El pensador inglés del siglo XVI Thomas Hobbes, uno de los padres del concepto de contrato social, fue el tema de la clase de filosofía en la que se transfigura los viernes el programa Desde Donde Sea.

El filósofo y comunicador Miguel Ángel Pérez Pirela, explicó su visión de este autor que, partiendo de una visión muy pesimista del ser humano, planteó una fórmula para compensar los terribles defectos de la especie (egoísmo, individualismo, violencia) y hacer posible la vida en sociedad.

«Hobbes estableció la idea del contrato social, que luego fue desarrollada por el iluminismo francés. Su propuesta, que está plasmada en su obra El Leviatán,  es una especie de monstruo. En una mano lleva el signo distintivo del poder divino y en la otra, el signo distintivo del poder civil. Ese monstruo debía encontrarse por encima del vulgo y de la iglesia. Comienza a avanzar en la idea de que puede existir un poder que, sin ser divino, sobrenatural, trascendente, metafísico, podía resumir todos los poderes del ser humano».

Para hacer este planteamiento, Hobbes partió de un estudio del ser humano en el que este no queda bien parado. «Buscó un concepto de naturaleza humana, para estructurar una teoría a partir de las características y concepciones de lo que somos. Recordemos que para Aristóteles, el hombre era zoon politikon, animal político, un animal que se inscribe en la polis, en la comunidad, en la sociedad, en el pueblo. Es un animal comunitario. Para Maquiavelo, en 1512, en el Renacimiento, en cambio, el ser humano no era zoon politikon, sino un ser egoísta, individualista, narcisista y por tanto es difícil que pueda vivir en comunidad. Hobbes también nos da una imagen pesimista del ser humano».

Aclaró que no se trata de juzgar si ese concepto es bueno o malo, alto o bajo, de izquierda o de derecha. «Una amiga me planteó que esperaba que hoy (en el programa) destruyera a Hobbes. Pero cómo destruirlo sin saber de qué se trata. La mayoría no lo sabe. Para destruir el machismo hay que estudiarlo. Lo mismo pasa con capitalismo y neoliberalismo. Debemos estudiar aquello a lo que nos oponemos, no hacerlo por frustraciones personales. Seamos serios al menos por una vez en la vida», dijo.

«Dicho en un lenguaje directo, para Thomas Hobbes el hombre era una mierda: un ser egoísta, individualista, y que atacará toda industria humana que alguien quiera levantar, entendida esta palabra no en la idea de fábrica de algo, sino cualquier iniciativa humana. Decía que si tú tenías una familia, una granja y unos animales, vendía alguien y te va a quitar todo lo que tengas porque es más fuerte que tú. De allí su frase Homo homini lupus, el hombre es lobo del hombre».

«Para Hobbes, entonces, en su estado de naturaleza, todos somos enemigos de todos, un concepto que sería retomado ya en siglo XX por Jean-Paul Sartre, cuando escribió L’enfer c’est les autres, el infierno son los otros -continuó-. Pero no se queda limitado o enfrascado o definido en la idea pesimista de ese hombre enemigo del hombre. Propone una solución política: trascender esa naturaleza a través de un contrato social. Como quiera que se encuentra inmerso en una especie de guerra civil, sin seguridad sobre nada, el hombre debe establecer contrato social».

Enfatizó que la inseguridad generada por el hombre mismo, solo queda la alternativa de darle nuestra libertad a una tercera entidad: el Estado moderno. Los hombres intercambian su libertad absoluta del estado natural, que los hace absolutamente libres, cediendo una parte de su libertad al Leviatán, a cambio de que el Leviatán les dé seguridad.

«El Estado no es otra cosa que esa entidad política a la cual le das una parte de tu libertad absoluta a cambio de que te proteja», subrayó.

Como ejemplo de lo planteado expuso el caso de un individuo que pone música a todo volumen a las 3 de la madrugada, alegando que es libre para hacerlo. Pero hay otra persona que duerme a esa hora y considera que está ejerciendo su libertad al dormir. En estado de naturaleza, los dos son absolutamente libres, pero se genera un conflicto entre ellos. El Estado absoluto de naturaleza lleva a la guerra civil. El conflicto lo resuelve el Leviatán, al que le han entregado parte de su libertad para que la regule a través de un contrato. 

