Si existe alguna duda de que la guerra es un negocio (que se maneja desde los centros financieros globales) basta con revisar las fechas, los canales y el contexto en que se ha divulgado información en torno a Erik Prince (y su compañía Blackwater o Academi) y Venezuela.
El viernes 13 de diciembre la agencia de información financiera Bloomberg distribuyó un despacho con la exclusiva de un encuentro personal en Caracas entre el «empresario bélico» y la vicepresidenta de Venezuela, Delcy Rodríguez. Tal reunión fue el mes pasado según Bloomberg, sin precisar fecha, mientras que otros medios posteriormente la han ubicado entre el 20 y el 21 de noviembre. Aunque todos los datos provienen de fuentes personales protegidas por la confidencialidad y no hay detalles o elementos documentales que permitan confirmar la realización de la reunión.
En todo caso los elementos que, según Bloomberg, explicarían las motivaciones de Prince para ir a Caracas, son escasamente verosímiles o contribuyen muy poco en explicar el viaje y el encuentro con la segunda funcionaria del Gobierno al que el «contractor» de seguridad planeaba derrocar a sangre y fuego, según la información precedente que se le atribuye.
Un primer motivo sería una especie de gestión humanitaria para procurar la libertad de los directivos de Citgo procesados por la justicia venezolana, acusados de un plan de financiamiento irregular de la corporación energética. El grupo (todos venezolanos pero con nacionalidad estadounidense) está detenido desde noviembre de 2017 y su captura y declaraciones condujeron días después a la detención del expresidente de Citgo y presidente de PDVSA (destituido previamente) Nelson Martínez. El alto funcionario falleció, por una enfermedad cardiovascular, el 12 de diciembre de 2018 en el hospital militar de Caracas, mientras permanecía privado de libertad.
Aunque no es descartable del todo, no suena para nada consistente que el paradigmático «mercenario» se convirtiera inesperadamente en negociador de rehenes y sin más trámite obtuviera la confianza del gobierno «secuestrador» que lo recibe con cena privada en el espacio residencial de una de sus principales representantes.
El otro motivo, según la misma agencia Bloomberg, es que Prince fue a proponer un «acuerdo comercial». Este argumento es aún más increíble tanto por el perfil del enviado como por el contexto en que se desarrolla la «relación» de ambos gobiernos: antes de un acuerdo comercial hay muchos aspectos previos a regularizar.
La nota de la agencia (cuyo propietario, Michael Bloomberg, se ha postulado como precandidato demócrata a las elecciones presidenciales de 2020, por lo que podría competir con Trump) da la explicación de la (supuesta o real) reunión, cuando agrega que se trataría de una oportunidad para que el gobierno de Maduro alivie la «presión financiera» a la que se encuentra sometido.
Lo que no queda claro es si esa presión afecta más a los «mercados» que al propio gobierno venezolano, cuyo jefe, Nicolas Maduro, ha logrado evitar con éxito la apuesta de Guaidó para sacarlo del poder. Así lo dice una linea más abajo la nota, en lo que parece ser una confesión explicita de quienes realmente sienten el peso del «default» de la nación suramericana.
En este contexto vale recordar la anterior mención pública que se hizo en torno a Prince y Venezuela. Fue el 30 de abril pasado (o más exactamente a la 1:04 a.m., no sabemos si hora de Londres) cuando Reuters (la agencia de información financiera que pudiera ser la competencia directa de Bloomberg) publicó una entrada informando sobre el plan del emblemático emprendedor para formar un ejército de 5000 mercenarios que invadieran a Venezuela y que en nombre de Juan Guaidó, contribuyera con el derrocamiento de Maduro.
Al igual que hoy lo hace Bloomberg, en esa ocasión Reuters aseguraba que la espectacular revelación se la habían hecho «cuatro fuentes» que igualmente exigieron resguardar su identidad.
