Cerca de 6 mil dólares ofrecían los paramilitares colombianos en el año 2003 por la cabeza de Juan Carlos Tanus. Lo consideraban un enemigo de marca mayor porque logró sacar a la luz pública los asesinatos cometidos por el paramilitarismo en el departamento de Sucre. “Ya habían cobrado por mi cabeza”, aclaró Tanus al narrar el episodio en una entrevista que nos concedió en la sede de la Asociación Civil de Colombianos en Venezuela que agrupa a 330 mil personas, situada detrás de la Escuela Experimental Venezuela, Caracas.

“A usted lo van a matar”, le dijo el gobierno colombiano de Álvaro Uribe quien le ofreció sacarlo a Canadá. El origen de esa persecución guarda relación con su quehacer como defensor de los derechos humanos en Sincelejo, capital del departamento de Sucre, costa Caribe colombiana. Esa región sufrió una arremetida del paramilitarismo (grupos armados presuntamente aupados por el estado colombiano) entre 1989 y 1993 con saldo de 167 líderes asesinados.

La documentación que hizo Tanus de varios de esas muertes condujo a la condena del general Rodrigo Quiñones, el ex gobernador de Sucre Erik Morri Julio Taboada; el ex embajador de Uribe en Chile Salvador Arana y el ex senador Álvaro García Romero.

Por todo eso Tanus decidió venirse a Venezuela para desde aquí volar a Canadá. Pero optó por quedarse porque en ese momento el entonces (año 2004) presidente Hugo Chávez firmó el decreto 2.823 que gestó la regularización de extranjeros en Venezuela. Y es allí cuando Tanus adquirió la nacionalidad venezolana. En Colombia, Juan Carlos ejerció la docencia, pero al llegar a Venezuela se enroló en la carrera de Derecho que cursó en la Universidad Yacambú.

Como conocedor de los procesos de violencia que discurren en su país, Tanus lanzó un vaticinio antes de despedirnos en las puertas de su despacho. “Le doy una chiva: antes de finalizar el año debe haber una acción militar de Colombia”, presagió. “Van a arrancar el 2 de enero con una máxima atención contra Venezuela, porque vienen las elecciones al Congreso”, acotó.

—¿Qué expectativas tiene respecto a la apertura de la frontera entre Colombia y Venezuela?

—La decisión de habilitar los puentes para que la movilidad vehicular y humana se desarrolle, es una decisión acertada, después de 4 millones de víctimas del Covid en el mundo, después de 130 mil muertos en Colombia producto de ello, después de una atomización de la sociedad desde el 28 de abril pasado cuando se gestan las marchas y una situación de deficiente política pública para atender lo económico y social.

—¿Cuál será el impacto en lo económico de esa apertura?

—Te pongo ejemplo. Un kilo de algún producto que me cuesta 0,30 centavos de dólar en Colombia, no me puede costar aquí 0,60 o un dólar. Los diferentes actores ilegales en la frontera intervienen en la fijación de los precios. Yo compro a 0,18 en Cúcuta, llevarlo a la frontera terrestre colombiana me implica dos, sería 0,20; pagarle al que me lo lleva a la mitad del río implica dos más, 0,22; pagarle al otro, al otro, al otro entra a 0,30. Entonces yo lo tengo que vender aquí en 0,60, que es una práctica tradicional del comercio informal venezolano, multiplicar por el doble.

—¿Esa situación se corregirá con la apertura de los puentes en Táchira?

—Un primer aspecto positivo es que algunos productos, venideros de Colombia, van a tener reducción de precios a menos que hubiese una ausencia de la autoridad frente a esos temas. Eso va a reducir el pago de la vacuna.

—¿Qué otros impactos avizora?

—Sin duda alguna la satisfacción que eso le genera a los del Táchira y a los del Norte de Santander, Colombia: poder pasar de un lado a otro sin mojarse los zapatos en el río. Pasar sin pagar. La apertura de frontera es imparable. No la podías sostener más tiempo cerrada. Tanto así que los productos colombianos que circulan aquí son contrabandeados desde Colombia para acá. Ahora, no a todos los comerciantes, ni a todos los industriales les gusta el contrabando, porque hay mafias de ambos lados.

—¿Esas mafias se verán minimizadas con esa medida de abrir la frontera?

—No. Le voy a contar. La frontera entre Colombia y Venezuela ha tenido cambios. Arrancamos en los 70 en el departamento La Guajira, teníamos contrabando de tabaco, alcohol y marihuana. Y en los 80 el narcotráfico invadió la economía de esta frontera. En los 90 llegó el paramilitarismo al Norte de Santander y se consolidaron los grupos privados de justicia en La Guajira. Y en el año 2000 el Banco Central le da poder al gobierno colombiano de determinar el valor de la moneda venezolana. Con eso le respondo: las mafias siempre se van acomodando, mutan.

