En la más reciente entrega de Entre Líneas, la investigadora Naile Manjarrés reconstruyó el recorrido histórico de oportunismo y traición que ha signado los destinos de América Latina desde tiempos de la Independencia hasta nuestros días y que se ha traducido en la imposibilidad de establecer un frente común duradero, sustentado en políticas de alianza solidaria. 

«La unión de los países del Sur es el mayor temor de quienes codician todo lo que yace en el suelo de los países de América Latina. Por ello hacen todo lo posible para que no se consoliden en términos de libertad o de soberanía y mucho menos en distribución equitativa de sus riquezas», resalta Manjarrés, un asunto que, lejos de ser de carácter contingente o de data reciente. «A las nuevas generaciones, que les quede claro: sin importar el líder de turno, esta es una pugna histórica», advierte.

Y en tanto conflicto de largo aliento, precisa que ya en 1822, el Libertador Simón Bolívar se aprestó a poner en marcha un proyecto que concibiera en su Carta de Jamaica: la creación de una Confederación de Estados Americanos, cuya capital debía localizarse en Panamá. Empero, aquella gesta libertadora se convirtió en quimera de la historia, cuando aquellos que un día lucharon a su lado, antepusieron sus intereses particulares y azuzaron la rivalidad entre naciones. 

No obstante, pese a los «años de una inercia que deparaba en una constante: el olvido, Venezuela se convirtió en el único país de América que tiene el proyecto bolivariano como hoja de ruta en su Constitución desde 1999» y desde entonces se ha empeñado en «preservar la unión entre los países soberanos de América», destaca la investigadora.

De ahí que el rol protagónico de Venezuela en la creación de nuevos mecanismos de integración basados que se sustentaran en la solidaridad entre los pueblos y apostaran por actuaciones independientes del Gobierno de los Estados Unidos, sea insoslayable. 

A este respecto, Naile Manjarrés recuerda que en 2005 «Venezuela convocó al entierro del Tratado de Libre Comercio para las Américas (ALCA) que promovía Estados Unidos» y bajo el liderazgo del presidente Hugo Chávez –quien en su día dijera: «Alca, alca, ¡al carajo!»–, se conformó la Alianza Bolivariana para los Pueblos de Nuestra América (ALBA). Además, muy de seguidas el país abandonó la Comunidad Andina de Naciones (CAN) y el Grupo de los Tres. ¿El argumento? «Estos organismos reproducen las políticas de libre mercado, cuyos Tratados de Libre Comercio (TLC) perjudicaban y afectan seriamente a largo plazo las economías de la región». 

Los hechos parecen demostrar que hace década y media, Venezuela tenía razón, toda vez que «desde entonces, el poco o nulo desarrollo de los países que han accedido a la firma de un TLC con Estados Unidos, pueden dar cuenta de esta proyección hecha realidad», subraya Manjarrés.

Pero la apuesta de nuestro país por la integración regional fue todavía más lejos, pues «la década pasada, Venezuela también buscó ampliar el grupo de países asociados a la Unasur, cuya ausencia como coalición pesa más que nunca en tiempos de pandemia. Y se creó también, con vasto apoyo de Cuba, la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (CELAC), para promover la integración regional. ¿Cuántos recuerdan que en 2014, la CELAC proclamó a América Latina y el Caribe como zona de paz?», refiere. 

En contraste, la analista apunta que la derecha regional no ha ofrecido ninguna alternativa de integración que se aproxime siquiera lejanamente a las propuestas venezolanas. Su intento más reciente, el llamado Grupo de Lima, fue creado en 2017 con un único propósito: derrocar al presidente Nicolás Maduro por el método que fuere, incluyendo aquellos que, se pensó, la tradición democrática instalada en la región ya había condenado a la obsolescencia. 

«De allí en adelante, solo tuvo lugar la decadencia. Los países americanos que lograron, a través de sus mandatarios, manejarse bajo criterios de solidaridad necesarios para enfrentar grandes obstáculos, claudicaron, como en los años postreros del Libertador. Parece haberse dado por obviado una premisa base de Bolívar: no podemos tener traidores en las filas. De lo contrario, perderíamos la Patria», recapitula, para mostrar que, hoy como ayer, la traición de los gobiernos de turno, ha condenado a los pueblos de América Latina a la sujeción externa.

En la actualidad, de esto son vivo ejemplo personajes como Lenín Moreno, Michelle Bachelet y Luis Almagro, cuyas acciones serán objeto de análisis en la próxima entrega de Entre Líneas.  

(LaIguana.TV)