En la extensa trayectoria política de Aristóbulo Istúriz destaca su capacidad para rectificar y ajustarse a los tiempos para buscar la ruta adecuada hacia las metas revolucionarias. 

El ministro del Poder Popular para la Educación, quien acaba de fallecer, fue adeco en su juventud, pero, siguiendo al maestro Luis Beltrán Prieto Figueroa, se marchó oportunamente del partido blanco, una organización que ya no estaba en capacidad de lograr cambios estructurales en el convulso país de los años 60. 

El 4 de febrero de 1992, Istúriz demostró su sagacidad política con otra corrección de rumbo. Fue en una situación muy caliente, de bote pronto. Le tocó deslindarse del estatus quo frente a la rebelión militar de ese día.  

Incluso, ya en el tiempo revolucionario, tuvo sus discrepancias con el comandante Hugo Chávez, sobre quien dijo en algún momento que se había “fumado una lumpia”. Pero no tardó mucho en dejar a un lado esas discordias y seguir en la ruta de la Revolución por el resto de su vida. 

Natural de Curiepe, Istúriz inició su andar político como maestro de escuela y militante de AD, partido que dejó para seguir a uno de los más importantes hombres de la educación y de la izquierda: Luis Beltrán Prieto Figueroa.  

En los años 80 se incorporó al partido que más expectativas generó en la izquierda de esa década oscura: La Causa R, la organización fundada por el ideólogo Alfredo Maneiro. Junto con Andrés Velásquez y Pablo Medina (ahora figuras caricaturescas de la oposición de derecha) formó un trío temible que rompió la monotonía de los debates parlamentarios de aquella IV República. 

Istúriz demostró de nuevo su capacidad de rectificar el 4 de febrero de 1992, cuando el estatus quo político se dispuso a condenar la rebelión militar y a presentarla ante el mundo como un magnicidio frustrado. Istúriz, en una primera intervención, a nombre de La Causa R, respaldó el proyecto de acuerdo. Se produjo entonces el célebre discurso del ex presidente Rafael Caldera, en la que clamó por una autocrítica del sistema puntofijista. Istúriz solicitó de nuevo la palabra y apoyó frontalmente a los rebeldes. Ese mismo año, obtuvo una retribución por tal actitud: el pueblo de Caracas lo eligió alcalde y él respondió haciendo el que puede considerarse el primer gobierno chavista de la historia, por su enfoque centrado en el poder popular. Su propuesta, al parecer, era demasiado avanzada para la época, porque fue derrotado por Antonio Ledezma al intentar la reelección en 1996. 

Las contradicciones internas de La Causa R generaron su división a mediados de los 90 e Istúriz quedó del lado del grupo que debió buscar un nuevo nombre: Patria Para Todos, partido que se sumó al Polo Patriótico, en 1998, para llevar a Hugo Chávez a la Presidencia. 

En la Quinta República, Istúriz fue miembro de la Asamblea Constituyente y luego, candidato de la Revolución a la presidencia de la Confederación de Trabajadores de Venezuela. En medio de este intento tuvo un impase con el comandante y largó la célebre frase sobre la lumpia. La tentativa fracasó, Carlos Ortega fue electo presidente de la CTV (en un turbio proceso electoral) y desde ese cargo ayudó a perpetrar el golpe de Estado de 2002.  

Pese al incidente de la lumpia fumada, fue designado ministro de Educación, función en la que estuvo seis años en ese primer período. Los adversarios, que siempre tuvieron en sus bocas insultos racistas y otras descalificaciones, empezaron también a llamarlo corrupto. Aseguraron que se había hecho dueño de mansiones y yates, aunque Istúriz seguía viviendo en su modesto apartamento de siempre.  

Luego fue postulado como candidato a la alcaldía metropolitana de Caracas, en 2008, y nuevamente fue derrotado por Ledezma. 

En 2012, Istúriz pudo superar la racha perdedora, al ganar la gobernación de Anzoátegui. Desde ese cargo regional volvió al escenario nacional para desempeñarse como vicepresidente ejecutivo de la República, vicepresidente de la Asamblea Nacional Constituyente, ministro de Comunas y Movimientos Sociales y, de nuevo, ministro de Educación. 

Hombre de mucho carisma mediático, fue conductor de varios programas de televisión, entre ellos Blanco y Negro (con el economista de derecha Carlos Blanco, en los años 90); Dando y dando (con la diputada y periodista Tania Díaz) y, desde que comenzó el confinamiento en 2020, Cada familia una escuela, espacio en el que demostró, una vez más, su determinación de ajustarse al ritmo de los tiempos. 

(LaIguana.TV)