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La red social Twitter se encendió el pasado 31 con un inesperado mensaje de la monja franciscana del Sagrado Corazón de Jesús, María del Pilar Yragorri Nucete: “Nosotros también estamos recordándote no para desearte feliz año, al contrario que Dios nos conceda la gracia de desaparecerles”, fue la respuesta en son de exterminio a la titular del Ministerio de Comunicación e Información (Minci), Jacqueline Farías, y por extensión a todos los revolucionarios, simpatizantes del proceso revolucionario.

 

Lo que muchos feligreses, o no practicantes, esperan este como todos los días de la iglesia, en este caso católica, suelen ser mensajes llamando a la reconciliación, a la humanidad, el perdón y la humildad. No obstante, el envenenado tuit dista mucho de lo que usualmente se espera, al menos así lo demostraron varios tuiteros:

 

“En su mensaje expresó la palabra (Desaparecerles) me disculpa eso no es de cristianos. Feliz noche”, dijo @LuisDaSilvaV.

 

“Por qué no pide a Dios más bien la superación del país. ¿O es de Católicos buscar deseos de maldad?”, comentó el tuitero @freddycontreras.

 

Otro tanto diría @Luzma1803: “¡Tú no estás al servicio de Dios sino del Diablo! Eres el ejemplo más fiel de por qué la iglesia católica pierde fieles”.

 

La tuitera @Luzma1803 esboza una verdad, del cómo la literal santunorrería de la hermana Yragorri es ejemplo claro de la constante pérdida de fieles de una iglesia que con sus escándalos y falsedades viene en decadencia.

 

¿La monja Yragorri, coletilla de las Guarimbas del 2014?

 

La participación de la Iglesia católica en dolorosos momentos de la historia política de América Latina, y ahora en Venezuela, deja mucho que desear. Es preciso recordar la participación de los representantes de esta institución, en especial de las monjas al servicio de la curia más conservadora de la Argentina de los 70, cuando eran ellas las que arrancaban a los niños recién nacidos de las jóvenes presas de la dictadura de Videla, para luego regalarlos a familias de pudientes y militares.

 

En nuestro país, esa misma clase oligarca que domina en la iglesia venezolana, en representantes (sabidos golpistas) Monseñor Baltazar Porras, El Padre Palmar, ahora Yragorri, son brazos ejecutores de la política adversa y desestabilizadora de la derecha venezolana, cobijados bajo la máxima jerarquía de esta iglesia en el país, la que conduce el Cardenal Jorge Urosa.

 

Urosa, aquel mismo que dispuso en una comunicación pública en 2009 que “los hijos de las clases pudientes deberían estar destinados a las universidades y cargos de mayor jerarquía en la administración pública, mientras que los socioeconómicamente menos favorecidos, serían los serviles, educados para la obediencia y el respeto”.

 

Todos ellos son coherentes en su accionar fascista. El mensaje enviado por la docente de más de 60 años, maestra de un colegio católico en la ciudad de Maracaibo, Yragorri, fue atinado, si vemos su guerra mediática vía Twitter contra los revolucionarios y el proceso socialista, en su historial del Twitter @Pilariranu (cuenta que ahora la monja ha cerrado). El doloroso y punzante mensaje va en respuesta a uno de los tuits enviado por Farías, en específico el que Jackeline dedica al diputado revolucionario, asesinado el pasado mes de octubre, Robert Serra. Una herida que en la fracción política y militante de la Revolución, permanece sin cerrar.

 

Ejemplo más de la participación directa de estas representantes del clero venezolano en la “política”, fueron en las guarimbas de inicios del año pasado. Guarimbas, producto del llamado a La Salida que hiciere el derechista Leopoldo López, hoy preso en Ramo Verde. Las guarimbas ocasionaron entre otros tantos, la quema colegios y preescolares, así como causaron la muerte de más de 40 venezolanos.

 

El 29 de marzo del 2014, una monja sosteniendo una bandera venezolana “bendecía” a unos manifestantes, según Twitter de la periodista @Larissacostas. En otro tuit, Rosana Flores le respondía: “Es ¿qué será que a esta monja le importa los 37 fallecidos por estos Terroristas? PARECE QUE NI LE IMPORTAN”.

 

Otro tanto haría otra Hermana, cuando dirigiéndose a una fila de policías que resguardaban un pase vial, eran sometidos a un sermón de la monja, en cuyas palabras estos (los funcionarios) “deberían rebelarse” contra el Estado.

 

En resumidas cuentas, los golpes de pecho esconden el cinismo de unos eclesiásticos que hoy, como ayer, siguen tirando la piedra, para luego esconder la mano.

 

(LaIguana.TV)

 

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