El problema de la economía en América Latina no es que vaya mal, sino que crece poco, casi hasta el punto del estancamiento. Y además es muy vulnerable a la volatilidad del mercado, señala un último reporte sobre perspectivas económicas para la región.

 

En el año 2018, el Producto Interno Bruto (PIB) de América Latina creció un 1,2%, algo menos de lo que lo hizo en 2017, cuando se situó en el 1,3%, por lo que la economía se desaceleró, aunque levemente.

 

Estos son los datos que refleja el informe «Perspectiva Económica Latinoamericana 2019: desarrollo en transición» elaborado por la Cepal, el CAF Banco de Desarrollo de América Latina y la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE), y con la cooperación con la Comisión Europea, que se publicó hace unos días.

 

Las perspectivas para este año son algo mejores. El documento refleja una previsión de crecimiento del PIB de hasta el 1,7%. Pero el problema ya no es tanto el crecimiento en sí, apuntan los expertos de la OCDE, sino el ritmo al que ocurre y lo que eso nos dice de la región.

 

«América Latina está bloqueada desde hace mucho tiempo», asegura a BBC Mundo Mario Pezzini, director del centro de desarrollo de la OCDE y asesor especial del secretario general de la organización que reúne a 36 países y busca promover el desarrollo económico y comercial.

 

Este estancamiento, explica Pezzini, hace aumentar la brecha entre los países latinoamericanos y otros más desarrollados, cuando en realidad el objetivo es reducirla.

 

El freno de América Latina

 

Entonces, ¿qué impide a América Latina crecer de forma sostenida?

 

A corto plazo son, principalmente dos factores los que pueden afectar al crecimiento, señala el experto de la OCDE.

 

«Uno es la actual guerra comercial, porque eso tendrá un impacto sobre el conjunto de los países en desarrollo, aunque con diferencias por regiones; otro es el comportamiento de la política monetaria general, porque un aumento brusco de las tasas de interés también supone un riesgo significativo para Latinoamérica», ya que tiene acreedores internacionales.

 

La guerra comercial es, de hecho, una de las principales amenazas que puede encarar México en un futuro próximo, asegura Pezzini.

 

«El 80% de las exportaciones de México tienen como destino Estados Unidos, así que la relación entre ambos países va a tener un impacto significativo».

 

La principal economía de América Latina por PIB después de Brasil ya experimentó una ligera desaceleración de su economía en el último año, con un crecimiento anual de apenas el 2% del PIB en 2018, frente al 2,1% de 2017, según datos definitivos del Instituto Nacional de Instituto Nacional de Estadística y Geografía (Inegi) de México.

 

Y las perspectivas tampoco no son nada halagüeñas.

 

Casi todos los organismos internacionales, incluidos el Fondo Monetario Internacional (FMI) y Naciones Unidas, han bajado su previsión de crecimiento para este año en varias décimas porcentuales.

 

También el pasado mes de febrero el propio Banco de México revisó a la baja su estimación de la tasa de crecimiento que podría caer hasta el 1,1% del Producto Interno Bruto, unos niveles que no se veían desde hace una década.

 

Pese a estas proyecciones nada prometedoras, el gobierno del nuevo presidente Andrés Manuel López Obrador mantiene una proyección de crecimiento superior al 2%.

 

Pero fuera de los desafíos a corto plazo y medio plazo que pueda enfrentar la región y cada país, con sus particularidades, el informe señala un problema de fondo que América Latina no ha sabido atajar y le impide avanzar en la senda del crecimiento a un ritmo que le permita recortar las desigualdades y reducir los niveles de pobreza en un buen porcentaje.

 

«Hay una serie de trampas que Latinoamérica continúa sin afrontar (…) y ahora la trampa de siempre se transforma en verdadero freno», afirma el representante de la OCDE.

 

Un problema estructural

 

Pezzini se refiere a los obstáculos destacados también en el informe: la trampa de la productividad, de la vulnerabilidad social, institucional y ambiental.

 

«La productividad sigue siendo baja porque está muy conectada a la especialización productiva y al tipo de productos que Latinoamérica hace. Cambiar esto no es algo que se pueda hacer a corto plazo».

 

El experto explica que América Latina ha basado su economía en la venta de materias primas y en la extracción minera, pero estos son sectores más susceptibles a los vaivenes del mercado, en parte por las diferencias que pueden existir en la tasa de cambio.

 

«El crecimiento de la década pasada se debió en gran medida a la demanda de materia prima no renovable que hacía China y a un aumento de su precio, pero no era necesariamente una aumento de la productividad o de la diversificación productiva».

 

Por tanto, afirma el especialista en desarrollo, si se quiere minimizar la volatilidad del mercado y reducir la vulnerabilidad a la que quedan expuesto los latinoamericanos, hay que apostar por un cambio de modelo.

 

Desafíos

 

La OCDE, junto con los otros organismos que han colaborado en la elaboración del informe, apuesta por diversificar los sectores productivos en América Latina, por innovar y elaborar productos de una mayor sofisticación.

 

«Es una región que no invierte en investigación e innovación, en particular el sector privado es el que no invierte», dice Pezzini, apuntando que apenas un 0,6% del PIB en América Latina está destinado a investigación, frente al 1,8% de China o al 2,4% de media de los países de la OCDE.

 

«Latinoamérica no ha creado muchos sectores de liderazgo y eso lastra su crecimiento», asegura.

 

 

Pero además, el crecimiento y el desarrollo de una región, puntualiza el informe, no puede basarse solo en los ingresos de renta per cápita o en términos del Producto Interno Bruto, que en ocasiones acentúan una disparidad ya acuciante en los países latinoamericanos.

 

«El aumento de la renta per cápita o del PIB no es en sí mismo un indicador suficiente para hablar de bienestar y desarrollo (…). Es más, hay países en América Latina como Chile, que han aumentado su renta per cápita pero ha bajado la calidad de la enseñanza y han aumentado las desigualdades sociales», subraya.

 

Esto se debe, aclara, a una mala distribución de la riqueza y de los recursos del Estado, pero también al uso de los indicadores económicos inapropiados. Y lo ilustra con un ejemplo:

 

«Si el salario de mi familia aumenta, yo tengo expectativas de que eso a largo plazo se pueda traducir en un mejor nivel de vida, pero si este no es el caso y los servicios públicos no permiten esto, entonces empieza a crearse una desconfianza grande en el estado y en la sociedad con consecuencias graves a medio plazo».

 

Por eso, los organismos participantes en el informe abogan por utilizar más indicadores, no solo relacionados con los ingresos.

 

«Estamos bloqueados con el PIB, cuando en sí mismo no está diciendo si un país ha alcanzado sus retos en materia de desarrollo», opina el asesor de la OCDE.

 

Por qué muchos economistas, incluido su creador, piensan que el PIB es una medida absurda.

 

Es a partir de tener los indicadores adecuados, defiende, que los gobiernos podrán dilucidar cuáles son las estrategias de desarrollo a adoptar para hacer frente a los desafíos particulares de cada región y país.

 

Y por último, otra tarea pendiente para América Latina: mejorar el nivel de cooperación entre países de la región.

 

«Debe aumentar la integración entre países latinoamericanos porque es una oportunidad para el desarrollo en el futuro y porque generalmente un mercado más grande abre la puerta a la especialización y reduce las vulnerabilidades», concluye Pezzini.

 

(BBC)