Casi dos meses después del fracaso del intento de golpe de Estado, sus autores materiales e intelectuales intentan reciclarlo mediante la proyección a un primer plano del general Manuel Cristopher Figuera, exdirector del Servicio Bolivariano de Inteligencia Nacional (Sebin), quien, a la hora de los balances, fue el oficial de más alto rango involucrado en el fallido derrocamiento.

 

El militar no puede ser considerado un “testigo estrella”, pues fue protagonista directo de los hechos. Para más precisión, jugará el papel de un delator estrella.

 

Cristopher Figuera, quien huyó del país tras la estrepitosa debacle del movimiento insurreccional, será en los próximos días la figura principal de los ataques contra el gobierno de Venezuela, según una entrevista publicada por The Washington Post, en la que se anuncia que ha llegado a Estados Unidos “cargando con un tesoro”: los secretos del gobierno de Nicolás Maduro.

 

La entrevista fue realizada en Bogotá por el periodista Anthony Faiola, un periodista que ya ha realizado otros “reportajes” sobre la situación venezolana, varios de ellos con marcado tinte amarillista, como uno en el que afirmó que la crisis económica obligaba a los venezolanos a abandonar a sus hijos a las puertas de los orfanatos.

 

Lo que dicen el general (y el Washington Post)

 

El extenso trabajo periodístico cumple varias funciones, alineadas con el plan de darle algo de oxígeno a la aporreada estrategia de Estados Unidos de obligar a un “cambio de régimen” en Venezuela. Veamos:

 

Reactivar la intriga. El relato de Cristopher Figuera, en el que ofrece detalles sobre la supuesta participación en el movimiento golpista de funcionarios clave como el presidente del Tribunal Supremo de Justicia, Maikel Moreno, y el ministro de la Defensa, general en jefe Vladímir Padrino López, cumple la función de atizar las ascuas de la incertidumbre, reactivar la intriga, la desconfianza mutua entre factores de poder en los altos círculos civiles y militares.

 

Al asegurar que personas de tan alta jerarquía estaban participando en la jugada, pretenden crear el clima apropiado para que se gesten nuevas acciones similares.

 

Reciclar denuncias. La entrevista a Cristopher Figuera antes de su anunciada llegada a EEUU, sirve para crear grandes expectativas acerca de lo que el exfuncionario sabe del gobierno de Maduro y que ahora está dispuesto a revelar, presuntamente a cambio del perdón imperial. El reportaje adelanta que serán verdaderas bombas, pero con excepción de unas revelaciones sobre negocios con oro, en realidad se trata de viejas denuncias recicladas: la influencia cubana en el entorno más cercano del presidente, la presencia del ELN en Venezuela y las tantas veces mencionadas células de Hezbollah. En términos de periodismo, puro fiambre.

 

El chisme como oficio. Como de costumbre en estos ámbitos de inteligencia, los supuestos hechos se lanzan a la opinión pública mezclados con mentiras, medidas verdades y tergiversaciones de todo tipo. En lo que se presume es apenas un abreboca, Cristopher Figuera acusó al Nicolás Maduro Guerra, el hijo del presidente, de ser un traficante de oro; al ministro Tareck El Aissami de estar dedicado al lavado de dinero; a la ministra Iris Varela de haber perdido armamento para  un ejército privado de 30 mil reclusos y al propio jefe del Estado de haber planeado un ataque sanguinario de los colectivos contra la marcha opositora que iba a realizarse el 1º de mayo. ¿Tendrá el exjefe del Sebin las pruebas de tan graves acusaciones o bastará con su palabra, ahora que está bien visto por las autoridades de EEUU?

 

La narración del militar está matizada con aspectos anecdóticos presentados como señalamientos muy graves: que Maduro recibe muchas llamadas de Raúl Castro, que tiene unos asesores cubanos siempre al lado y que, en medio de la crisis previa al 30 de abril, el general Padrino no quiso atenderlo porque estaba viendo el filme Avengers Endgame.

 

Lo que no dice el general

 

Las nebulosas causas del fracaso. Aunque ofrece muchos detalles de cómo se estaba fraguando el plan golpista, el relato de Cristopher Figuera se torna nebuloso cuando se trata de explicar por qué el alzamiento militar y popular planeado para el 30 de abril no logró ni siquiera la convocatoria que han tenido en el pasado algunos disturbios y guarimbas. Solo afirma que salió a recorrer Caracas para calibrar el apoyo logrado y se percató de que no tenía ninguno, pero no explica por qué ocurrió ese fenómeno.

 

Funcionarios movilizados bajo engaño. El exdirector tampoco explica (ni el diario se lo pregunta) por el escaso apoyo que tuvo el golpe incluso dentro del Sebin. Como se sabe, varias unidades de este cuerpo fueron movilizadas hacia las inmediaciones de la Base Aérea La Carlota, en aparente respaldo al alzamiento, pero rápidamente los funcionarios de retiraron y dejaron claro que no estaban involucrados en el acto, sino que fueron llevados bajo engaño por sus superiores.

 

Datos que se leen entre líneas

 

Según el periodista Faiola, además de la entrevista con Cristopher Figueras, el trabajo se nutrió con numerosos testimonios de funcionarios de EEUU y Colombia y de dirigentes de la oposición venezolana. Alega en varias oportunidades que intentó obtener las reacciones de los implicados, pero no obtuvo respuesta.

