Durante la crisis económica y política creada en el país por la imposición del bloqueo total de Estados Unidos, la Unión Europea y gobiernos aliados al plan que pretende asfixiar a la población, muchos venezolanos decidieron emigrar a otros países en busca de una supuesta tranquilidad y mejores condiciones de su calidad de vida.

La burbuja en la que estuvieron viviendo miles de venezolanos migrantes explotó recientemente con la llegada de la pandemia del COVID-19, que generó estrictas medidas de confinamiento que dejaron en total vulnerabilidad a estas personas, quienes sin ingresos laborales, pues muchos de ellos trabajan de forma informal y sin ahorros suficientes, no pudieron seguir pagando los alquileres de las pensiones, habitaciones o viviendas que tenían alquiladas.

A través de medios internacionales se han conocido testimonios de familias que han sido desalojadas, además de haber sido víctimas de maltrato psicológico y amenazas de violencia física, y que terminaron en la calle viviendo a su suerte.

Uno de esos testimonio es el de la familia Uzcátegui Contreras, que mantenían un contrato verbal con su arrendatario y que hoy se encuentran en la calle.

«Nos quedamos en la calle en plena Semana Santa, el 9 de abril, apenas comenzaba la segunda extensión de la cuarentena«, refirieron, al tiempo que explicaron que el desalojo se dio entre violencia verbal y amenazas a la integridad física de cada uno de los miembros de la familia.

Leo Uzcátegui, de 31 años y padre de dos menores de edad, tenía cerca de dos semana sin poder trabajar debido a la cuarentena.

Explica que todo empezó con llamadas telefónicas acosadoras y visitas para recordar que se debían retirar.

«Hasta que un día llegó el arrendador y con una enorme rabia empezó a dar patadas a la puerta. Uno de mis hijos abrió y comenzaron los gritos. Nos amenazó y nos dijo que teníamos hasta las 11 de la mañana para salir de ahí. Nos dijo que tenía 100 soles disponibles para pagarle a dos malandros, que también vivían en la pensión, para que nos sacaran«.

La familia decidió sacar sus pertenencias del domicilio y pernoctaron esa noche en la calle. «Ni la policía se acercó para ver qué pasaba o advertirnos que debíamos resguardarnos por el toque de queda«, comentó el padre de la familia.

Los Uzcátegui decidieron quedarse en Lima, a diferencia de otras familias desalojadas que optaron por volver a sus hogares en Venezuela.

Según información difundida por medios internacionales aproximadamente 55 mil familias son las que se encuentran en la misma situación, muchos son grupos familiares compuestos por madres solteras, parejas con hijos pequeños, alguna persona con movilidad reducida o con capacidades especiales.

(LaIguana.TV)