—¿Y ahora qué harán esas mafias?

—Van a tener que repensarse: o se vuelven más violentos y controlan más sectores urbanos en Cúcuta o vuelven a los escenarios de 2014-2015 en Venezuela, cuando tenían tomados mediante el paramilitarismo municipios como Ureña, San Antonio del Táchira y Rubio.

—Casi que paralelo al anuncio del gobierno venezolano de la apertura de los puentes fronterizos, el presidente Iván Duque activó una unidad del Ejército en el Norte de Santander. ¿Cómo se interpreta esa maniobra?

—El Cenor, que es el Comando Estratégico del Norte de Santander, nace vinculado a una decisión política contra Venezuela. Eso de activar esa unidad del Ejército es una decisión política para soportar a Juan Guaidó. Son 14 mil hombres que movilizaron para esa unidad; casi que es el Cartel de Lima militar en lo chiquito en esa zona.

—¿Y contra quién es esa medida?

—Necesitan mantener la esperanza de que Duque gobierna el Norte de Santander. Esa unidad militar la traen al Norte de Santander porque ustedes los empresarios, los comerciantes, no me prestan atención a mí desde la Casa de Nariño. Ustedes no crean que van a hacer cosas con Venezuela, por eso les pongo aquí a mi general para que los coordine. Allí en esa zona vamos a tener 30 mil militares por una decisión política para darle fuerza a Guaidó. Eso además va a terminar con más presupuesto para la guerra, mayor control de la DEA y del gobierno colombiano frente al narcotráfico. No va a resolver los problemas de desplazamiento porque está comprobado que la presencia militar no resuelve el tema social ni económico.

—En Colombia.

—Sí, en Colombia claro. La dinámica venezolana es otra cosa. La combinación cívico-militar funciona.

—Por lo que usted narra, ¿podemos inferir que Juan Guaidó tuvo participación en esa decisión?

—Creo que conoció la decisión. Se la comunicaron. No creo que Guaidó tenga hoy la capacidad de determinar planes en el tema fronterizo. Creo que Guaidó es un presidente de Macondo en la literatura de García Márquez.

—¿Esa decisión de instalar la base militar fronteriza es respaldada por toda la fuerza armada colombiana?

—Hay dos fracciones del Ejército frente a Venezuela. Una ligada a Estados Unidos que dice ‘hagamos lo que el Pentágono establece’ y otra dice ‘no nos metamos en eso, tenemos un conflicto aquí’.

—Duque también conmemoró los 200 años de la Constitución de Cúcuta el mismo día que iban a abrir la frontera e invitó a Guaidó a los actos.

—Eso generó choque con algunos actores políticos locales. Duque lo hace para decir que todo no es complaciente. La lectura del gobierno del presidente Maduro sí es correcta y como gana en lo mediático, Duque dice ‘ahora yo invito a Guaidó, conmemoro en Cúcuta y dejo el anunció de que sigo mandando.

—¿Eso interrumpe la apertura de los puentes fronterizos?

—No, no. Porque lo que está en marcha es más una iniciativa de orden local que nacional. En el Norte de Santander quienes accionaron para que se abriera esa frontera fueron los empresarios e industriales. Esa supuesta unidad nacional que le dejó Santos a Duque no existe, están quebrados. ¿Por qué? porque los actores económicos del Norte de Santander no están sumándose a la iniciativa de Duque. La industria está reducida pero el comercio abunda hacia territorio venezolano.

—¿Ese comportamiento de Duque es por iniciativa propia o sugerencias de Estados Unidos?

—Es un plan. Y en esa línea de tiempo a Duque le dijeron: arranca el 7 de agosto de 2018 al 7 de agosto de 2021. A Duque le quedan nueve meses de gobierno y está cumpliendo con el plan. Ese plan tiene el instructivo del Pentágono. Sectores de Estados Unidos pueden estar conversando con Venezuela, pero no quiere decir que el bloqueo, la arremetida, el corte financiero, la presión a las trasnacionales frente a Venezuela, cese. Han disminuido algunas acciones porque los grupos alrededor del presidente Joe Biden tienen intereses en la economía venezolana. Pero la línea contra Venezuela es real: van a seguir insistiendo en controlar el gobierno porque aquí hay algunas riquezas que les interesan.

—Y en caso de que haya un cambio ideológico en las venideras elecciones colombianas, ¿seguirá esa línea dictada por Estados Unidos para el control de Venezuela?