No hubo confirmaciones abiertas y datos de origen documental que avalaran la existencia del plan, pero la «prestigiosa» agencia de información británica se cuidó de notificar a voceros legítimos de las partes mencionadas por si se querían referir al asunto. Por supuesto que en esa oportunidad no hubo reacciones. Esta vez Bloomberg logró que Guaidó y Elliot Abrams «picaran» y así darle continuidad al tema.
Pero volvamos al 30 de abril. Ese fue el día D de la «fallida» (?) intentona golpista que movilizó a unas decenas de militares que se desplegaron en un puente a las afueras de una base aérea de Caracas mientras agentes del servicio de inteligencia liberaron de su prisión domiciliaria a Leopoldo López. En el plan (al menos en la liberación de López) participó el jefe de la inteligencia, el general Manuel Cristopher, quien huyó a Colombia, tras el aparente fracaso (o realmente ineficacia) del golpe.
El dato conspiranoico de esa fecha y evento, que lo vincula con lo financiero, es que ese día vencía el pago de los intereses del bono PDVSA 2020 (respaldado en las acciones de Citgo), cuya cancelación inicialmente había sido descartada por la oposición que a través de Guaidó había tomado en febrero el control de la compañía refinadora. Los voceros parlamentarios alegaban que la deuda tenía un origen ilegal y que la emisión de los bonos no había sido autorizada por la AN.
Sin embargo, tras el «golpe» en su siguiente sesión, el parlamento dominado por el «presidente reconocido» por EEUU, aprobó el pago de los intereses (alrededor de 70 millones de dólares) con base en un dictamen del abogado José Ignacio Hernández, designado como «procurador especial». La medida fue duramente cuestionada por sectores de oposición pero se impuso «disciplinariamente» sin que mediara alguna explicación coherente hasta ahora.
En esta ocasión habría que revisar que evento similar podría estar por ocurrir que afecte a los mercados, los cuales están absolutamente deprimidos por las sanciones que impiden a entidades y ciudadanos estadounidenses negocios los titulos y bonos de Venezuela. Casi con certeza la nota de Bloomberg está cubriendo una operación financiera.
Hasta la «renuncia» de Ricardo Haussman en agosto la agenda de política económica del Proyecto Guaidó estuvo definida por la restructuracion de la deuda externa y en el contexto de lo previsto en el Plan País.
A principios de julio circuló un documento con las pautas para la reestructuración, que contemplaba el reconocimiento de todas las deudas y su trato igualitario en el sentido de no discriminar porque su origen fuera financiero (como un título o bono) o comercial. En este caso se refería a facturas pendientes de pago, reposición de divisas de importación o indemnizaciones por expropiaciones.
Pero las posiciones de Haussman se radicalizaron con respecto a su apoyo a los acreedores comerciales al punto de actuar en forma hostil hacia los tenedores de bonos.
Su salida con una carta de renuncia que envió a Leopoldo López liquidó el debate sobre el proceso de reestructuración como el mecanismo de superación del default de hecho en que han caído «los dos gobiernos».
A lo hay que agregar el «foul» de la semana pasada cuando la junta de Citgo anunció unos desastrosos resultados que más parecen la certificación de un saqueo.
Si había alguna esperanza en los mercados de que los dividendos de Citgo fueran sustanciales como para aspirar que se usaran en el pago de deuda esta se desvaneció y debe haber acabado con el precario reconocimiento de los acreedores a Guaidó.
Los mercados solo reconocen a quien tenga el control de las cuentas o de los activos. Y a falta de las primeras, que han sido confiscadas por la banca europea, son suficientemente reconocibles los más de 30 millones de barriles de crudo almacenado en Venezuela (que Maduro aspira que lleguen a 100 millones y que son el respaldo tangible y a la vista del Petro) y los 1,1 millones de barriles de petróleo que se están exportando desde noviembre.
Si hubo la reunión con Prince no es lo importante. Haya sido o no, lo esencial es que los mercados desean escuchar de una «negociación» con el que va a pagar. Y ese es Nicolas Maduro.
Y que de paso «lubrifique» la inevitable salida de juego de Guaidó tras su rotundo fracaso golpista.
Huele a Navidad…
(Victor Hugo Majano/La Tabla)