No analicemos la hipótesis de que Luis Almagro, el secretario general de la Organización de Estados Americanos (OEA), fuese un señor serio. A la luz de sus actuaciones en ese cargo, eso ya es demasiado pedir. Pensemos en la hipótesis de que se esforzara al menos en verse como tal. ¿Qué haría?

Bueno, de entrada digamos que no tendría que renunciar a ser enemigo del gobierno de Venezuela. Pero tendría que acompañar ese afán con otras actividades que lo hicieran ver como un diplomático equilibrado, justo y preocupado por todo el continente, como corresponde a su cargo.

Es decir, que el señor Luis  debería ocupar su tiempo en otras cosas, aparte de competir con Marco Rubio y Álvaro Uribe por ser el procónsul de la maltrecha oposición venezolana.

Lo primero que debería hacer para verse serio es ser equitativo en la atención de los problemas de los diferentes países del hemisferio, en lugar de dedicarse casi con exclusividad a hacer política y a promover la guerra respecto a Venezuela.

Es significativo que mientras Almagro se faja verbalmente con José Luis Rodríguez Zapatero y con los políticos de su propio país (Uruguay), por discrepancias sobre Venezuela, en México están apareciendo morgues rodantes, gandolas cargadas de cadáveres, sin que él se digne ni siquiera a dar alguna breve declaración de prensa y mucho menos convocar a una reunión urgente de alguno de los órganos de la OEA. 

(Como simple ejercicio, cabría lucubrar lo que habría dicho o propuesto hacer, el grado de histeria que habría alcanzado el caballero, si algo aunque fuera ligeramente parecido a eso hubiese ocurrido en Venezuela… ¡Santo cielo, ya estuviésemos intervenidos militarmente, bajo la doctrina de la responsabilidad de proteger!).

Si Almagro quisiera verse como un tipo serio hubiese ido a hacer una inspección in situ de los niños enjaulados de Estados Unidos. No se habría limitado a pontificar sobre lo inconveniente que es hacer que los niños paguen las consecuencias de la política, y luego seguir mirando para otro lado (adivinen para dónde…).

Si Almagro quisiera verse como un tipo serio habría ido a Colombia mucho antes de su reciente visita a los migrantes venezolanos en Cúcuta. Habría ido a verificar -también in situ– cómo caen muertos a diario los líderes de movimientos sociales, a manos de un paramilitarismo envalentonado, que con Juan Manuel Santos estaba a la sombra y con Álvaro Uribe (perdón, con Iván Duque), está a plena luz.

Si Almagro quisiera verse como un tipo serio, en esa visita a Cúcuta, aparte de velar por los pobres migrantes venezolanos, habría constatado que esa ciudad y casi todo el Norte de Santander es una región parasitaria del contrabando proveniente de Venezuela, legitimado y usufructuado por el Estado colombiano. Habría dejado constancia de que esas irregularidades son, en buena medida, las que estimulan el constante flujo de personas (de ida y vuelta) en esa frontera, que los medios pintan como un constante éxodo de hambrientos venezolanos a punto de desfallecer.

Si Almagro quisiera verse como un tipo serio aparentaría estar preocupado por la violencia contra líderes que también sacude a Brasil. Por ejemplo, ahora que se cumplen seis meses del asesinato a tiros de la concejal de Rio de Janeiro Michelle Franco, un Almagro interesado en verse decente al menos llamaría a su amigote Temer para preguntarle cómo van las investigaciones y  saber si hay interés (aunque sea de la boca para afuera) en castigar a los dirigentes corruptos del partido de gobierno (de facto) que parecen estar involucrados en el vil homicidio, con características de crimen de odio por motivos políticos, raciales y de orientación sexual. 

Si Almagro quisiera verse como el secretario general de una OEA seria, tendría el tema de la violencia contra los líderes ecologistas como uno de sus prioridades en agenda. En este aspecto, por cierto, Brasil sería objeto especial de sus angustias porque es el país más peligroso para los activistas del medio ambiente. En 2017 mataron a 71 de ellos, es decir, 30% de los homicidios que ocurrieron declaradamente por ese motivo en todo el planeta. Por cierto, los siguientes países más riesgosos en este sentido son México y Colombia, y Almagro lo sabe pero no le dedica nunca ni siquiera un tuit.

Si Almagro estuviese interesado en verse como un líder serio, promovería una amplia investigación sobre este tipo de crímenes relacionados con el uso de las tierras y la explotación de recursos naturales en todo el hemisferio, pues hay casos impunes de violencia criminal contra indígenas, campesinos y trabajadores en casi todos los países, entre ellos Perú, y los centroamericanos, destacando Guatemala y Honduras.  En este tema, por cierto, también podría investigar los casos venezolanos, en los que la OEA bajo su serio mando, podría constatar que no han sido víctimas de “la tiranía de Maduro” (como él llama al gobierno nacional) sino de la violencia paramilitar promovida por factores de la derecha a los que él defiende.

Si Almagro quisiera verse como un señor serio (como se veía cuando era el canciller de Pepe Mujica), le habría jalado las orejas a Estados Unidos porque ha dejado en el abandono a casi toda la población de Puerto Rico, luego de un huracán en 2017. Le habría dicho -gentilmente, no hay por qué ponerse insultante, como se puso con Rodríguez Zapatero- que en lugar de andar ofreciendo ayudas humanitarias para reconstruir países (incluso algunos que aún no ha destruido), por favor vaya y ayude a su estado libre asociado, que bastante falta le hace.  

En fin, la lista de acciones que podría desarrollar Almagro si quisiera verse serio es tan extensa como el territorio que abarca la OEA. Y si él se ocupara de al menos algunos de esos temas, seguramente tendría bastante más credibilidad en su cruzada contra sus enemigos personales, categoría en la que entra el presidente de Venezuela y cualquiera que ose cuestionar sus empeños.

Por lo pronto, Almagro se ha visto tan poco serio que hasta once de los muy antivenezolanos gobiernos del Grupo de Lima le sacaron el cuerpo y lo mismo hicieron los dirigentes de su propio partido en Uruguay, que ya no saben dónde meterse de la pena ajena que los acogota.

Si Almagro quisiera verse como un tipo serio tendría que hacer un trabajo muy profundo de reingeniería de imagen porque su nivel de seriedad está ahora bajo cero. La mejor prueba es revisar quiénes lo respaldan: Rubio, Uribe (y Duque, claro), Ledezma, Arria, Machado y, por si fuera poco, ¡Franklin Virgüez! 

(Clodovaldo Hernández / LaIguana.TV)