 

Más allá de lo que el reportaje pretendió establecer como matriz de opinión, entre líneas pueden leerse ciertos datos dignos de reflexión. Veamos algunos:

 

Jefe del Sebin era “trabajado” al menos desde febrero. Las infidencias de quien hasta el 30 de abril fue el hombre fuerte de la inteligencia gubernamental indican que el primer contacto formal de uno de los participantes en el plan golpista  fue a finales de marzo.

 

Con tono de película de espías, el trabajo periodístico cuenta que fue César Omaña el encargado de calentarle las orejas a Cristopher Figuera. Significativamente, el periodista califica a Omaña como “un médico, empresario y aventurero, radicado en Miami”. El texto acota que, a pesar de ser amigo de una de las hijas del comandante Chávez y de altos oficiales leales a Maduro, no había sido sancionado por EEUU, como otros empresarios. El rol que cumplió lo explica todo.

 

Luego de ese primer contacto, el jefe del Sebin habría quedado ya del lado golpista, al punto de que tuvo conversaciones directas con Leopoldo López. El reportaje no explica cómo ocurrieron esos contactos, habida cuenta de que López estaba preso en su propia casa. ¿Lo habrá visitado el general?

 

¿El FBI… dijo el FBI?  Otro detalle de la larga nota de The Washington Post que merece un detenido estudio es lo que Cristopher Figueras dice acerca de su esposa, a la que el periódico estadounidense identifica como Bárbara Reinefeld (aunque, al parecer su primer apellido es Bravo). El oficial contó que cuando se percató de que el golpe era un gran fracaso, la llamó para anunciarle que se entregaría a las autoridades. La esposa, quien estaba en Miami con el resto de la familia, estuvo en desacuerdo y le aconsejó que huyera hacia la frontera con Colombia. La presencia de la señora en Miami es significativa porque hasta ese momento sobre Cristopher Figuera pesaba una medida coercitiva unilateral del gobierno estadounidense por delitos de lavado de dinero y contra los derechos humanos. Obviamente, ya EEUU lo tenía como aliado, pues de otro modo su esposa no hubiese estado protegida en Miami.

 

Pero el asunto no se queda allí. Hay otro secreto revelado: dos meses antes del 30 de abril, es decir, a finales de febrero, antes de que Cristopher Figuera recibiera la visita de Omaña, su esposa fue “contactada por dos personas que dijeron que eran del FBI, durante un viaje a San Juan, Puerto Rico”. Según el exjefe de la policía política, estos dos presuntos agentes del FBI le entregaron a la señora “un sistema de comunicación encubierto”.

 

El periodista señala que “Figuera bendijo el canal directo, pero no tuvo personalmente comunicación directa con los americanos”. Bastante difícil de creer y extremadamente sospechoso que la esposa del jefe de inteligencia tuviera esa suerte de “teléfono rojo” con autoridades de otro país, sin que él lo utilizara.

 

La conspiración conjunta de EEUU y Colombia. Por si alguien tenía dudas de hasta dónde tuvieron metidas las manos los gobiernos de EEUU y Colombia en el intento fallido de golpe del 30 de abril, este reportaje, en especial las confesiones de Cristopher Figuera, lo dejan perfectamente demostrado.

 

Uno de los puntos que lo pone en evidencia corre por cuenta de la misma señora Bravo Reinefeld. “Un oficial de la administración de Trump sabía sobre el levantamiento, dijeron, y había ofrecido reunirse con ella en Washington –cuenta el diario-. Voló a Washington el 1° de mayo y recibió confirmación de que su esposo estaría seguro cuando llegara a Colombia. Figuera, contactando a militares en la zona, escapó del país, llegando a la ciudad fronteriza de Cúcuta el 2 de mayo, donde lo recibieron miembros del servicio secreto colombiano”.

 

Fracasos huérfanos. Seguramente si el golpe hubiese triunfado, le habrían salido muchos padres, pero como fracasó es huérfano. En especial, los voceros de EEUU han tratado de marcar distancia del desastroso episodio. En otro pasaje del trabajo periodístico se dice lo siguiente: “Oficiales de Washington estaban siendo informados regularmente del progreso de la conspiración, según algunas personas involucradas en la situación, y estaban ofreciendo ‘consejos’ sobre próximos pasos. Pero la conspiración per se, dijeron oficiales de EE.UU. y venezolanos que participaron, fue ‘hecha en casa’ en Venezuela”.

 

De esbirro a “Pantera Negra”. La versión de Cristopher Figuera deja también al desnudo el relativismo no solo de las llamadas sanciones de EEUU (que desaparecen si la persona cambia de bando político), sino también de una parte de la oposición venezolana. Durante años, el oficial fue señalado públicamente como un esbirro. En algunas páginas web y cuentas de redes sociales dedicadas a “rayar” a los funcionarios chavistas se mostraban fotos de él con sus familiares y se decía que había sido el torturador del general Ángel Vivas (conocido como “el General Guaya”, porque fue quien recomendó usar estos cordeles metálicos en las calles para repeler a los motorizados). Al pasarse al bando antichavista, empezaron a tratarlo como un héroe. De hecho, él mismo cuenta que le asignaron el apodo de “Pantera Negra” para mencionarlo en las operaciones del golpe.

 

(Clodovaldo Hernández / LaIguana.TV)