracas no podía quedar al margen. De hecho, Caracas suele ser pionera en esos fenómenos políticos. Pero, claro que hay puntos específicos. Por ejemplo, tenemos 34 organismos públicos nacionales, distritales y municipales que tienen incidencia en la gestión de gobierno de la ciudad y aunque se han hecho grandes esfuerzos para coordinarlos (Juan Carlos Dugarte, jefe del GDC, organiza una mesas de trabajo semanales), eso sigue siendo un gran desafío. Hay que hacer un balance crítico de la actuación de todos esos organismos, de las misiones, del papel que cumple el PSUV y de los factores internos que, dentro de una lógica sectaria, alejan al partido  de sectores e individualidades. Deberíamos discutirlo descarnadamente. Lo que no debemos hacer es culpar a la gente que se abstuvo de votar por nosotros, más bien deberíamos agradecerle que no fue a respaldar a la oposición. Tampoco debemos emprenderla contra los que votaron por la MUD, pues lo hicieron por hartazgo, por desesperanza, por falta de una propuesta nuestra que generara movilización y entusiasmo. Ellos ejercieron su derecho, el mismo que nosotros hemos reivindicado durante 17 años. Y si hay gente que vive en un apartamento de la GMVV y votó en contra, no debemos criticarla porque no sabemos cuáles son sus condiciones de vida, o si después de unos años viviendo allí, ahora tiene otros problemas y nadie los atiende. Además, muchos de nosotros fuimos criados en urbanizaciones construidas por Medina Angarita, Pérez Jiménez o por el puntofijismo, y no por eso fuimos medinistas, ni perezjimenistas, ni adecos o copeyanos. En eso la oposición tiene razón. No se puede sustituir la conciencia del pueblo por un apartamento, un carro o una tableta.

 

-Fue usted reportero político en los años 90 y como tal, testigo privilegiado del descalabro del bipartidismo y, más específicamente, de Acción Democrática, partido todopoderoso durante décadas que se vino abajo en un dos por tres. ¿Qué analogía puede hacerse con respecto a lo que ocurre actualmente en el PSUV? ¿Qué enseñanzas preventivas podrían sacarse de aquella experiencia?

 

-Estamos aún muy cerca del 6D para hacer esa comparación. Tenemos que evaluar nuestra propia conducta para saber si los resultados pueden llegar a ser los mismos. Ahora, hay diferencias claras: AD llegó a su decadencia en los 90 luego de haber asumido un programa neoliberal, completamente alejado de sus raíces nacionalistas y antiimperialistas de los años 40. Además, venía de un período largo de ejercicio del gobierno con señales claras de subordinación a la burguesía y a Estados Unidos. Es decir, no era para nada un partido revolucionario. Lo que sí podría ocurrir es que nosotros cometiéramos errores parecidos a los  que cometió AD en su tiempo, que es reaccionar según reflejos condicionados, como el perrito de Pavlov, frente a nuevas realidades políticas. No debemos tenerle miedo a la palabra cambio, por el contrario, tenemos que llenar de contenidos revolucionarios esa aspiración de cambios que una mayoría electoral promovió activamente y frente a la cual otra buena porción del electorado decidió cruzarse de brazos. Es hora de acentuar el carácter revolucionario del partido, de la Revolución misma, de no caer en la trampa del conservadurismo. Si nos quedamos atrincherados en lo conocido si nos vamos a parecer a los adecos de los años 90. Lo que tenemos que hacer es confrontar los dos proyectos que siguen en pugna, hacer que la derecha desnude sus propuestas neoliberales. Yo estoy seguro de que la mayoría parlamentaria viene por la desnacionalización de PDVSA, porque los que financiaron a esa oposición van a querer cobrar y no con cualquier premio, sino con la gallinita de los huevos de oro. Allí hay una lucha qué enfrentar y la postura de los revolucionarios no puede ser, simplemente, que todo siga como está, que el combustible siga vendiéndose al mismo precio o que el gas doméstico siga siendo un problema grave en nuestros sectores populares. Tiene que hacerse una revisión profunda y tomar las medidas oportunamente.

 

(Clodovaldo Hernández / [email protected])