Como en todo, el uso de calzado no es una excepción, los extremos no son buenos. Nuestros pies no están hechos para un tacón de aguja de 10 centímetros que perjudica la posición del pie al caminar ni para una bailarina completamente plana que no aporta ningún soporte al pie. A pesar de que este calzado puede ser más cómodo y anatómico también entraña riesgos para nuestra biomecánica si su uso es continuado o exclusivo.
Según explica a Infosalus Josep Ogalla, presidente del Colegio de Podólogos de Cataluña, la bailarina, la forma en la que suele denominarse a un calzado de suela completamente plana y material ligero, resulta más cómoda que el tacón elevado porque se acerca más a la posición anatómica del pie pero ir en plano supone un esfuerzo añadido para la fascia plantar al despegar el pie del suelo.
«Con el tacón el peso del cuerpo sobrecarga la parte anterior del pie y produce metatalgias, (dolor en este área, en el caso de la bailarina sucede lo contrario, las lesiones más comunes son las fascitis plantares y las talalgias, dolor en el talón y dificultad para caminar o estar de pie)», comenta Ogalla, profesor de la Universidad de Barcelona.
Las bailarinas sujetan poco al pie y no llevan contrafuerte, por lo que pueden dar problemas de lateralización. Si existe valguismo o pronación se acentúan estos problemas y el pie se va más hacia adentro o hacia afuera. «Sí es cierto que es un zapato cómodo que no provoca presiones, siempre que se emplee un tiempo no excesivo y que va bien para caminar en suelos lisos», apunta el podólogo.
El uso continuado de bailarinas ocasiona dolor en el hueso del talón, el calcáneo, dando lugar a la fascitis típica. «Sucede igual con las chanclas de playa en verano, son para un momento y no para utilizarlas tres meses», continúa Ogalla.
Recomendaciones básicas sobre el calzado plano
A pesar de lo cómodo que pueda parecer este tipo de calzado al no provocar presiones sobre el pie, estar hecho de materiales ligeros que no pesan y no producir rozaduras, callosidades ni deformidades en los dedos, Ogalla realiza las siguientes recomendaciones:
1. Cambiar la concepción del zapato como un complemento de moda y elegirlo según su función, cuándo y en qué circunstancias lo vamos a utilizar. Cada tipo de zapato tiene sus ventajas e inconvenientes.
2. Las bailarinas son apropiadas si el suelo es liso y no hay que moverse demasiado. Por sentido común no debe emplearse en superficies desiguales y pedregosas porque el pie es seguro que va a sufrir.
3. No lo pueden utilizar aquellas personas cuyos pies no tienen una estructura ósea neutra, es decir si no tienen el tobillo centrado sin lateralismo (valguismo, pronación, supinación) porque al caminar esto se va a acentuar debido a la ausencia de contrafuerte en el talón y no estar sujeto al empeine, dos aspectos que frenan las desviaciones laterales.
4. La bailarina no sujeta el pie ni los ligamentos internos que lo mantienen en una posición neutra y hace que se desvíe más. Si se padece obesidad, una rotación de cadera o desviación pélvica y no se emplean mecanismos de compensación como cámaras de aire para amortiguar el pie en el suelo o alzas la biomecánica del cuerpo sufrirá.
El tacón ideal
El pie es una de las estructuras físicas que más esfuerzo realiza al caminar, de ahí que sude por el esfuerzo importante que pie y pierna realizan al andar. «Existe muy poca oferta en las tiendas de zapatos con estas características que cumplan los requisitos de funcionalidad del pie porque se consideran un complemento del vestir y no por su función protectora para las inclemencias del tiempo o la dureza del suelo», comenta Ogalla.
Según el podólogo, un zapato para todos los días podría ser el de 24 horas, con la puntera redondeada, un pequeño tacón que ayuda a despegar el pie del firme al caminar, material transpirable y suelas que amortiguan el impacto con el suelo y protegen de la piedra o el baldosín suelto.
«Lo ideal es que los zapatos lleven un poco de tacón, entre dos y tres centímetros», comenta Ogalla. A nivel anatómico el pie presenta un ángulo con el tobillo de 90 grados pero para levantar el pie del suelo la musculatura debe realizar un esfuerzo, «con el tacón no hay un plano horizontal sino que éste está inclinado y facilita y resta tensión y esfuerzo a la musculatura del pie para caminar. El tacón permite un movimiento más rápido, más cómodo y más fácil con menos esfuerzo para el organismo».
El profesor comenta cómo recuerda a sus alumnos que en un pie normal sin patología, si el calzado es correcto y se camina bien un pequeño grano de arroz dentro del zapato produce una gran incomodidad, que no se detiene hasta que la persona no para y lo quita. «En un pie plano, cavo, con laxitud muscular y contracturas una molestia de este tipo hace que la patología se incremente», concluye.
(infosalus.com)