«En este punto me permito una breve digresión: en ciertos casos, debemos tener muchos a prioris y muchos pre-juicios con quienes nos quieren vender una especie de libertad absoluta. No podemos ser absolutamente libres si queremos vivir en una sociedad. Porque esto significa despojarse de una parte de la propia libertad. Y no hablo solo de un país o una ciudad. Una pareja es una sociedad en la que nos despojamos de nuestra absoluta libertad, de parte de nuestros placeres y gustos a partir de un contrato social y acuerdo en búsqueda de un bien mayor».

Respondiendo a la inquietud de una usuaria, señaló que, ciertamente, «la ley es un límite, una frontera, un impedimento, pero ¿podemos vivir sin leyes? Si alguien no limita mi libertad absoluta, voy a violar la libertad del otro, voy a terminar propiciando la guerra civil, voy a querer resolver los problemas a través de la violencia y no de las instituciones reguladoras».

Pesimista con soluciones 

Pérez Pirela comentó que con Hobbes ha ocurrido algo similar a lo que pasa con Nicolás Maquiavelo: ambos han sido víctimas de la simplificación excesiva. Es cierto que Hobbes parte de una idea pesimista del ser humano, pero su propuesta hace que el individuo trascienda su naturaleza y acepte la idea del contrato social. «No puede decirse que plantee una visión completamente pesimista del hombre porque siempre tiene la oportunidad de salir de su estado de naturaleza egoísta individualista, y trascender hacia un estado cultural de contrato social».

En buena medida, los resquemores con Hobbes vienen del hecho de que el  Estado que se ha creado para mediar en los conflictos propios de la naturaleza humana, muchas veces ha terminado por ser,  en rigor, un Leviatán, un monstruo que aplasta al individuo y ahoga no una parte, sino toda su libertad. Haciendo esa salvedad, el moderador insistió en que, a su juicio, la de Hobbes es una teoría optimista porque «al partir de la idea de que el hombre es una mierda, se comienza a trabajar para superar ese estado».

Dijo que la aparente contradicción recuerda lo que ocurría, en el siglo XIX, con Arthur Schopenhauer el padre el pesimismo, a quien solían preguntarle cómo se le veía tan feliz, de fiesta en fiesta, si tenía una visión tan oscura de la humanidad. «Respondía que la única manera de vivir en una sociedad de mierda, con un hombre de mierda, era el optimismo».

Al cierre de la clase de filosofía, cuestionó a los intérpretes que desnaturalizan a aquellos pensadores a los que analizan; y también criticó a los que pretenden dárselas de inteligentes posteando en redes sociales frases o párrafos de un pensador, sin haber leído su obra. «No lo hagan», aconsejó.

Poesía

En el segmento literario del programa de los viernes, Pérez Pirela anunció que en las próximas semanas, dos novelas suyas serán publicadas en Caracas. 

Mientras ambientaba el momento con música de Thelonious Monk en disco de vinil, citó al filósofo y lingüista Ludwig Wittgenstein, quien decía que de lo que no se puede hablar es mejor callar.

Ofreció leer un poema suyo, titulado Mango bajito, pero lo que hizo fue comer un mango que estuvo sobre el escritorio desde el principio del programa.

El primer poema leído fue Animal cansado, de Alfonsina Storni

Quiero un amor feroz de garra y diente
Que me asalte a traición en pleno día,
Y que sofoque esta soberbia mía,
Este orgullo de ser todo pudiente.

Quiero un amor feroz de garra y diente
Que en carne viva inicie mi sangría
A ver si acaba esta melancolía
Que me corrompe el alma lentamente.

Quiero un amor que sea tormenta,
Que todo rompe y lo renueva todo
Porque vigor profundo lo alimenta.

Que pueda reanimarse allí mi lodo
Mi pobre lodo de animal cansado
Por viejas sendas de rodar hastiado.

Leyó dos poemas del rapero español Nach, cuyo libro, Hambriento, había recomendado en el programa del miércoles.