—El gobierno colombiano es un elemento más en esa línea que conduce por una autopista con unas tareas específicas. Incluso, no ganando Gustavo Petro el 7 de agosto de 2022, la línea de tiempo continúa con el candidato que llegue.

—¿Y si gana Petro?

—Si gana Petro la línea de tiempo contra Venezuela va a seguir, porque el plan está montando. Duque tiene claro la lectura que le ha hecho Estados Unidos sobre el tema Venezuela, por eso Guaidó, en febrero de 2019 vendió una posibilidad real a la que sectores de la economía colombiana estuvieron apostando, que era dividir Venezuela, quedarse con sus riquezas y controlar. De hecho en círculos de Bogotá se hablaba de la entrega de Pdvsa a accionistas de Ecopetrol, la estatal colombiana, para administrar el tema petrolero venezolano.

—¿Guaidó planteó a empresarios colombianos entregarles Pdvsa?

—Claro. Y fue trabajado en el Club del Nogal. Es un club de los más exclusivos del norte de Bogotá. Allí se reúne la élite de la economía y las finanzas de Colombia. Y ahí en ese club Guaidó les ofreció a empresarios el dominio de la petrolera venezolana.

—¿Guaidó ofreció a Pdvsa en venta o en concesión?

—En el marco de librar negocios, con Guaidó de presidente, se planteó el ‘¿cuánto te doy yo y qué me toca?’. Porque los empresarios no le juegan a la solidaridad, más aún esos seis grandes grupos colombianos tradicionales que incluso la tragedia humana les da utilidad. Un ejemplo es el sector salud que las clínicas privadas cobraban hasta 30 mil dólares por cada fallecido de Covid.

—¿Qué otras cosas negoció Guaidó allá en Colombia?

—El tema mafioso de La Guajira estuvo negociado con los que participaron en la Operación Gedeón, vinculados con el general Clíver Alcalá Cordones. La redistribución de esa región.

—¿Cuál era el interés de redistribuir esa región y cómo se daría?

—Porque allí hay carbón del costado venezolano y hay carbón del costado colombiano. Y eso fue parte de lo conversado. Toda Venezuela era parte de la negociación llevada a cabo por Guaidó con las élites colombianas.

—¿Cómo analiza usted los enfrentamientos ocurridos en Apure entre el Ejército venezolano e irregulares colombianos?

—Arauca (frontera Apure-Colombia) tiene particularidades en la guerra colombiana. Tiene una brigada con más batallones que municipios en ese departamento. Tiene nueve batallones y Arauca tiene nueve municipios. Ese eje es peligrosamente activo porque desde hace 22 años está el Ejército de Liberación Nacional, que cogobierna. No ha habido gobernador de Arauca que no haya pasado por el aval del ELN para ganar. El frente oriental del ELN tiene mucho desarrollo económico, incluso se lee en algunos documentos que Ecopetrol paga vacuna al ELN. Entonces allí están las Águilas Negras, franquicia de la Policía Nacional para actuar como paramilitares; Los Rastrojos, que es un grupo paramilitar ligado a los psicotrópicos. Tres corrientes del paramilitarismo, que no responden ni siquiera a los intereses del gobierno colombiano, dos de las guerrillas y el Estado con nueve batallones. Ese componente obliga a que sectores disidentes se puedan correr hacia las zonas de mayor tranquilidad, que es la frontera entre Colombia y Venezuela.

—¿Qué desencadenó la refriega?

—Apure es la muestra de un globo de ensayo que no logró generar el humo suficiente para avanzar. Si ese globo hubiese pegado con la contundencia que algunos actores militares colombianos lo pensaron, ya hoy hubiera otro escenario en el Norte de Santander de la misma magnitud de La Victoria, que es una parroquia en Apure construida con desplazados colombianos.

—¿Un globo de ensayo para impedir la apertura de la frontera en Táchira?

—Sí, claro. Es que la guerra tiene intereses. ¿Para qué me interesa la paz a mí si he gobernado Colombia 100 años en la guerra? No voy a ser tonto de aclimatar el país para perder el poder.

—¿Quién lanzó ese globo de ensayo?

—Un sector del aparato militar colombiano. El día antes de iniciarse esa operación en marzo pasado llegaron a Arauca 700 hombres que venían del Valle del Cauca. Y la idea era que bajaran 650 más porque estaban detrás del disidente de las Farc Gentil Duarte. Y digo que es un sector porque si hubiese tenido la complacencia oficial no dejan solos a quienes combatieron allí. Ese grupo quedó solo, tanto que se replegaron a territorio profundo de Colombia. La guerra por sí sola no la gana nadie. Ese globo no cuajó pero la guerra de baja intensidad avanza.

(ultimasnoticias.com.ve)