lunes, 2 / 12 / 2024

Nancy Pelosi insinúa que hubo «cómplices» del asalto entre los miembros del Congreso

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La presidenta la Cámara de Representantes, Nancy Pelosi, ha insinuado que pudo haber «cómplices» del asalto al Capitolio entre los congresistas y los senadores y ha advertido que tendrán que rendir cuentas ante la justicia. Más de treinta demócratas han firmado una carta pidiendo una investigación a partir del testimonio de la congresista Mikie Sherrill, que asegura haber visto a «colegas dirigiendo grupos de reconocimiento» dentro del edificio del Capitolio el 5 de enero, un día antes de los incidentes violentos que se cobraron cinco muertos.

«Si de hecho se demuestra que han habido miembros del Congreso que fueron cómplices de la insurrección, que ayudaron e instigaron para cometer el delito, tendrán que responder de sus acciones más allá del Congreso y podrán ser procesados por ello», declaró Pelosi.

El Departamento de Justicia ha confirmado la apertura de 175 investigaciones penales en conexión con el asaltos al Capitolio, aunque el número podrá superar las 300 durante el fin de semana. Michael Sherwin, fiscal general en funciones del Distrito de Columbia, confirmó que se están investigando «delitos significativos» contra los implicados en el asalto, incluidos varios agentes y ex agentes de las fuerzas de seguridad.

«No nos importa vuestra profesión: os acusaremos igualmente y seréis detenidos», advirtió Sherwin, que no precisó de momento si la investigación incluye a cargos políticos. El director adjunto del FBI, Steven D’Antuono, hizo un llamamiento a la colaboración a los familiares y conocidos de los participantes en el asalto: «Va a ser mejor que declaréis por vuestra cuenta en vez de preguntaros cuándo vamos a llamar a vuestra puerta… ¡Porque llamaremos a vuestra puerta!».

El FBI está tendiendo sus redes por todo el país, a la caza y captura de los participantes en la irrupción violenta. La policía está investigando al mismo tiempo hasta qué punto la entrada en el Capitolio ocurrió por combustión espontánea (tras la «Marcha para Salvar América» en la que Donald Trump pidió a su seguidores una «demostración de fuerza») o si fue más organizada de lo que se pensó en el principio, con «ramificaciones» como los fallidos intentos de hacer explotar artefactos caseros en las sedes del Partido Demócrata y del Partido Republicano.

Otras pistas conducen a la posibilidad de «tours de reconocimiento» en el Capitolio durante los días anteriores, en los que supuestamente participaron futuros asaltantes camuflados entre los visitantes diarios, o con la asistencia de personal o de miembros del Congreso.

Durante el ataque, en el arranque de la ceremonia de confirmación del presidente electo Joe Biden, el primer grupo de «insurrectos» logró acceder al Senado apenas un minuto después de que el vicepresidente Mike Pence fuera evacuado. El FBI ha reconocido que decenas de participantes en el asalto cuentan con antecedentes penales y algunos de ellos figuraban incluso en la «lista negra» de sospechosos de terrorismo.

Jacob Chansley, conocido como el Chamán de QAnon, compareció el viernes en un tribunal de Arizona por su participación en los incidentes (llegó a ocupar la silla del vicepresidente disfrazado con una cornamenta y una piel de coyote). «Mi cliente sirvió honorablemente en el ejército y no hizo más que obedecer una llamada muy clara por parte del presidente, que debería perdonarle», alegó su abogado, Albert Watkins.

El policía Michael Fanone, herido en los incidentes, estremeció entre tanto a los norteamericanos en un entrevista en la CNN en la que relató cómo fue abatido por los asaltantes, que intentaron quitarle el arma reglamentaria entre gritos de «¡Mátale con su propia pistola!». «Recuerdo que llegué a gritar que tenía hijos y eso parece que funcionó», declaró Fanone.

El FBI ha alertado entre tanto de la posibilidad de incidentes no solo en Washington, sino en los 50 capitolios estatales como los de Michigan o Georgia, donde ya se produjeron protestas «armadas» en las semanas siguientes a las elecciones. Las calles de la capital han sido tomadas por más de 20.000 soldados de la Guardia Nacional en despliegue de seguridad sin precedentes en una investidura presidencial.

El domingo estaban convocadas al menos dos manifestaciones en Washington, convertida en una ciudad-búnker de aquí al 20 de enero, incluido los cierre al tráfico de los principales puentes sobre el río Potomac y la alta presencia militar en las estaciones de tren y en los aeropuertos.

Precisamente este viernes un hombre fuertemente armado fue arrestado cuando intentaba pasar uno de los muchos puntos de control cerca del Capitolio. Según un informe policial, Wesley Allen Beeler, oriundo de Virginia, fue detenido mientras portaba un arma con más de 500 balas de munición.

El FBI ha dado la máxima alerta por «potenciales actos de violencia» en la cuenta atrás hacia la investidura, aunque también hay señales de cautela y «retirada» temporal de los grupos ultraderecha, que han pedido a sus seguidores que eviten manifestarse ante los Capitolios estatales por temor a una «trampa».

(El Mundo)

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