Casi punto por punto, los dichos de John Bolton en su libro La habitación donde sucedió (una memoria de la Casa Blanca), comprueban lo que año y medio han dicho el gobierno venezolano y diversos investigadores periodísticos y académicos: la operación de cambio de régimen, especialmente en su “Etapa Guaidó” ha sido un rotundo fracaso, una sucesión de despropósitos y hasta una comedia de equivocaciones.

En las líneas que han trascendido hasta ahora queda en evidencia que el gobierno de Donald Trump incurrió en el más reiterativo error de la dirigencia opositora venezolana: subestimar al contrincante y sobreestimar sus propias fuerzas.

Bolton cuenta todo, como es natural, desde su ángulo y, por tanto, salva su responsabilidad. Tomando sus palabras con esa salvedad, se concluye que es cierto lo que el gobierno y los sectoresrevolucionarios llevan años denunciando: Trump era partidario de una invasión militar a Venezuela, operación que le parecía “cool”.  Quienes lo han negado van a tener que buscarse nuevos argumentos.

Las promesas de López

Según Bolton, la idea de la presidencia interina no fue de ellos, sino de la oposición venezolana, que presentó la idea como su última oportunidad para salir de Maduro. Para sumarse a esa aventura, creyeron en la versión de Leopoldo López y otros dirigentes de la ultraderecha, según quienes al hacer esa jugada iban a tener apoyo de la Fuerza Armada Nacional Bolivariana.

Esto lo han dicho muchas veces los voceros del gobierno y analistas de diversas tendencias. Tal vezahora, que lo ha dicho uno de los protagonistas, muchos opositores de base acaben por darle crédito. 

El libro es como una gran confesión. Solo la laxitud de los parámetros morales de la élite política estadounidense permite que se admitan tantos hechos bochornosos y nadie se extrañe.

Por ejemplo, queda en evidencia que declarar a un país patrocinante del terrorismo no es una decisión basada en ningún tipo de estudio o de pruebas judiciales, sino uno de los mecanismos para forzarlo a adoptar un modelo político y económico  diferente al que se ha dado autónomamente. Bolton fue partidario de meter a Venezuela en esa lista en octubre de 2018, pero no logró convencer a quienes debían decidirlo.

Igualmente se observa en su relato cómo la trama del bloqueo tiene motivos corporativos. Bolton cuenta que cuando se planteó radicalización las sanciones petroleras, uno de los que se opuso fue el secretario del Tesoro, el banquero Steve Mnuchin, quien abogó por los intereses de las corporaciones petroleras estadounidenses que siguen operando en Venezuela. Quienes sigan creyendo que EEUU toma esas decisiones para cuidar al mundo de los grupos extremistas, debe someterse a un inmediato tratamiento contra la ingenuidad.

Cuando se hablaba de Venezuela, Trump siempre planteaba que lo fundamental era sacar a China y a Rusia de los negocios petroleros y convertirlos en privilegio de las empresas de EEUU.

La moribunda OEA

Otra contundente realidad que Bolton expone y que confirma lo que todos los observadores más o menos serios han dicho en este tiempo es que la Organización de Estados Americanos era un cascarón vacío al que se reanimó con el único propósito de derrocar al gobierno de Venezuela, insuflándole oxígeno a Juan Guaidó. Él usa el término «moribunda» para referirse al organismo que lidera Luis Alamgro. Esto debe tener muy consternados a los que aún no se habían convencido de que la OEA sigue siendo, el ministerio de Colonias de EEUU.

En otras palabras: un coco seco

Una de las revelaciones fundamentales de Bolton en su libro es la decepción que sufrió Trump con respecto a Guaidó.

Señala el exasesor que desde un principio, el presidente estadounidense tuvo la impresión de que era «un chico al que nadie conoce». Tiempo después, fue un poco más lejos y dijo que «no tiene lo que se necesita». En algún  momento lo comparó con Beto O’Rourke, un político del Partido Demócrata, exprecandidato presidencial, al que Trump menosprecia y considera débil.

Su impresión se parece mucho a la de dirigentes políticos del chavismo. Por ejemplo, con los servicios de un buen traductor, probablemente puede llevarse al inglés la tajante expresión que usó Diosdado Cabello para describir a Guaidó, luego de su reunión secreta en un hotel de Caracas: «Es un coco seco».

En todo caso, Trump siguió apoyándolo bajo la premisa de que al llegar al gobierno será «extremadamente leal a EEUU y a nadie más». Imposible una mejor definición para un gobernante lacayo.

Nada salió como se había previsto

Las infidencias de Bolton pueden resumirse en una breve frase: nada salió como estaba previsto.

Los militares no se alinearon con Guaidó el 23 de enero, cuando se autoproclamó; no se sumaron a la invasión planificada para ejecutarse después del concierto de Cúcuta; el Tribunal Supremo de Justicia no se puso del lado de López y Guaidó el 30 de abril de 2109; el ministro de la Defensa tampoco; y el general Suárez Churio no traicionó a Maduro.

Otras decepciones tuvieron que ver con Colombia. Según Bolton, el gobierno de ese país «se quedó frío» a la hora de la verdad, el 23 de febrero, día previsto para entrar a la fuerza, con la excusa de la ayuda humanitaria. Temían un enfrentamiento militar para el que no estaban preparados, asegura el exasesor convertido en autor.

El libro de Bolton tiene aún más, pero en esta primera aproximación pinta el terrible cuadro de una superpotencia manejada por una élite degenerada, empeñada en aplastar a un país mucho más pequeño e imponerle un presidente al que desprecian en términos personales y políticos, pero que saben que será fiel a sus dictados.

Muchas frases pueden usarse como ejemplo de la esencia del libro. Una de ellas es la que se refiere a los sucesos del llamado «Cucutazo». Al respecto dice: «La operación del 23 de febrero simplemente fracasó. Para la noche, pensé en que la oposición había hecho muy poco para tener éxito. Me decepcionó que los militares no respondieron como hubiera querido. Y me sorprendió que ni Guaidó ni Colombia tenían alternativa».

(Clodovaldo Hernández / LaIguana.TV)