Durante su conversación con el periodista Clodovaldo Hernández, la experta en asuntos económicos y profesora universitaria, Pasqualina Curcio, ofreció explicaciones detalladas y sustentadas acerca del origen y distribución histórica de las riquezas que genera la economía de Venezuela

 

En su criterio, los mitos –que no son inocentes, sino que pretenden ocultar lo que realmente sucede en la formación económico-social venezolana– comienzan con la aseveración de que somos un país monoproductor de petróleo y que este hecho sería la causa última de creencias erróneas como que solo trabajan aquellos vinculados con esa industria y el resto, o es flojo o no trabaja. 

 

Sin embargo, tal afirmación se desmonta fácilmente, pues puede constatarse a partir de los datos históricos del Banco Central de Venezuela (BCV), que del total de la producción económica, es decir, del Producto Interno Bruto (PIB), en promedio, el 85% corresponde a producción no petrolera. 

 

En ese 85% se incluye el trabajo de “los médicos que están en los hospitales, en los ambulatorios; las maestras, todas las maestras y maestros que están todos los días en las escuelas; los jueces, los chóferes de transporte, los que están en las fábricas, los del campo, los que trabajan el campo (…)”.

 

Curcio aseguró que la economía venezolana ha crecido desde 1976, momento en el que se nacionalizó la industria petrolera, 14.700% y ha generado riquezas en el orden de los 1.4 billones de dólares. Por ello, la pregunta pertinente es: “¿dónde está esa nueva riqueza que generamos y dónde están esas divisas que ingresaron?”. 

 

La respuesta hegemónica a este planteamiento, no sólo en Venezuela, pasa por culpabilizar a los pobres por su pobreza, acusándoles de no trabajar o de no ser suficientemente productivos y si el pobre “gana en función de su productividad –porque para el sistema capitalista, el salario, se supone que tiene que estar relacionado con la productividad–, lo despilfarra”, precisó la también docente. 

 

Para Pasqualina Curcio está muy claro que esta no es la razón real. Detrás de ese discurso criminalizador hacia los pobres, se esconde, de acuerdo con los resultados de sus investigaciones cuyo sustento son las cifras oficiales del BCV, un problema de distribución. 

 

En este sentido y para ilustrar su aserveración, se preguntó: “¿Cómo estamos históricamente distribuyendo la riqueza que estamos generando? (…). En cuanto a la distribución, hay dos grandes mecanismos. Y esa distribución de las divisas por exportación de petróleo, ¿quién se ha apropiado de las divisas?”. 

 

La respuesta, es muy clara: “yo no soy la que está viviendo de la renta, ni la mayoría de los trabajadores clase asalariada, porque de esos 1.4 billones de dólares –según datos del Banco Central–, 695.000 millones de dólares fueron asignados al sector privado. Cuando vamos a hablar del sector privado, dueños del capital y además, de las grandes empresas trasnacionales. Entonces, allí uno dice: bueno, son otros los que están viviendo de la renta y además, pocos. Es un 1% de la población”. 

 

Allí radicaría el problema de la distribución de los ingresos que genera directamente la actividad petrolera. Como salta a la vista, según los datos ofrecidos, una minoría se ha apropiado históricamente de la mayor parte de estas divisas.

 

Pero hay un segundo mecanismo en el que se expresa de manera aún más evidente la distribución desigual y es el que corresponde a la riqueza que se produce a partir del trabajo asalariado. 

 

“En el proceso social del trabajo, cuánto va al factor trabajo y cuánto va al factor capital. Y esos son datos que muestra el Banco Central de Venezuela. O sea, cuánto es la remuneración del asalariado y cuánto es la remuneración o el excedente de capital. Históricamente, ha estado alrededor del 45%, remuneración asalariada y un 50% excedente de capital”, explicó. 

 

De allí que la desigualdad resulte tan abismal, puesto que, si en la actualidad aproximadamente 13 millones de habitantes se encuentran en posición de asalariados, el 45% de esa riqueza debe repartirse entre ellos; mientras que el 50% correspondiente al excedente de capital se distribuye entre muchas menos personas: apenas el 1% de la población del país.

 

(LaIguana.TV)