Como un filósofo de la necedad, un maestro ambulante que enseñaba gratis y que ayudaba a sus alumnos a parir la verdad, caracterizó Miguel Ángel Pérez Pirela al filósofo griego Sócrates, en una clase 2.0 inscrita en los Jueves de filosofía del programa Desde donde sea.

A su juicio, Sócrates es el gran fundador de la Filosofía. “Alguien puede decir que el fundador fue Tales de Mileto, con su asombro y los aportes que hizo a la comprensión de los fenómenos naturales. O puede decirse que los presocráticos que comenzaron a abrir la búsqueda del arjé o arkhé, el origen, el principio del mundo, como Pitágoras, Anaximandro o Anaxímenes. Pero en lo particular creo que ese título corresponde a Sócrates”, expuso.

Argumentó que el solo hecho de que se hable de “filósofos presocráticos” muestra la importancia de Sócrates. “Él es una especie de antes y después de Cristo en Filosofía porque rompió el foco que hasta entonces caracterizaba la búsqueda y la investigación de los filósofos. Prefiere centrarse en Atenas, en la vida  vivida, cotidiana, en la búsqueda de eso que los griegos llamaban areté, la virtud. Empieza a hacerse preguntas más allá de cuál es el origen de la vida (sus antecesores había postulado que  era el fuego, el aire o la matemática). Se pregunta qué es una vida justa, abriendo los senderos a la reflexión sobre la muerte, tema socrático por excelencia. Una de las grandes lecciones en la vida de Sócrates fue su muerte, la forma cómo murió. Es una de las más importantes clases de filosofía de todos los tiempos”.

Apuntó que “Sócrates nunca escribió nada, bajo la sospecha de que se pudiera tergiversarse lo escrito por él. Todas sus enseñanzas nos han llegado a través de su alumno, Platón. Por ejemplo, sabemos de su muerte a través de La apología de Sócrates, libro de Platón. En él, relata cómo fue el proceso que llevó a la muerte y la muerte misma de su maestro”.

Recordó que Aristóteles, a su vez, alumno de Platón, completó una especie de dinastía que marca absolutamente todo el devenir de la Filosofía, al punto de que siglos más tarde, grandes pensadores, como Friedrich Nietzsche, han dedicado parte de su obra a la crítica de estos precursores fundamentales.

“Sócrates nace en 470 antes de Cristo, hijo de un escultor y una partera. El mayor legado en términos de epistemología (filosofía del conocimiento) y en términos de pedagogía, lo obtiene Sócrates de su madre, pues adopta como método de enseñanza y conocimiento la mayéutica, que quiere decir ayudar a parir –señaló-. No era adinerado, nunca lo fue, se desempeñó como militar, maestro y filósofo. La enseñanza no es poca cosa dentro de la estructura de su filosofía. Enseñaba de gratis, al contrario de los sofistas, a quienes se opuso. Ellos daban clases de retórica a las familias más adineradas. El lucro era un aspecto fundamental en la metodología de los sofistas”.

“Sócrates, en cambio, no escogía a quién darle clases. Era el filósofo de la necedad. Era un necio de profesión, un provocador, un irónico de profesión, en Venezuela diríamos que un sacapiedra que se paseaba por toda Atenas provocando a la gente. Detrás del ‘yo solo sé que no sé nada’, él se hacía el loco para desafiar a la gente que ostentaba de muchos conocimientos. Así comenzaba a meter el dedo en la llaga de la ignorancia de quienes pensaban que sabían mucho. Demostraba que la premisa fundamental del conocimiento es la conciencia de la propia ignorancia. Si crees que te las sabes todas, no estás proclive a aprender. Por eso es que el Oráculo, ante la pregunta ‘¿quién es el más sabio de Atenas?’, responde que es Sócrates, porque declaraba saber que no sabía nada”.

El moderador acotó que los sofistas no le daban importancia a la verdad, sino al envoltorio, a la forma, a la retórica. “Este es otro punto de roce entre el pensamiento socrático y los sofistas. Si un sofista lograba marearte, engatusarte con las palabras, quitarte la razón con artilugios lingüísticos, estaba contento porque había logrado su objetivo. En cambio, Sócrates comienza la búsqueda  frenética de la verdad. Trataba de extraer la verdad de sí mismo. Por eso digo que era un necio de profesión”.

En lo que sí coincidieron Sócrates y los sofistas fue en su enfoque dirigido a la enseñanza, de allí el florecimiento de las escuelas de la antigua Grecia.

Un componente primordial de la filosofía socrática es la mayéutica. “Se trata de hacer parir la verdad que habita en cada uno. Para lograrlo, Sócrates empezaba a hacer preguntas, en algunos casos muy incómodas, que terminaban por sacar la verdad de la persona. Por eso no todo el mundo lo quería en Atenas porque le hacía ver a la gente sus propias contradicciones”, razonó.

Frente a las búsquedas de los orígenes que animó a los presocráticos, para Sócrates la Filosofía debía entenderse como una guía práctica de vida.

