Por los vientos que soplan (o por los soplos que avientan) todo parece indicar que el caso del golpe de Estado que se encuentra en desarrollo en Venezuela desde enero pasado tendrá que ser investigado no tanto por la policía política, sino más bien por la División Contra la Delincuencia Organizada de la Policía Científica.

De acuerdo a lo que revelan sus propias conversaciones de Whatsapp y las declaraciones de los detenidos, los perpetradores de las más recientes acciones de la oposición no quieren tanto dar el golpe de Estado para asumir el poder político y salvarnos de la dictadura. Más bien están empeñados en llenarse los bolsillos mediante una “gran golpe”, dicho sea en la jerga de esas películas en las que los protagonistas son los ladrones.

Es de leyenda la voracidad con la que los principales personajes del tinglado del “gobierno interino” se lanzan sobre las cuentas bancarias y los activos del Estado venezolano. A pesar de que algunos de ellos son personas bastante jóvenes, aparecen como el fiel reflejo de una clase social y política que tiene dos décadas de relativa abstinencia, aunque la verdad es que siempre se las han arreglado para chupar de la renta petrolera hasta la última gota posible. En las circunstancias actuales lucen como aves de rapiña rondando sobre cualquier haber nacional que pueda reportarles una buena tajada.

Los entramados que se están revelando en los últimos días demuestran que esta nueva camada de dirigentes de la derecha venezolana es una versión ampliada y “mejorada” de sus antecesores adecos y copeyanos.

Las operaciones realizadas ya, en complicidad con el gobierno estadounidense, y las que tenían en el tintero cuando fueron detenidos algunos de los participantes en la movida, son de tal magnitud que podrían superar incluso las magnitudes de los escándalos de corrupción que han sacudido al gobierno bolivariano al que pretenden suplantar, hechos que por fin (dicho sea de paso, pero con énfasis) están siendo investigados. La diferencia es que a los ladrones de Pdvsa y Cadivi-Cencoex les tomó años de astucias y trampas, mientras a estos individuos les está tomando apenas semanas.

La situación tiene un evidente agravante: el dinero sustraído de Citgo o confiscado de cuentas bancarias de entes públicos venezolanos está siendo utilizado (además de para el enriquecimiento personal de los conjurados) para financiar las acciones de sabotaje y terrorismo planificadas contra el país con el objetivo final de la toma formal del poder político. Se une así la traición a la patria con el robo vulgar pero a gran escala.

Surge la pregunta: si en dos meses de “interinato” estos personajes ya han dado varios “grandes golpes” para su propio provecho y el de sus jefes estadounidenses, ¿qué pasaría si de verdad tuvieran el gobierno?

(Clodovaldo Hernández / LaIguana.TV)