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Temir Porras ha escrito una carta dirigida al presidente de la república, Nicolás Maduro, a raíz de una misiva que recibiera de manera pública de manos de Lorenzo Mendoza. Recordemos que en días pasados Mendoza, dueño de Empresas Polar, hizo pública una carta en la que se dirigía al presidente Maduro.

 

Porras, en su artículo, sugiere que debe haber mano dura en cuanto al otorgamiento de divisas hacia el sector privado, asegurando que subsidiar a la industria alimenticia privada no ha significado bienestar del pueblo y que permite que estos manipulen políticamente haciendo la guerra económica.

 

A continuación el artículo de opinión completo de Temir Porras y publicada en notiminuto.com.

 
Señor Presidente, querido amigo.

 

Hace pocos días los venezolanos recibimos, por razones que superan mi entendimiento, una carta del Señor Lorenzo Mendoza que estaba destinada a usted. Tras haber reflexionado en profundidad sobre el asunto, llegué a la conclusión que el Señor Mendoza ha debido confundir, a la hora de intentar enviarle la misiva, su cuenta de correo electrónico con su cuenta de twitter o de facebook y, lamentablemente, una vez que pisó el botón de envío, lo que tenía que llegarle sólo a usted nos llegó a decenas de millones de personas.

 

Coincidirá usted conmigo en que no deja de ser tragicómico que al Señor Mendoza le pase con sus cartas exactamente lo contrario de lo que le pasa con los alimentos que producen sus empresas, que deberían llegarnos a todos pero que nadie encuentra por ninguna parte. Aunque también me concederá usted que, si maneja sus industrias con la misma destreza con la que manipula su computadora, no es de extrañarse que haya tal caos en las cadenas de distribución, que los productos que tienen que llegar a Cumaná aparezcan de repente en Cúcuta, por la simple razón que las dos ciudades empiezan por “C” y terminan por “A”. Vaya usted a saber.

 

El asunto es que no pude impedirme leer el contenido de esa carta que no me estaba destinada, y debo confesarle que experimenté, al terminar de recorrerla, un profundo sentimiento de decepción. En primer lugar, por la pobreza de la redacción. “Yo”, “nosotros”, “nosotros”, “yo”. No logro determinar a ciencia cierta si el redactor tiene un problema de fondo con la gramática de nuestra lengua que lo hace saltar sin justificación de la primera persona del singular a la del plural, o si se trata de un esquizofrénico que cree ser una y varias personas a la vez y, a la mejor manera de Luis XIV, piensa que “Polar, c’est moi!” y que con él emitir palabra basta para que hayan hablado como por arte de magia sus 30.000 trabajadores. En política, lo de Luis XIV se llamó Monarquía Absoluta, y quedó atrás en la historia como una curiosidad megalómana del siglo XVIII, si ve por dónde va mi comparación… El caso es que si se reúne con el Señor Mendoza, yo recomendaría que tuviese a mano, en aras de sacar el mejor provecho del encuentro, o un maestro de segundo grado de primaria, o un psiquiatra. En caso de necesidad, supongo que los compatriotas Aristóbulo Istúriz y Jorge Rodríguez bien podrían asistirle.

 

Y menciono la eventualidad de la reunión porque, es el segundo punto decepcionante de la carta, tampoco queda muy claro cuál es el objeto de la epístola. Por una parte, aquello parece un folleto promocional de las empresas del Señor Mendoza, que son una maravilla, de acuerdo al autor de la carta, por donde quiera que usted las vea. Esto llama mucho la atención cuando se tiene en mente lo que dicen las malas lenguas, y es que el Señor Mendoza habría escrito apurado ante la inminencia de una intervención estatal de sus empresas, porque francamente al leer la carta pareciera que lo que está es tratando de vendérselas a usted: Polar es no solamente una maravilla, sino que además es la solución a todos sus problemas. Curioso ¿no?

