cuadro-kid.jpg

“Sabes que los niños no mienten, ellos dicen que no asistieron a la escuela el día anterior porque su mamá o su papá los pusieron a hacer colas en los supermercados y es inaceptable, no puede ser que sus hijos se acostumbren a esto ¿qué clase de ciudadano quieren para su país?, se preguntó molesta la subdirectora de una escuela bolivariana del oeste de Maracaibo.

 

Lamenta la docente que hay padres que les importa más tener a sus hijos en una cola para comprar artículos regulados que llevarlos al colegio.

 

Así  como esta historia hay otras similares y hasta más duras. Padres y maestros dan testimonio de cómo la crisis golpea a estos seres vulnerables, del ingenio que hacen día a día para ofrecerles los insumos básicos tan alejados de su alcance, desde la alimentación, uniformes, útiles escolares y  reñir con las dificultades del transporte público y cortes eléctricos.

 

Uno de los problemas, el más sensible de todos, es la alimentación. En septiembre de 2015, los colegios recibían el Programa de Alimentación Escolar (PAE), creado en 1996,  para la elaboración de los desayunos y almuerzos de los estudiantes, pero en enero se redujo la entrega de rubros como leche, carne, pollo, verduras, hortalizas y frutas, indispensables en la dieta balanceada de los niños.

 

A juicio de la psicopedagoga Tibisay Rincón, trabajadora de una escuela de educación especial en el municipio San Francisco, la realidad es que un 50% de los niños y niñas no pueden ir o no van totalmente al colegio debido a que el poco dinero de sus padres se los “come” la inflación. “Tanto alumnos como representantes han adelgazado de manera muy rápida porque no se están alimentando bien. Muchos están entre usar el dinero para comprar comida o usarlo para el pasaje de sus hijos”, añadió Rincón.

 

La docente Ana Jaramillo, de un colegio público del municipio Santa Rita, relata que muchas veces los padres no envían a sus hijos a la escuela porque no tienen qué ofrecerles de comer en sus casas. “Cuando llega la comida les avisamos que tenemos desayuno y almuerzo para los niños y los traen. Nos dicen que es un alivio para ellos porque en sus neveras no tienen nada. Hay quienes los dejan dormir hasta tarde, casi a la hora del almuerzo, para darles solo una comida”, dijo la maestra de tercer grado.

 

Mientras, los representantes que tienen hijos en colegios privados le preparan en casa lo que está a su alcance, y otros “estiran” el sueldo lo más posible para comprárselos en la calle. Deben gastar entre 700 y hasta 1.000 bolívares cada mañana, solo por cada niño.

 

Hay otros que van a la escuela sin comer, como el pequeño Alejandro, de 8 años, quien se desmayó en plena cancha deportiva delante de sus compañeros cuando cantaba el Himno Nacional  en un colegio del municipio Santa Rita, en la Costa Oriental. Fabiana Urribarrí contó que a su alumno se le fueron las fuerzas de las piernas y cayó inconsciente al piso. Todos corrieron a su auxilio y al no saber qué le pasaba lo llevaron al hospital. Al hablar con el médico, el estudiante de tercer grado confesó que se sentía mal, con dolor de cabeza y estómago, porque no había cenado la noche anterior y fue al colegio sin desayunar.   

 

Para Jaime Hernández,  profesor de una institución pública de educación inicial en la zona norte de Maracaibo, el afiche explicativo del “trompo de los alimentos” colgado en el comedor pasó a ser un adorno en la pared, un pendón de vinil que los niños miran, con el que aprenden los nutrientes de cada alimento, pero “no los tienen en la mesa,  no lo degustan, no se alimentan bien”.    

 

Denunció que la comida está llegando incompleta desde enero. En la despensa del comedor solo le despachan  21 kilos de caraotas, 16 kilos de arroz y 5 kilos de leche que solo alcanza para un desayuno, en una escuela donde hay 190 niños. De harina precocida reciben entre 16 y 20 kilos que duran de lunes a jueves. No hay mucha variación en el menú porque son los mismos alimentos y las verduras son muy pocas, dijo Hernández.

 

Explicó que todos estos alimentos son despachados por centros de acopio de acuerdo a la matrícula de cada institución y cuando no reciben la comida los niños no van.

 

Sobre las irregularidades de la distribución del PAE, recientemente la autoridad Única de Educación, María de Queipo, instó a los colegios que presentan estas fallas de suministros de alimentos a participarlo a sus jefes de municipio escolar o a través del representante de alimentación de la institución.

 

Sin embargo, los maestros insisten en la poca variedad de alimentos que reciben las instituciones  del PAE. Antes preparaban pollo, carne, arroz, verduras, bebidas lácteas, sal, granos. “Ahora solo nos dieron 5 paquetes de chicha, queso y harina”, comentó Rincón.

 

Como “desgarradora” califica la nutricionista zuliana Daniela Carrillo, la situación que atraviesan los niños, sobre todo en la etapa en que su crecimiento tiene las necesidades nutricionales más aumentadas.    

 

Si no reciben desayuno balanceado o permanecen mucho tiempo en estado de ayuno, su  organismo toma un estado de control y estrés, haciendo que busque sus propias reservas para destruirlas y transformarla en fuente de energía, explica Carrillo.  