El primero fue Aquellos

Soy aquellos que se fueron
porque ellos dejaron en mí un pozo
una enseñanza diciendo
que aproveche mi tiempo aquí
que ser feliz es elección mía
que sufrir es elección mía
Soy aquellos que están presentes
porque ellos me ayudan
a ser consciente de cada momento
y me dan la oportunidad de amarlos,
de tocarlos, de sentirlos junto a mí
en este mi tiempo que es el nuestro.
Soy aquellos que aún no han llegado
porque por ellos lucho
para dejarles un mundo más respirable
más responsable y bondadoso.
Porque cuando yo no esté
ellos serán los que me nombren
y me resuciten en sus instantes.

El segundo poema de Nach fue el titulado De repente

Ya no importa el dinero
ni los monumentos que el mundo espera mostrarme
ni los manjares exóticos de mil colores.
Ya no importa el mal
ni los fenómenos naturales que me dicen
que no queda tiempo.
Ni el sol con la luna turbándose.
Ya no importa la ciudad
ni aquello que perdura más allá de mis sentidos
ni los reinos ni los sábados ni los domingos
Ya no importa lo posible
ni aquello vivido, visto o aprendido
ni todas las lágrimas pasadas que me adelgazaron.
Me ha ocurrido de repente
todo ha desaparecido aquí y existe en otro planeta.
Y el yo de ayer es el yo de hace siglos.
Y el paisaje de antes es la foto de un viejo periódico.
Y lo demás está de más que nunca
Me ha ocurrido que, de repente, solo quiero vivir en ti.

Seguidamente, declamó un poema de su autoría

El recuerdo es como una vida paralela
que nos persigue
El recuerdo es como una sombra del alma
una alucinación constante
Desafía la lógica
El recuerdo es como un ser y un no ser 
al mismo tiempo
Y ya no sé si en el mismo espacio.

También por solicitud del público, recitó Carpe diem, de Walt Whitman

No dejes que termine el día sin haber crecido un poco,
sin haber sido feliz, sin haber aumentado tus sueños.
No te dejes vencer por el desaliento.
No permitas que nadie te quite el derecho a expresarte,
que es casi un deber.
No abandones las ansias de hacer de tu vida algo extraordinario.
No dejes de creer que las palabras y las poesías
sí pueden cambiar el mundo.
Pase lo que pase nuestra esencia está intacta.
Somos seres llenos de pasión.
La vida es desierto y oasis.
Nos derriba, nos lastima,
nos enseña,
nos convierte en protagonistas
de nuestra propia historia.
Aunque el viento sople en contra,
la poderosa obra continúa:
Tu puedes aportar una estrofa.
No dejes nunca de soñar,
porque en sueños es libre el hombre.
No caigas en el peor de los errores:
el silencio.
La mayoría vive en un silencio espantoso.
No te resignes.
Huye.
“Emito mis alaridos por los techos de este mundo”,
dice el poeta.
Valora la belleza de las cosas simples.
Se puede hacer bella poesía sobre pequeñas cosas,
pero no podemos remar en contra de nosotros mismos.
Eso transforma la vida en un infierno.
Disfruta del pánico que te provoca
tener la vida por delante.
Vívela intensamente,
sin mediocridad.
Piensa que en ti está el futuro
y encara la tarea con orgullo y sin miedo.
Aprende de quienes puedan enseñarte.
Las experiencias de quienes nos precedieron
de nuestros “poetas muertos”,
te ayudan a caminar por la vida
La sociedad de hoy somos nosotros:
Los “poetas vivos”.
No permitas que la vida te pase a ti sin que la vivas.

Finalizó con una reflexión que desembocó en el último poema de la noche: «Una cosa es la sexualidad, otra cosa es la sensualidad. Ay de aquel que piensa que toda fruta acaba en la cáscara, como decía José Martí. Ay de aquel que puede pensar que puede disponer del cuerpo de otro, sin disponer de su alma. Solo podemos disponer de los cuerpos de otros si antes hemos seducido sus almas. Si no, es violación. Es sexualidad, pero no sensualidad:

No quiero pulsar latido
hechos con febril urgencia
quiero andar la transparencia
más allá de los sentidos.
Amor sólo de gemidos
el hastío lo desarma
por eso hoy quiero con calma
de donde tu piel comienza
besar hasta lo que piensas
pero palpándote el alma.

(LaIguana.TV)