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Insisto en el diálogo —que tanto molesta a los que quieren que corra sangre en el país—. Mi empeño tiene que ver con la gravedad de la situación. El que no la perciba, allá él. Pero considero que se trata de un acto de responsabilidad personal y ciudadana hacerse cargo de lo que sucede. No eludirlo. Porque según parece lo que viene es aún más inquietante. A diario se percibe. Pasan los días y los anaqueles siguen vacíos. Se informa que la situación va a ser superada, pero las largas colas son el mejor testimonio de que en vez de avanzar en la solución del problema, retrocedemos. La escasez de alimentos, de medicinas, de artículos de primera necesidad, la inflación galopante, se disparan. Al mismo tiempo, otro fenómeno que golpea a los ciudadanos, la inseguridad, se potencia a extremos que confirman que la lucha contra el delito es un fracaso. El fenómeno cobra vidas de personas conocidas o no. De quienes tienen una figuración pública, como es el caso del periodista Ricardo Durán que estremeció al país, o de miles de seres anónimos cuyas muertes figuran en la crónica periodística diaria, en los boletines policiales y en el lamento de los deudos a las puertas de funerarias y morgues.

 

2) Quien escribe no es un pesimista.  Al contrario, lo hago porque creo que la situación es superable. Que el país tiene recursos suficientes para sortear la crisis. Que no hay razón alguna para sucumbir ante el fatalismo. Quiero aclarar que no comparto las visiones negativas. Que son repugnantes las campañas orientadas a quebrar la moral de los venezolanos, a presentarnos como un pueblo reblandecido, sin capacidad para reaccionar ante la adversidad. Cuando la historia dice que no es así. Que el ser venezolano ha podido, con coraje y audacia, sobreponerse a las dificultades. ¿Pero dónde está la falla? En que hemos convertido la cotidianidad en lamento. Que hemos hecho de la negación un ritual. Que hemos perdido la autoestima. Que estamos condenados a no distinguir entre lo trascendente, lo que importa a todos, de lo banal. A darle rango a la pequeñez, al egoísmo, y a desechar la grandeza del acto de vivir  con dignidad. 

 

3) Aterrizo con el diálogo. Porque es el instrumento sin el cual es imposible superar la crisis. No me hago ilusiones con planes, proyectos, soluciones que no se funden en la urgencia de dialogar. Diálogo político, social, económico, cultural. Diálogo entre políticos y  empresarios. Del sector público y del privado. Diálogo con las comunidades. A sabiendas de que hay profundas diferencias, lo cual convierte el diálogo en necesidad apremiante. Ya que si los proyectos para reactivar la economía, para producir, no se montan sobre una estructura de aproximación de sectores e intercambio de información; si el soporte, en síntesis, no es el diálogo, cualquier proyecto fracasará. 

 

4) Pero resulta difícil para algunos sectores digerir este planteamiento. El efecto más perverso de la polarización consiste en haber cortado la relación humana de los venezolanos. El “otro” siempre es un enemigo, declarado o potencial. Hablar con el adversario tiene un costo político elevado. Lo menos que provoca es sospecha, cuando no violencia. Y cuando se comienza a abrir espacios para dialogar, para dirimir civilizadamente diferencias y acordarse en lo fundamental, se activa la amenaza de que el logro se trunque. Luego de una elección parlamentaria donde el pueblo mostró, una vez más, su calidad democrática; donde se respetó el resultado; donde se instaló sin problema la AN con mayoría de oposición, y se superaron conatos iniciales de intemperancia ahora, sobre estos logros alentadores, se abatió la intransigencia con el decreto sobre la emergencia que, prácticamente, provoca la ruptura y la vuelta a la agresividad verbal que siempre presagia violencia. ¿Por qué el Gobierno no consultó con la oposición aspectos del decreto? ¿Por qué la oposición asumió el instrumento del Ejecutivo como un desafío a la Asamblea Nacional? No tengo respuesta a estos interrogantes. Tan solo me inquieta que el diálogo esté condenado a vivir el mito de Sísifo. Que no es otro que el eterno escalamiento de la cima y luego el desplome. Lo cual revela irresponsabilidad de las partes cuando está en juego el destino de una nación.

 

Claves secretas

 

•LA POLÍTICA está llamada a cumplir un papel fundamental en la situación por la que atraviesa el país. Política de verdad. De altura. Con alto sentido de responsabilidad. Así como en varios episodios difíciles que se presentaron después del 6-D —con motivo del resultado electoral que le dio la mayoría a la oposición en la AN—, la política fue decisiva para impedir desbordamientos, surgen con posterioridad hechos que son un desafío a la estabilidad institucional y se deben resolver con sentido político. Poniendo cada quien de su parte y en base en la realidad. Esa realidad no es otra que una fuerza política poderosa, el chavismo, con amplia presencia en la calle e instituciones, y la oposición que controla la AN y obtuvo una votación que le permite acceder a espacios que antes no tenía… 

 

•EL RECONOCIMIENTO de esa realidad por las partes es lo que marca la diferencia entre paz y violencia. Desconocer tal situación, pretender saltarse la legalidad, pasar por sobre la Constitución, y negarle al chavismo su derecho a gobernar, es tan temerario como no reconocerle a la oposición el derecho que tiene a que se le asuma como interlocutor y a ser respetada. Cualquier exceso de parte y parte, que afecte esos derechos, dispara las alarmas y acerca el país, peligrosamente, a una confrontación violenta…  

 

•DESDE UN poder público no se puede estar amenazando a otros poderes. Si el país reclama a quienes dirigen la creación de un clima de tranquilidad que estimule la confianza para lograr la recuperación económica, la “política de carritos chocones” es la máxima expresión de irresponsabilidad. Una institución en democracia no está concebida para atrincherarse en ella y disparar a capricho contra las demás. Es esa la mejor manera de caotizar a una nación. El respeto tiene que ser recíproco y alejado del tremendismo… 

 

•HAY RAZONES suficientes para decretar la emergencia económica en Venezuela como frecuentemente se hace en muchos otros países. El presidente de Francia la acaba de acordar. ¿Por qué si las circunstancias la reclaman no hacerlo aquí? ¿Por qué negarle ese derecho al presidente Maduro? La obligación de actuar ante la emergencia es compartida. Es de todos. Y en los actuales momentos la oposición, que tiene deberes derivados de la votación que obtuvo el 6-D, que controla el Poder Legislativo, no se puede desentender del compromiso con la nueva situación que un importante sector le encomendó. Si la crisis económica fue determinante en su triunfo en las urnas, así como la promesa que hiciera de resolverla, resulta incomprensible que ahora no colabore con iniciativas destinadas a encarar la crisis… 

 

•ISABEL ALLENDE conversó sobre política. Abordó el tema de la candidatura de  Donald Trump y acotó: “Espero que no gane, pero puede ser que lo haga. En Alemania nadie pensaba que Hitler pudiera salir electo. Cuando se dieron cuenta era tarde”. A una repregunta acerca de la comparación, respondió: “No quiero comparar a Trump con Hitler. Solo digo que me da miedo oír como ‘no se preocupen por Trump, es solo un payaso’. Porque para ser solo un payaso ha avanzado mucho. Debemos estar atentos”… 

 

•QUIENES SE entusiasmaron con el triunfo del derechista Mauricio Macri en Argentina, están preocupados por el desastre que está provocando en la economía y la represión que ha desatado en tan solo 2 meses.

 

(Por: José Vicente Rangel / [email protected] / Panorama)