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A medida que Caracas se pinta de naranja, bandadas de guacamayas vuelan por sus cielos poniéndole sonido a los siempre memorables atardeceres de la capital venezolana.

El eco de sus gritos -que son llamados para recogerse al fin del día- reverbera en los edificios, logrando que el caraqueño olvide el caos citadino por un momento, y se regale a sí mismo una sonrisa.

El contacto de la gente con estas aves ha ido aumentando desde que fueron introducidas a la capital hace 30 años.

Hoy en día, miles de personas las reciben en las ventanas o terrazas de sus apartamentos. Les hablan, le dan de comer, les toman fotos.

Las “gritonas” ahora llegaron a las redes sociales, donde un grupo en Facebook llamado “Guacamayas en Caracas” se ha vuelto el punto de encuentro de 2 mil 500 usuarios que tienen en común su amor por las guacamayas.

De pajaritos a guacamayas

“El grupo se ha vuelto inmanejable, recibimos 100 solicitudes diarias”, indica entre risas Mercedes Sergheiev, una de sus moderadoras.

“Comenzamos unas 50 personas que teníamos la dicha de que nos visitaran las bichitas esas”, le dice a BBC Mundo.

El valle de Caracas se da el lujo de tener 276 especies de aves, sin contar lo que se encuentra en la inmensa cordillera que se ve al norte, conocida como El Ávila.

Así que es tradición de los caraqueños poner un plato con semillas de girasol para dar de comer a los “pajaritos”.

Así hacía Sergheiev, quien de repente vio que los “pajaritos” pasaron a ser guacamayas de casi 90 centímetros de largas.

De especies de psitácidos (es decir, guacamayas, loros y periquitos, entre otras), los expertos creen que Caracas puede ser la ciudad capital con más especies del mundo, con un total de 13.

Las más comunes son las ara ararauna (azul y amarillo), pero también se ven ara chloropterus (rojo y verde) y ara macao (amarillo, azul y rojo).

“Ahora vienen y se sienten en su casa”, dice Sergheiev. “Son groserísimas: ven que voy llegando en el carro y se van para la ventana para que les dé pan, maní y cambur (banano)”.

La naturaleza, “una forma de relajación”

A manera de la banda sonora de la ciudad, los alaridos de las guacamayas compiten con los ruidos de las motocicletas, y recuerdan que Caracas es una ciudad supremamente generosa en lo que a naturaleza se refiere.

La ciudad no solo tiene el cerro de El Ávila: hacia los otros lados también hay montañas.

En los parques urbanos se ven osos perezosos, tortugas y flamencos, entre otros animales, y las urbanizaciones están forradas de árboles con raíces centenarias.

“Caracas siempre ha sido una ciudad muy verde con el que siempre hemos tenido contacto, pero esto de las guacamayas, que es todo un fenómeno, es una forma de hacerse más amable la ciudad”, dice Sergheiev.

“Las guacamayas es como un relax, me bajan las revoluciones”, señala Sergheiev.

Marietta Hernández, miembro de la Sociedad Conservacionista Audubon de Venezuela, coincide en que este reciente fenómeno de las guacamayas tiene que ver con que la gente está buscado contacto con la naturaleza desde su casa.

“Cuando descubres el placer de poner una manzana y que te llegue semejante espectáculo, lo haces”, le dice a BBC Mundo.

“El trato que les ha dado la gente, sumado a que el clima de Caracas es muy beneficioso para los psitácidos, hizo que las guacamayas se establecieran en los cielos de Caracas”.

“Me mantengo joven”

Hernández explica que los psitácidos no son nativos del valle de Caracas, sino de zonas más tropicales como el Delta del Orinoco, la desembocadura del río más grande del país en el este de Venezuela.

Según ella, las guacamayas llegaron a Caracas gracias a un hombre: el famoso -al menos en este gremio- Vittorio Poggi, un italiano de 70 años que llegó con su padre de Génova a Venezuela hace 50 años.

Desde su apartamento en lo alto de Bello Monte, en el este de Caracas, Poggi empezó a cuidar una guacamaya que encontró perdida en la ciudad hace 30 años.

“Ella me seguía en la moto y en la camioneta por todo el barrio”, le dice Poggi a BBC Mundo. “En poco tiempo una se convirtió en dos y dos en tres y así me volví famoso en el sector”.

“Siempre me han gustado los loros, porque son muy inteligentes, porque después de 20 años vuelven a visitarte”, explica.

El viejo Poggi, quien mantiene su acento italiano como si acabara de llegar, hoy ostenta un estilo de granja en las afueras de Caracas, donde además de burros, chivos y caballos, posee 30 guacamayas.

“20 las tengo en la casa porque no saben volar, y 10 están libres, pero van y vuelven”, señala. “El contacto con los animales me mantiene joven”, dice. “Si tuviera tanto contacto con los seres humanos ya estaría muerto”.

(BBC Mundo/LaIguana.TV)