Ocho minutos y 46 segundos para cambiar el mundo. La muerte de George Floyd a manos de un policía blanco en Mineápolis no será un crimen racial más: ha levantado conciencias en Estados Unidos y más allá (Londres, París, Madrid…) con un grito como proclama: Black Lives Matter (Las vidas de las personas negras importan).

Mucho más que una víctima de la violencia policial, Floyd es ya un símbolo. Dos semanas después de su asesinato, de que el agente Derek Chauvin clavara su propia rodilla en el cuello de este ciudadano afroamericano de 46 años durante casi nueve minutos, Houston (Texas) vive la ‘fiesta’ de su recuerdo en un funeral.

“Estamos aquí para honrarte”, repiten los participantes en una ceremonia en la Iglesia de la Fuente de la Alabanza, donde pese a la carga emotiva y las lágrimas derramadas, no faltan la música ni los discursos de esperanza. Todos los oradores reconocen el camino de unión y derechos que ha abierto George para la comunidad negra en un país tan marcado aún por las tensiones raciales.

Han sido dos semanas de disturbios, rabia y tensión elevada hasta los límites que el propio Donald Trump ha querido provocar. Su retórica beligerante contra los manifestantes, para los que ha pedido constantemente aplicar “mano dura”, no ha hecho sino fortalecer a un colectivo disperso en centenares de municipios americanos. Y más allá, en todo el mundo. Posiblemente, desde el 25 de mayo, esas “vidas de personas negras” importan algo más.

La familia de Floyd ha vencido su dolor y hasta su odio para transmitir un mensaje radicalmente diferente, de concordia. “Mi papi ha cambiado el mundo”, reconocía su hija pequeña; “era un hombre de paz”, señalaba su hermano pidiendo el fin de las revueltas violentas. Un ejemplo de virtud que los suyos quieren que sirva de guía hacia un futuro mejor.

En esa proclama, no ha sido solo un gesto ni una foto lo que deportistas, artistas y hasta destacados miembros del Partido Demócrata han provocado al mostrarse clavando rodilla en tierra en su recuerdo. 

La muerte de George Floyd, de 46 años, por parte de un policía blanco (acompañado de otros tres agentes, blancos también) ha levantado a mucho más que varios millones de ciudadanos negros. Y su huella perdurará.

(huffingtonpost)