“Me quiero detener aquí porque esa guía pasa de Sócrates a Platón y sobre todo a Aristóteles, quien se interesa mucho en el tema de la ética, del deber ser, dela areté, de la virtud. Y Sócrates, más que hacer consideraciones metafísicas, estaba centrado en enseñar la Filosofía como un saber vivir, concepto que le transmite a Aristóteles. Saber vivir es conocer el bien y el mal, es una toma de conciencia del propio devenir y del propio destino humano”.

“Sócrates comienza a encarnar la filosofía en concepciones sobre la ética, la política, la ciudad, la existencia y la muerte. Y terminó asesinado –prosiguió-. El sabio en esta lógica socrática no es quien maneja el conocimiento o la tecné o la técnica y la ciencia, sino quien sabe vivir, quien conoce el arte de saber vivir. No es el erudito, el que hace del conocimiento un capital, que lo amasa como fortuna, sino el que practica el arte de saber vivir, que luego, para Aristóteles, termina siendo el elemento teleológico (del griego telos, finalidad). La finalidad del hombre es la felicidad, del griego eudaimonía, que es equivalente al conocimiento, a la verdad. La Filosofía es amor al conocimiento. Para entonces, la Filosofía era todo el conocimiento, no una facultad especializada de una universidad. La filosofía era la astrología, la teología, la retórica. Era la madre de todo el conocimiento y todo el conocimiento en sí mismo, una búsqueda integral, holística de la verdad”.

El papel fundamental del oyente

“Platón no describió la obra de Sócrates de cualquier modo, sino a través de diálogos, de una tradición oral que para nosotros los latinoamericanos es muy importante. Por ejemplo, la tradición de pueblos indígenas como los yanomami, que habitan entre Brasil y Venezuela. Sócrates a través de Platón, se comunica en términos dialógicos, con la palabra oral como capital de la reflexión. Después de Sócrates, toda la filosofía conocida es escrita. Desde Platón, la filosofía queda escrita”, puntualizó.

“Sócrates da un lugar fundamental al oyente, quien es el lugar de su filosofía. En Sócrates no se encuentra un pensamiento interno e íntimo, porque su expresión es a través del interlocutor. El oyente es la página en blanco de Sócrates. No puede realizarse sin la otredad. Nuestro maestro Paul Ricoeur, sostiene que no hay filosofía socrática sin interacción con el oyente, con el otro. Es una filosofía de preguntas y respuestas; que va y viene; que trata de hacerle parir la verdad al otro a través de preguntas, del diálogo, buscando que el otro caiga en contradicción y a través de ella pueda llegar a la verdad”.

La ignorancia como trampolín

Según Pérez Pirela, cuando Sócrates dijo su más célebre frase, “solo sé que no sé nada”, no estaba dudando de sus conocimientos. “Él sabe que algo sabe: puede conocer todo lo que le falta por conocer, es decir, está consciente de su ignorancia. No es la expresión absoluta de la ignorancia sino el punto de partida para el conocimiento, una aceptación activa de la propia ignorancia. Es un puente, un trampolín. Como pedagogo, se siente en la responsabilidad de ayudar a los otros y a las otras a dar a luz, a parir ideas. Miren qué maravilloso”.

Una de las claves está en la idea socrática acerca del alma. En respuesta a la pregunta “¿cómo conocemos?” (que muchos siglos después se haría Kant), Sócrates responde que existen verdades innatas porque el alma es inmortal. “No conocemos nada, sino que nos recordamos de las cosas. Si digo que algo es bello es porque conozco la belleza. Surge el concepto de reminiscencia. Uno no conoce, sino que recuerda”.

Para Sócrates, la mayéutica es la manera de hacer que la persona recuerde y así llegue a la verdad. Se aplica a través de dos métodos. El primero es la ironía y el segundo, la refutación.

“La ironía era lo primero que hacía Sócrates: fingir demencia, hacerse el loco. Si alguien decía ‘soy el más valiente’, le preguntaba ‘¿qué es la valentía?’ y lo dejaba desestructurado. Incluso cuando lo sentenciaron a muerte, fue coherente al no escoger un método para morir porque  eso hubiese significado admitir que era culpable”, enfatizó.

La refutación, el otro método mayéutico, es la demostración de las contradicciones del interlocutor.

Pérez Pirela presentó un video de Fernando Savater sobre Sócrates en el que el filósofo español dice que algunos piensan que toda la filosofía escrita hasta ahora puede considerarse como simples notas al pie de página de Los diálogos de Platón, que a su vez, son la expresión escrita de un protofilósofo, Sócrates, quien no dejó obra escrita. “Fue un personaje extraño, humorístico, que algunos tenían por un bufón y otros como un personaje subversivo, que deambulaba por Atenas sin ninguna prosopopeya, preguntando a los ciudadanos si sabían qué era la belleza, qué era la verdad, la justicia. Cuando le daban respuestas convencionales, comenzaba a hacer preguntas hasta poner el claro que no sabían cuál era la respuesta. No pretendía tener él la respuesta definitiva, sino demostrar que los demás tampoco lo sabían. Ese personaje que, sin aires de sabio, se acerca a los demás con una interrogación en los labios, es el inicio de la Filosofía”, expone Savater.

