El doctor en filosofía y analista político Miguel Ángel Pérez Pirela, explicó que el propósito del arresto del camarógrafo de Al-Jazeera, Samid A-Haq, detenido en Pakistan y confinado Guantánamo durante seis años, era obligarlo a «proporcionar información sobre el programa de capacitación de la red de noticias Al-Jazeera, el equipo de comunicaciones y las operaciones de recopilación de noticias en Chechenia, Kosovo y Afganistán», situación que, con pocas variantes, se repitió en miles de detenidos, quienes fueron arrestados después de haber sido vendidos a la CIA por terceros, a cambio de dinero en efectivo y luego retenidos indefinidamente por Estados Unidos, en un intento por convertirlos en informantes.

Como parte de la operación para justificar el continuo encarcelamiento de personas, Pérez Pirela comentó que los carceleros cultivaron un conjunto de fuentes en Guantánamo que supuestamente les proporcionaron «pruebas» contra cientos de otros reclusos.

Las víctimas, añadió, incluían a ciudadanos de naciones aliadas a Estados Unidos, incluso a ciudadanos británicos y, de acuerdo con los archivos, casi una centena de presos quedó padeciendo graves trastornos psiquiátricos, como resultado de los tratos brutales a los que fueron sometidos.

De esta manera, señaló para redondear esta idea, que las publicaciones de Wikileaks galvanizaron la hostilidad popular hacia las guerras neocoloniales en Medio Oriente y Asia Central, así como los ataques a los derechos democráticos, en tanto expusieron no solo la criminalidad de George W. Bush, sino la de Obama, Biden, y la de países aliados como Gran Bretaña o Australia.

Para explorar otra arista del caso, Pérez Pirela subrayó que, en su día, los medios buscaron ahogar el impacto de las revelaciones de Wikileaks, asentándose en las declaraciones infundadas de los prisioneros que figuran en los archivos en las que se cuentan historias sobre el alcance global y las ambiciones de Al-Qaeda, aunque algunas de esas confesiones hayan sido obtenidas «evidentemente bajo coacción».

A este respecto, mencionó que en 2011 el diario The New York Times, que previamente se había asociado con Wikileaks, ya mostraba entonces una posición decididamente contraria, uniéndose a la campaña que avanzaban las agencias de inteligencia estadounidenses en contra del sitio y de su editor en jefe, Julian Assange.

Diez años después, los archivos no han perdido relevancia, porque continúan las guerras lideradas por Estados Unidos en todo el mundo y Guantánamo sigue de puertas abiertas. Del mismo modo, el brutal ataque a los derechos democráticos con el que se asocia a Guantánamo, se está expandiendo en la medida que en todo el mundo crece la oposición social contra formas autoritarias de gobierno, como puede apreciarse en países de América Latina.

(LaIguana.TV)