La estrategia de romper la unidad de la Fuerza Armada Nacional Bolivariana a través de la concesión de perdones anticipados a los oficiales que reconozcan al gobierno paralelo del autoproclamado Juan Guaidó ha tenido resultados muy cuestionables para la oposición: tan solo han conseguido el respaldo de personajes indeseables.

 

Hasta ahora, la oferta de amnistía solo ha sido acogida por oficiales de alto rango con un inmenso rabo de paja, a quienes la misma oposición había denunciado enfáticamente durante años.

 

El caso más reciente es  el del general de división Carlos Rotondaro, expresidente del Instituto Venezolano de los Seguros Sociales, destituido en 2017 luego de una prolongada pasantía en altos cargos del sector Salud.

 

Rotondaro apareció repentinamente en Bogotá, desconociendo al presidente constitucional Nicolás Maduro y dándole apoyo al gobierno que pretende instaurar Estados Unidos a través de la figura del diputado Juan Guaidó.

 

La derecha política y mediática presentó a Rotondaro como una muestra de que las deserciones en la FANB estarían alcanzando los más altos niveles de la pirámide castrense. Para lograrlo, ambos sectores (políticos y medios) han tenido que relativizar sus propias denuncias contra este personaje.

 

Por ejemplo, hace menos de un año, el diputado Winston Flores lo acusó públicamente de un desfalco por 100 millones de dólares en el IVSS. Numerosos medios opositores secundaron al parlamentario en esa denuncia. Flores –dicho sea solo como curiosidad- es representante de Voluntad Popular por el estado Vargas, igual que Guaidó.

 

Para tratar de lavarse la cara, Rotondaro dio declaraciones en las que dispersa de tal modo las responsabilidades por las irregularidades, que todos en el gobierno terminan siendo culpables, menos él, a pesar de que estuvo en el cargo por casi una década.

 

La metamorfosis de un pollo

Previo al caso Rotondaro, la oposición política y mediática ha realizado otras operaciones similares de blanqueo de antecedentes para recibir con los brazos abiertos a individuos que antes habían satanizado. Uno de ellos es el mayor general Hugo Carvajal, conocido como “el Pollo”.

 

Este oficial fue denunciado repetidamente por los opositores. Se le señaló como responsable de malos tratos y torturas contra detenidos en la Dirección General de los Servicios de Inteligencia Militar y también de tener vínculos con el narcotráfico. De hecho, en 2014 fue detenido por solicitud de la DEA en Aruba. Se le iba a deportar a Estados Unidos, pero el gobierno de Nicolás Maduro le salvó el pellejo al gestionar su retorno a Venezuela.

 

EEUU tenía a Carvajal en una de sus tantas listas negras, acusándolo de haber participado en operaciones de tráfico de drogas de las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC).

 

Ahora tanto las autoridades de EEUU como los dirigentes políticos y mediáticos de la derecha venezolana parecen haber olvidado selectivamente el cuestionado pasado de Carvajal. El “Pollo” ha experimentado una metamorfosis: de oscuro represor y narcotraficante ha pasado a ser un alto oficial en rebeldía contra la dictadura.

 

Los olvidados de Cúcuta


Mientras tanto, los oficiales de rango medio, oficiales técnicos e individuos de tropa que desertaron durante los acontecimientos del 23 de febrero han sido abandonados por la dirigencia opositora, que le había ofrecido importantes recompensas.

 

A la vista del país, incluyendo al segmento nacionalista de la base opositora, desertar de las filas militares venezolanas y refugiarse en Colombia no es una conducta fácil de digerir. Ese grupo de militares está sufriendo ahora una especie de doble desprecio: los dejaron al garete sus jefes políticos y tienen el rechazo de muchos venezolanos de todas las tendencias. También, a su modo, son indeseables.

 

(LaIguana.TV)