La Misión de Observación Electoral de la Unión Europea no tendrá ninguna atribución más allá de lo contemplado en el ordenamiento jurídico venezolano. Sus miembros se desempeñarán como acompañantes con amplia libertad para estar presentes en todas las fases del proceso electoral, pero sin derecho a intervenir o interferir.
Esto es lo que aseguran funcionarios del Consejo Nacional Electoral respecto al acuerdo suscrito con la UE y en respuesta a ciertas interpretaciones según las cuales el pacto fue una especie de capitulación, de cesión de facultades del Poder Electoral ante el organismo europeo. En el CNE niegan esto rotundamente.
Los representantes de la UE tendrán la misma libertad de acción que siempre han tenido las misiones de acompañamiento de otras organizaciones internacionales y países, como la Unión de Naciones del Sur (Unasur). La única concesión implícita en la firma del acuerdo es que se autorizará la presencia de unos delegados que, previsiblemente, van a tratar de enturbiar el proceso. Pero del intento al hecho habrá un gran trecho.
La cronología de los eventos electorales venezolanos muestra que la UE y otros organismos que se arrogan la “supervisión” de procesos comiciales en terceros países dejaron de enviar misiones a Venezuela a partir del momento en que comienza a aplicarse con rigor la Ley Orgánica de Procesos Electorales, pues es en ese instrumento jurídico en el que se concreta el cambio conceptual que ya se había prefigurado en la Constitución de 1999, de acuerdo al cual, a los organismos internacionales les corresponde “acompañar” unas elecciones regidas, sin espacio para dudas, por las autoridades internas. Quedó así descartada la figura tutelar de los “observadores”, que tanto daño han hecho en otras naciones.
Tales demostraciones de independencia y autodeterminación son rechazadas por las mentalidades neocoloniales de Estados Unidos y Europa, cuyas élites políticas se consideran ungidas por cierta clase de autoridad supranacional en este campo y en muchos otros.
Esa autoimagen es, por cierto, muy incoherente con la realidad de sus países, donde los procesos electorales dejan mucho que desear en aspectos tales como una muy baja participación del electorado; formas de elección de segundo grado (como en las presidenciales estadounidenses); la transparencia (voto manual, falta de auditorías, recurrentes denuncias de fraude) y el peso específico de los cargos sometidos a la voluntad general (varios de los países europeos son monarquías, cuyos reyes ostentan cargos hereditarios).
La UE es un actor político beligerante
Pese a sus posturas de árbitro, la UE ha sido, es y seguirá siendo un actor político beligerante en la política venezolana. Esta condición, que ya era clara en años anteriores, se ha acentuado con el auge de los movimientos políticos de ultraderecha en el Viejo Continente.
En ese sentido, al analizar la historia reciente se llega a la conclusión de que la ausencia de acompañantes europeos en los procesos electorales en el país fue el corolario del boicot a las elecciones, estrategia orquestada por la oposición venezolana y sus jefes y coach extranjeros, una práctica en la que han reincidido a pesar de sus desastrosos resultados. El objetivo, cada vez que se aplicó esta fórmula, fue deslegitimar el resultado ante la imposibilidad de derrotar al chavismo en las urnas. La negativa de la UE a “observar” tales elecciones ha sido una parte muy congruente de esa estrategia, una actitud reveladora, por otra parte, de la dependencia de la UE ante los dictámenes emanados de Washington.
Lejos de su pretendido papel de observadora imparcial, la UE ha sido un figurante más en el amplio elenco de la conspiración para el llamado “cambio de régimen”, eufemismo utilizado para encubrir el plan de derrocar a un gobierno electo y reemplazarlo por uno impuesto desde afuera.
Con esas consideraciones presentes, es sencillo anticipar que al menos algunos de los miembros de la misión europea vendrán a Venezuela con el expreso propósito de perturbar el proceso electoral, sembrar dudas y, eventualmente, cantar fraude o respaldar a quienes lo hagan desde el segmento de la ultraderecha local.
Es de suponer que tanto los actores políticos del Gobierno y de la oposición moderada, como el propio Poder Electoral, tendrán sus respuestas en ristre.
(Clodovaldo Hernández / LaIguana.TV)