 

Por otra parte, pareciera también que el Señor Mendoza ignora profundamente la compleja y titánica tarea de gobernar un país, y piensa sinceramente que lo puede impresionar a usted con lo que él considera sus logros. ¿Qué la Revolución erradicó en 5 años el analfabetismo y redujo a la mitad en una década los índices de pobreza? ¡Eso no es nada al lado de haber logrado en tan solo 75 años que cada borracho venezolano tenga su cerveza bien fría en el último rincón del país! ¿Que un Jefe de Estado debe lidiar con asuntos como la salud, la educación, la defensa, la seguridad, la diplomacia? ¡Pan comido al lado de la sofisticadísima alquimia que supone producir harina, mantequilla y refresco! ¡Productos todos que son resultado de la más avanzada investigación fundamental y llevan incorporada tecnología de última generación! ¿Qué Apple, vale? ¡Polar! Mientras la Revolución atenta contra la salud oftalmológica de nuestros niños sometiéndolos desde su más tierna infancia a la irradiación agresiva de la pantalla de una Canaimita, Empresas Polar los satisface de azúcares, carbohidratos y grasas, productos que todo nutricionista sensato incluiría en la lista prioritaria de alimentos infantiles balanceados. Mercal, en su estrecha visión socialista, garantiza el derecho a la alimentación, mientras que Polar nos da acceso a decidir libremente convertirnos en gorditos mofletudos, y rellena las curvas que hacen la reputación mundial de nuestras bellas féminas.

 

Estimado Presidente, sin duda me estoy metiendo en lo que no me compete, pero le aseguro que no fui yo quien pidió que la famosa carta llegara a mi pantalla, y entonces me vi en la obligación de opinar. Créame sinceramente que, si de verdadero “revolcón” se trata, lo último que le recomendaría sería quitarle al Señor Mendoza sus empresas, porque francamente le estaría haciendo un favor. Por el contrario, yo lo pondría a trabajar en serio, y a demostrar que es capaz de producir eficientemente en una economía donde los subsidios a los alimentos no vayan a parar directamente en los bolsillos de los empresarios y los especuladores. El sistema cambiario que hemos tenido hasta ahora, por ejemplo, lo único que garantiza es que empresarios como el Señor Mendoza reciban dólares baratos, baratísimos, prácticamente regalados. Y la política del Estado consiste en suponer que los empresarios le van a trasladar ese precio barato en sus productos a los consumidores, pero eso nunca sucede.

 

Entonces el Estado regula los precios, y los productos desaparecen, bien sea porque los empresarios deciden no venderlos, o porque los venden con la complicidad de los especuladores y terminan alimentando el “bachaqueo”. Créame sinceramente que, al contrario de lo que usted pueda pensar y de lo que el Señor Mendoza pueda decir en público, los únicos que están felices con un dólar subsidiado a 6,30 BsF son los empresarios, y en general los menos escrupulosos. Y, por favor, no crea que poniendo al Estado a importar en lugar de los empresarios va a resolver el problema, por lo menos no mientras el sistema cambiario sea el mismo, porque en ese caso en vez de los empresarios, los que van a estar felices serán los funcionarios… ¿Por qué no explora la pista de que quienes necesiten dólares, entre ellos los empresarios y el mismo Estado, los compren al precio que de verdad cuestan? Eso significaría dejar de subsidiar directamente al Señor Mendoza, quien visiblemente no se lo retribuye a usted con su cariño, y le daría la posibilidad de utilizar esos recursos para transferirle los subsidios directamente al pueblo que de verdad los necesite, con dinero o con operativos de Mercal y PDVAL como se viene haciendo hasta ahora…

 

En fin, no era mi intención ponerme como el Señor Mendoza a decirle a usted lo que tiene que hacer o no, pero créame que basta con leer una carta del dueño de Polar para que a uno le provoque salir a responder. Pero por supuesto que esto no lo voy a decir en público, y lo dejo aquí estrictamente entre usted y yo, por si puede serle de alguna utilidad.

 

Reciba un respetuoso saludo bolivariano.

 

¿A ver? ¿Dónde es que está el botón de enviar?

 

Temir Porras Ponceleón

 

(@temirporras)