La crisis multifactorial en Venezuela es muy preocupante, sin embargo resulta un despropósito equiparar los niveles de hambre en el país petrolero con el de países africanos o asiáticos en conflicto.

 

A pesar del esfuerzo de algunos periodistas, comentaristas e influencers del paneta para exponenciar la dificultad en el acceso de alimentos en Venezuela, hay distintas metodologías científicas que se usan para medir este indicador (distinto al que se usa para medir la pobreza).

 

Las dos más reconocidas son de la FAO y el Índice Global del Hambre publicado por la Universidad de Londres. En ambas se clasifica a los países en una escala de 100 puntos, siendo 0 la mejor puntuación (no existe hambre) y 100 la peor, aunque en la práctica no se produce ninguna de estas situaciones extremas.

 

La crisis en Venezuela ha impactado los patrones de consumo y el resultado es visible, pero, ¿se pasa hambre en el país petrolero? ¿Qué parámetros se usan para medir este indicador?

 

Antes de responder estas preguntas capitales, es necesario contextualizar la situación y comprender desde dónde viene la discusión (escasez) y hasta qué punto llegamos hoy (¿hay o no crisis humanitaria?).

 

Disminución drástica del flujo de caja

 

La caída drástica de los precios del petróleo en el año 2014 −principal y casi exclusiva fuente de ingreso de Venezuela− impactó en el mercado nacional porque se restringió la importación y se afectó dramáticamente la producción.

 

Esto trajo como efecto que se disparara la especulación (fijación arbitraria de precios) y el acaparamiento (con intención económica y política) entre todos los eslabones de la cadena de comercialización, a pesar de los operativos de fiscalización del Estado y las UBCH (organizaciones sociales que apoyan al Gobierno).

 

La especulación y el acaparamiento impulsaron la escasez que fue el primer indicio ampliamente difundido por los medios como una forma de subrayar el manejo errático del Gobierno en materia económica.

 

En un contexto hiperinflacionario como el actual no es extraño que la pobreza haya aumentado exponencialmente. Recordemos que el ingreso sigue siendo el componente que más pesa en esa medición (después están la precariedad de los servicios a la vivienda, las condiciones de la vivienda, el empleo y la protección social).

 

A pesar de lo dramático del indicador (87% de pobreza), en términos formales no existe una crisis humanitaria, aunque desde 2016 se comenzó a posicionar tal hipótesis desde la Asamblea Nacional venezolana (en desacato desde 2015) y en los espacios de la Organización de Estados Americanos (OEA), con Luis Almagro a la cabeza.

 

La crisis humanitaria es una categoría del Derecho Internacional Humanitario que se refiere tanto a desastres naturales como a conflictos bélicos de alta densidad, y le da a la ayuda transnacional operada por Gobiernos y organismos internacionales, un argumento para intervenir en las decisiones que atañen a los Estados.

 

Yemen, Libia, Irak, Siria, República Democrática del Congo, Ucrania, son algunos de los principales países que la Agencia de la ONU para los refugiados (ACNUR) considera como los más críticos de 2018.

 

No es un dato menor que las características específicas que se repiten en estas regiones de África, Asia y Europa del Este, en Venezuela no suceden o se presentan mucho menos intensificadas.

 

El hambre: un serio problema en Venezuela

 

Las puntuaciones para elaborar el informe sobre el hambre en cada país se calculan utilizando datos sobre la proporción de la población desnutrida, de niños menores de cinco años con limitaciones de estatura y la mortalidad de niños menores de edad.

 

A cada uno de los cuatro indicadores se le otorga una puntuación en una escala de 100 puntos basada en el puntaje más alto observado.

 

También se realizan encuestas donde se pregunta:

 

En los últimos 12 meses, debido a falta de dinero o de otros recursos, hubo un momento en que…

 

1- ¿Le preocupaba quedarse sin alimentos?
2- ¿No pudo comer alimentos sanos y nutritivos?
3- ¿Tuvo que comer una variedad limitada de alimentos?
4- ¿Tuvo que saltar una comida?
5- ¿Comió menos de lo que debía?
6- ¿En su hogar se quedaron sin alimentos?
7- ¿Sintió hambre pero no comió?
8- ¿Dejó de comer durante todo un día?

 

Según el informe de la FAO, Panorama de la seguridad alimentaria y nutricional en América Latina y el Caribe: “En la República Bolivariana de Venezuela la prevalencia del hambre casi se ha triplicado entre el 2010-2012 (3,6%) y el 2015-2017 (11,7%). Además, el número de personas en dicha situación aumentó significativamente durante ese periodo, alcanzando los 3,7 millones de personas. Así, se han perdido los muy importantes avances que el país había alcanzado”.

 

En el informe se señala que entre 2015 y 2017 la subalimentación más alta fue en Haití con 5 millones y la más baja en Costa Rica con 0,2. Colombia tuvo 3,2 y Perú 2,8 millones.

