En una nueva edición de su programa La Hora H, los periodistas Taynem Hernández y Clodovaldo Hernández analizaron las condiciones que explican la emergencia histórica de la rebelión popular del 27 de febrero de 1989, conocido como «El Caracazo» y ofrecieron argumentos que echan por borda la tesis sostenida por un sector del antichavismo más radical, según la cual, un fenómeno de características similares estaría pronto a ocurrir.

A lo largo de su exposición, los comunicadores insistieron en la importancia de recuperar la memoria y el relato popular de lo sucedido en esos días, pues como entonces trató de hacer el gobierno del presidente Carlos Andrés Pérez, por conveniencia política, hoy se pretende posicionar una narrativa distinta, poco apegada a los hechos, a partir de la cual se persigue soliviantar al pueblo venezolano para que, por la vía de un levantamiento civil, el antichavismo logre lo que no ha podido conseguir en más de dos décadas: hacerse con el poder político en Venezuela.

Los detonantes de El Caracazo

A contrapelo de lo que se insiste en decir desde sectores de la oposición, Clodovaldo Hernández apuntó que entonces el país no era ninguna maravilla que luego Chávez destruyó; antes bien, «El Caracazo», fue, en su opinión «una consecuencia tardía» del quiebre económico tras el llamado «Viernes Negro» –febrero de 1983–, cuando terminó la ilusión del dólar a 4,30 y el país se hundió en una espiral de deterioro progresivo de las condiciones de vida.

A fines de 1988, existía una gran expectativa con el arribo de Carlos Andrés Pérez a la presidencia por segunda ocasión, pues una porción importante del pueblo venezolano cifró sus esperanzas en el regreso de la época de relativa abundancia que caracterizó a su primer gobierno, durante la década de 1970.

Ambos comunicadores destacaron que, indudablemente, Pérez era un líder carismático y con arraigo popular, pero que se dejó llevar por su arrogancia, llegando a asegurar inclusive que aplicaría las medidas neoliberales del Fondo Monetario Internacional (FMI) en una democracia.

Su apreciación no podía estar más errada, pues apenas 25 días después de haberse juramentado para un segundo período presidencial, el anuncio de la aplicación del paquete fondomonetarista, consistente en una primera fase en la liberalización de precios de bienes y servicios esenciales, despertó a una bestia durmiente y se produjo la primera «gran reacción» en el mundo contra el FMI y el neoliberalismo.

De otra parte, Taynem Hernández precisó que durante la década de 1980, al tiempo que la protesta social era parte integrante de la realidad nacional, se produjeron avances significativos en el movimiento popular organizado. A finales de la década, ya asumía la vanguardia en la demandas de los distintos sectores.

Sin embargo, eso no implica que «El Caracazo» haya sido una operación planificada ni orquestada por agentes cubanos, como intentó posicionar la derecha de entonces, pero sí «una rebelión surgida de la dinámica del momento, en medio de una experiencia acumulada por la gente en la calle».

La otra cara de la rebelión popular: represión y muerte

Clodovaldo Hernández y Taynem Hernández puntualizaron que aunque en la mañana del 27 de febrero se produjeron protestas detonadas por el incremento sustancial del pasaje en Guarenas (ciudad satélite de Caracas) que rápidamente se extendieron a la capital, no fue sino hasta avanzada la tarde cuando las protestas y la represión dieron un vuelco sustancial: de un lado, las protestas se convirtieron en saqueos; del otro, los cuerpos de seguridad del Estado balearon con armamento de guerra a quien fuera y en donde fuera.

Taynem Hernández resaltó que, a la fecha, se desconoce el número exacto de víctimas entre asesinados, heridos y personas con lesiones permanentes causadas por las acciones represivas.

Audiovisuales como el realizado por Liliane Blazer y Lucía Lamanna «El 27 de febrero: de la concertación al desconcierto» y miles fotografías, dan cuenta de la masacre desatada en las calles ese día y los sucesivos, en nombre del mantenimiento del orden público.

La respuesta del gobierno de entonces fue la represión, imponiendo incluso el uso de salvoconductos. En las calles, se pedía el documento y quien no lo portaba, era asesinado sin que mediara siquiera una palabra.

En los sectores populares, la represión fue todavía más lejos, pues bloques de apartamentos y viviendas fueron atacadas con armamento de guerra, razón por la cual muchas personas fueron ajusticiadas por los cuerpos de seguridad aún habiendo cumplido con las instrucciones de las autoridades: no salir de la casa sin salvoconducto.

En contraste, precisó Clodovaldo Hernández, durante toda la etapa histórica conocida como Revolución Bolivariana, el gobierno ha procurado administrar con mesura el uso de la represión, y aún en medio de circunstancias decididamente graves, como las guarimbas –particularmente las de 2017–, prescindió de la declaratoria de estados de excepción o la imposición de toques de queda.

¿Qué posibilidades hay de que se repita «El Caracazo»?

A pesar de los esfuerzos del sector sedicioso del antichavismo por presentar las «guarimbas» de 2014 y 2017 como rebeliones populares, en el parecer del sociólogo Reinaldo Iturriza, entrevistado en exclusiva para esta edición de La Hora H, se trata de un burdo «remedo», una falaz comparación entre una cosa y la otra.

A su parecer, con esto, el antichavismo pretendería que el pueblo venezolano le hiciera el trabajo político que no ha sido capaz de llevar a cabo: desplazar del poder político al chavismo gobernante.

Iturriza es de la opinión que en el país reinan situaciones «radicalmente distintas» a las presentes en febrero de 1989, empezando porque entonces no había ninguna fuerza política capaz de canalizar la ira popular, pues se vivía el colapso de los partidos tradicionales, Acción Democrática y Copei.

En la actualidad, detalló, pese a que hay una crisis de la clase política venezolana en pleno y un porcentaje cada vez mayor de la población ha optado por mantenerse al margen de la política, la fuerza popular se canaliza en dos grandes identidades políticas: el chavismo y el antichavismo.

«Cuando se bloquean los canales de participación o cuando esas instancias se desacreditan, esa energía política rompe los cauces. Eso fue (…) lo que ocurrió el 27 de febrero», explicó el experto.

En este sentido, Taynem Hernández subrayó que la historia no se repite y que esas condiciones distintas a las que apunta Reinaldo Iturriza, podrían sintetizarse como sigue: en primer término, si bien en ambos momentos es reconocible la existencia de la organización popular, sus propósitos no son comparables.

En 1989 había «un sentimiento de frustración asociado a expectativas no cumplidas» por parte de los gobiernos de la IV República y en el presente, si bien es innegable que la crisis económica ha afectado al pueblo venezolano como nunca antes, en parte por las sanciones y en parte por los fallos de gestión, las personas comunes aún mantienen la expectativa y la esperanza de cumplimiento de un gobierno distinto que el presidente Hugo Chávez mostró posible.

Además, aunque no sea lo fundamental, también están las ayudas gubernamentales, que representan un apoyo complementario en la población con menores recursos económicos.

Al cierre, los periodistas insistieron en la necesidad de rescatar la historia de lo ocurrido el 27 de febrero de 1989 y los días sucesivos, aprovechando las facilidades que hoy brinda la tecnología.

Además de las crónicas y fotografías que realizaron periodistas durante esos días, al tratarse de un hecho relativamente reciente en la historia, aún hay muchas personas que pueden ofrecer su testimonio de primera mano. Por muy distintas que puedan ser, todas esas historias acaban revelando el carácter indubitablemente de clase –popular– que tuvo «El Caracazo».

(LaIguana.TV)