 

“Al no tener un adecuado desayuno, no hay ‘combustible’ en el cerebro, va a incidir  en la capacidad de análisis, concentración y en favorecer un adecuado aprendizaje porque está afectando sus neuronas.  Por falta de proteína también se pueden sentir débiles, cansados para poder jugar, no se sienten activos y el poco consumo de minerales y vitaminas a través de vegetales y frutas,  su cuerpo los utiliza como cofactores para sus funciones metabólicas. En conclusión, tendremos unos niños desnutridos con enfermedades proteicas calóricas como marasmo y kwashiorkor”, subrayó la especialista.

 

Explicó que las futuras generaciones de venezolanos están propensas a presentar síndromes metabólicos si los niños se siguen alimentando solo de carbohidratos y con mayor predisposición a la obesidad. Si solo ingieren carbohidratos estarán dando azúcar al cuerpo, lo que podría a desarrollarles una insulina resistencia, un síndrome metabólico e incluso diabetes. De persistir este desbalance nutricional tendremos generaciones enfermas con todas las malnutriciones por exceso y déficit, argumentó la nutricionista.  

 

Para una dieta balanceada, los niños deberían consumir alrededor de 60% de carbohidratos (tubérculos como apio, batata, auyama, papa; granos; 25% de grasas (aguacate, limitar el uso de aceite en las comidas); y 20% de proteínas (huevo, mezcla de granos y cereales como el arroz), cuyos requerimientos varían de acuerdo a la edad. No hay un estándar de consumo diario de calorías, precisó.

 

Añadió que el problema de los comedores escolares es que si no se miden las cantidades terminan excediendo los carbohidratos, lo que podría conllevar a un síndrome metabólico y de obesidad de los niños. “En ese plato de comida se le cubren las proteínas, sin embargo, el exceso diario de granos pueden ocasionar problemas a nivel de colon por ser altamente inflamatorios y productores de gases”, enfatizó Carrillo.

 

Además del desabastecimiento y la intermitente disponibilidad de alimentos en los comedores escolares,  los padres tuvieron otra preocupación con los exagerados precios de los uniformes y útiles escolares.

 

Melisa Inciarte reconoce que exigir el uniforme a un alumno es imposible. A muchos de sus estudiantes los ha visto con los zapatos rotos, camisas descocidas, casi transparentes, pero no les reclama para no hacerlos sentir mal pues para ella lo primordial es que asistan a la escuela a aprender. También le ha tocado revisarle las tareas y son los mismos cuadernos del año anterior o que pertenecieron a familiares cercanos.

 

“Este año no pude comprarle uniformes a mi hijo. Las chemís blancas que se puso en primer grado son las mismas que usa en segundo grado. Una sola de esas camisas costaba en tres mil, ahora están en siete mil. Todavía usa las viejitas, pero ya está creciendo y les quedan más justicas. A sus pantalones les he bajado el ruedo para que le duren un poco más”, cuenta Ivana Mendoza, madre marabina de un niño de 7 años, a quienes la crisis los tiene pasándola muy mal.

 

El deterioro de los servicios ha sido otro factor que ha aumentado la falta de los niños en las aulas.   Yelitza Fontalvo fue víctima del hurto de su carro Hyundai Accent hace cuatro meses y  debe lidiar con el trajín de llevar a sus hijos de 10 y 5 años al colegio en el sector Pomona  en transporte público. “Llevo al más pequeño en mis piernas y al mayor lo siento en un solo puesto. Pago dos pasajes de ida y vuelta  en 180, al día son 360 que se convierten a la semana en 1.800 bolívares. En promedio gasto más de 7.000 al mes y lo hago así, es molestoso para ellos y más como está el transporte ahorita, pero es la forma que tengo de rendir el sueldo. Cuando no tengo  dinero, los he dejado de llevar un día”,  relató la contadora pública.

 

Con el racionamiento eléctrico muchas instituciones han tenido que ajustar sus horarios, incluso cambiar sus turnos habituales para cumplir, por lo menos, con los 180 días hábiles de clases, según lo establecido en el artículo 57 del reglamento de la Ley Orgánica de Educación.  

 

“Con el inicio de los cortes eléctricos, mis dos hijos perdieron dos días en la semana y adicional dieron los viernes libres, solo estaban yendo dos días. El colegio pasó una notificación de que para cumplir con el programa escolar debían asistir en las tardes, imagínate todo el desequilibrio que eso implica en su descanso ya habitual en las tardes, y en mi tiempo para organizarme. Esto ocasiona mucha molestia y hay padres que optan por no llevarlos”,  manifestó Eugenia López, médico internista.

 

La psicopedagoga Rincón mencionó que con el racionamiento han tenido que reprogramar sus actividades. “Esta situación entorpece mucho en la educación de los niños. Nosotros educamos a personas con autismo y con retardos y el calor que hace en las tardes los altera. Uno como adulto puede soportarlo, pero ellos son niños y no pueden aguantar temperaturas elevadas”, sostuvo.

 

sustento-ninin.jpg

sustento-nnni.jpg

sustneto-nin.jpg

(Panorama)