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Magnates de Sillicon Valley, estrellas de Hollywood y titanes de Wall Street asisten religiosamente a estos encuentros confidenciales en lujosas mansiones de Los Ángeles, Cannes y Nueva York. Encantados por el desenfreno sexual que permite este lugar, algunos optan por obtener la membresía, que cuesta 75 mil dólares y que les permite el acceso a todas las habitaciones, donde podrán explorar sus fantasías eróticas más desenfrenadas.

Cenas y bailes enmascarados terminan en orgías, encuentros homosexuales y casi todo tipo de fantasías de sadismo y bondage. Los socios reciben la dirección de una mansión distinta cada mes, y este evento de alto voltaje, se hace conocer entre sus miembros como el ‘Snctm’ (que quiere decir Santuario o Sanctum, en latín).

 

En Snctm no existen los límites sexuales, y algunos dicen que parecen auténticos bacanales de la antigua Roma, con todo el desenfreno que pudiéramos haber imaginado. Pero, como en toda secta, se manejan estrictas reglas de confidencialidad y cautela. De hecho existe una regla máxima (y de sentido común, si me preguntan): siempre se debe preguntar por la voluntad del otro antes de avanzar.

“A la vez, se les ruega a los miembros manejarse con decoro y tratar a todos con respeto y dignidad, a menos que alguno de los involucrados solicite otro tipo de tratamiento”.

 

Todo aquél que -así sea en medio de los tragos- incumpla la regla máxima, será desterrado de los encuentros y su membresía será cancelada de por vida.

 

Mientras tanto, no es extraño encontrar bellas actrices, modelos y jóvenes de todo el mundo,desfilando en ropa interior, mientras los hombres -vestidos de traje de etiqueta- las miran y las pretenden (porque claro, no existen ya suficientes lugares y conductas habituales en la que se perpetúan estereotipos de género).

Ellas no pagan, ellos sí. Entre 1.500 y 1.900 dólares por evento, a menos que posean la membresía anual, que los hará dignos de portar un amuleto de león con el que tienen acceso libre.

 
Snctm existe desde hace cuatro años, cuando el empresario Damon Lawner decidió crear un espacio para que personas económicamente exitosas pagaran por hacer realidad sus fantasías, sin miedo a ser señalados. El hombre, que es divorciado y es padre de dos hijos, defiende lo que él llama “libertad erótica”. Y bueno, el éxito que tuvo con este emprendimiento es evidente.

Sin embargo, para Lawner todo son negocios. Dice que no participa de los encuentros sexuales, ni tampoco se lo tiene permitido a sus empleados.

 

Hay tanto que ignoramos.

 

(Upsocl)

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