 

En el informe de la FAO Venezuela marcó 11,7 puntos, mientras que en el índice del hambre global 2017 (de la Universidad de Londres), Venezuela obtuvo 11,4. La diferencia entre el resultado de ambas mediciones es mínima y concuerdan en su conclusión: el hambre en Venezuela es un serio problema.

 

“Los valores por debajo de 4,9 reflejan poca hambre, los valores entre 5 y 9,9 reflejan un hambre moderada y los valores entre 10 y 19,9 indican un serio problema”, explica el informe.

 

Además, los valores entre 20 y 29,9 son alarmantes y los de 30 o más son extremadamente alarmantes.

 

América Latina y el Caribe, con Venezuela y Haití a la cabeza, se alejan del cumplimiento del objetivo de hambre cero y las personas subalimentadas aumentaron en 2017, por tercer año consecutivo, llegando a 39,3 millones.

 

Población aplica estrategias de supervivencia

 

Los resultados de la Encuesta sobre Condiciones de Vida en Venezuela (Conavid) del año 2018, realizado por las universidades de Venezuela (UCV), Simón Bolívar (USB) y Católica (UCAB), establecen que la pérdida del poder adquisitivo ha llevado a los venezolanos a desarrollar estrategias de supervivencia, ya que cada vez es más difícil sustituir alimentos. Según el informe de las universidades −reconocidamente opositoras al Gobierno venezolano−, la tendencia apunta a la monodieta.

 

Las conclusiones evidencian que la dieta tradicional continúa perdiendo calidad y cantidad. “Se centra en arroz, maíz, harina de trigo, tubérculos. Las fuentes de hierro y otros micronutrientes se han reducido por la disminución en el aporte de hortalizas y frutas”, señala el texto.

 

“80% de los hogares se encuentran en inseguridad alimentaria y aproximadamente 8,2 millones de venezolanos ingieren dos o menos comidas al día”, señala la Conavid.

 

La nutricionista Marianella Herrera −doctora de la UCV y miembro de la dirección del Observatorio Venezolano de Salud (OVS)­− explicó que en Venezuela se trata de “hambre oculta”, un concepto que se refiere a la deficiencia de micronutrientes.

 

“La dieta es anémica. Acá no hay una hambruna típica de países africanos, sino que lo que come la gente no alimenta”.

 

Y es que solamente en carnes, el consumo per cápita ha caído desde 23 kilos anuales en promedio, en 2012, a solo cuatro kilos por persona en 2018, según cifras de Fedeagro, el gremio de los ganaderos.

 

Bloqueo internacional e incapacidad gubernamental

 

Analistas aseguran que las agresiones económicas contra Venezuela desde el año 2013 (ataque a la moneda, hiperinflación inducida, sanciones y bloqueo financiero y comercial), y la incapacidad gubernamental para diversificar el aparato productivo nacional, son las responsables directas.

 

Según el texto remitido de Fundalatin a la Comisión Técnica enviada a Venezuela por la alta comisionada para los Derechos Humanos, Michelle Bachelet, las pérdidas ocasionadas por las medidas coercitivas unilaterales impuestas por EE.UU. ascienden a 114.302 millones de dólares.

 

Esto equivale a la importación de medicamentos y alimentos para abastecer a los 30 millones de venezolanos ¡durante 26 años!

 

La profesora Pasqualina Curcio, redactora del informe, señala que en el año 2004 (en el que no se registró escasez de comida) la importación, incluyendo la materia prima para la producción, fue de US$ 2.160 millones (según cifras del INE). En el caso de los medicamentos, la importación ascendió a US$ 2.259 millones.

 

Es decir, con “solo” US$ 4.300 millones al año se cubren las importaciones y se abastece de insumos, materias primas y productos finales para alimentos y medicamentos a toda la población.

 

Recordemos que desde el año 2016, el Gobierno de Maduro creó los Comités Locales de Abastecimiento y Producción (CLAP) para distribuir los alimentos prioritarios a través de una modalidad de entrega de productos casa por casa. Aunque al principio este programa estaba dirigido exclusivamente a grupos vulnerables, en la actualidad alcanza a más de 6 millones de familias.

 

Sin embargo, por su periodicidad y contenido las bolsas o cajas CLAP no son un complemento alimenticio de importancia nutricional para la mayoría de las familias, sino una excelente oferta de precio que se aprovecha.

 

El estado nutricional y la salud de los venezolanos está comprometida y deben implementarse las medidas necesarias para intervenir esta situación.

 

Alfred de Zayas, experto de la ONU, tras su visita a Venezuela en noviembre de 2017 elaboró un informe en el cual afirmó que la solución de la crisis venezolana radica en las negociaciones de buena fe entre el Gobierno y la oposición, el fin de la guerra económica y el levantamiento de las sanciones.

 

(Edgar Ramírez Ramírez/Supuesto Negado)