La muerte ejemplar

Pérez Pirela abordó el tema de la muerte de Sócrates, uno de los aspectos más ilustrativos de su trayectoria.

“Esa manera de vivir lo llevó a ser opositor de los gobiernos y a tener poderosos enemigos. En 399 antes de Cristo es condenado a muerte. Se le acusa de corromper a la juventud y de no respetar a los dioses ancestrales, en un tiempo en que ya venía en decadencia el politeísmo –detalló-. Muere luego de beber la cicuta, rodeado de sus discípulos. La escena queda eternizada en un famoso cuadro en el que se incorpora y desafía a quienes lo condenaron. Para él la verdad debía defenderse incluso con la misma vida, si fuera necesario”.

Agregó que Sócrates termina cuestionando la democracia ateniense. “Dice que no es el mejor régimen político porque es posible engañar a la gente a través de la retórica, de la demagogia. En su lugar debía ser la aristocrática, entendida como el gobierno de los virtuosos, los que buscaban la verdad”.

Se le señaló  por cuestionar que los astros fuesen dioses, es decir, se le acusó de ateísmo o de tratar de introducir nuevos dioses. “Corrió con la misma suerte que luego tendrían otros, como Savonarola, Galileo, Bruno, ante la Inquisición.

“También se le acusó de hacer pasar por fuerte el argumento más débil y por corromper a la juventud. Por ello de los 500 jueces que participaron en su proceso, 280 dijeron que lo maten. Sócrates se defendió, pero como usó la ironía hizo molestar más a los jueces, dándoles más razones para querer matarlo”, comentó.

En un segundo video, el filósofo argentino Darío Sztajnszrajber explica que Sócrates intentó un discurso para defenderse, tratando de demostrar que las acusaciones no hacen de él alguien a quien se está juzgando sino por el prejuicio que se había armado sobre él.

También hace referencia al momento en que el oráculo lo declara el hombre más sabio de Atenas. Lo interpreta como la oportunidad de desenmascarar a todos los que se creen sabios y se postulan como tales y también a los políticos y a los poetas. “Todos dicen cosas bellas, pero ninguno sabe justificar por qué”. También se cruza con los artesanos, quienes creen que por dominar un oficio específico, el de zapatero, por ejemplo, pueden hablar de cualquier cosa.

Continuó Pérez Pirela señalando que “a Sócrates lo pusieron a escoger entre la muerte y el destierro, pero a él no le entraban balas, no daba su brazo a torcer. Dijo ‘qué soy yo fuera de esta ciudad si lo que soy, lo soy en esta ciudad’. Para un creyente en la inmortalidad del alma era mucho más duro renunciar a sus ideales, una muerte en vida, que la muerte en sentido recto, así que fue coherente consigo mismo. Esa es la gran lección de su muerte”.

Platón narra este episodio en La apología de Sócrates y cita sus palabras: “En efecto, atenienses, temer la muerte no es otra cosa que creer ser sabio, sin serlo, pues es creer que uno sabe lo que no sabe. Nadie conoce la muerte, ni siquiera si es el mayor de todos los bienes para el hombre, pero la temen como si supieran con certeza que es el peor de todos los males. Sin embargo, ¿cómo no va a ser la más reprochable ignorancia de creer saber lo que no se sabe?”.

Críticos en perspectiva

La Filosofía le debe mucho a Sócrates, pero eso no lo ha hecho inmune a las visiones críticas de otros grandes filósofos. Por ejemplo, para Nietzsche, Sócrates y Platón fueron antigriegos porque eliminaron con sus teorías el pathos, el sentimiento trágico, que hacía vivir la vida intensamente. Ellos comienzan a lanzar el tema de la ética, que luego se llamaría moral.

“Nietzsche acusa a esos grandes filósofos de la desaparición de la cultura griega clásica, caracterizada por lo trágico, lo pasional, y de poner en marcha la decadente moral occidental. La sabiduría se erige como rectora y acaba con el modo del hombre de relacionarse. La negación de los instintos se asocia a la falta de inteligencia, una aberración del pensamiento socrático. Sócrates hace parte de una negación de la vida para dar paso a la razón. Nace el hombre teórico occidental y con él la decadencia. El intento a través de la razón de superar el dolor de la existencia”.

Al cierre de su clase 2.0 sobre Sócrates, Pérez Pirela subrayó que “debemos salir de nuestras zonas de confort, de nuestros conocimientos ya adquiridos, no pasar la vida encerrados en nuestras certezas, dogmas, verdades absolutas. Tratemos de ver más allá de lo que creemos saber. Sócrates nos llama a morir como vivimos, a ser coherentes, a no escondernos detrás de la retórica. La filosofía exige la práctica y la teoría, que hacen parte de una misma realidad ontológica”.

(LaIguana.TV)