Llevan haciéndolo un lustro, pero ya es tradición: en la RAE reciben la Navidad con una nueva hornada de palabras y definiciones que entran en el Diccionario de la Lengua Española (DLE), y que de alguna manera resumen el año que se acaba. Entre las casi cuatro mil modificaciones que la institución presentó ayer hay de todo, claro, desde términos de moda como poliamor a tecnicismos impronunciables de la talla de darmstatio (un elemento químico obtenido mediante bombardeo de bismuto con cobalto), pero el mosaico resultante refleja el tiempo que habitamos, siempre caótico y diverso, tal y como sostiene Paz Battaner, directora de esta obra. Por cierto, ya tenemos nombre propio para esta era: antropoceno.  

La pandemia ha vuelto a hacer mella en el Diccionario, al igual que ocurrió en 2020: es muy difícil escapar al virus. 

La RAE recoge nueva normalidad como concepto, sea lo que sea eso a estas alturas. Está, también, el triaje, que nos trae recuerdos dolorosos, y otras que ya son cotidianas a nuestro pesar, como burbuja («grupo reducido de personas que pueden mantener contacto regular entre sí con escaso riesgo de contagio») y cribado. Por petición del gremio se han introducido vacunólogo y emergenciólogo, dos especialistas que nos han hecho (nos hacen) mucha falta. Y para contrarrestar el mal rollo, ahí va nueva acepción del verbo rayar: «Obsesionarse o preocuparse excesivamente». Hacía falta. 

Por suerte hemos tenido vida más allá del bicho. Tenemos reflejada en el DLE la revolución de las criptomonedas o bitcóins, ambas voces válidas ya, además del debate queer: entran en el DLE transgénero (persona «que no se siente identificada con su sexo anatómico») y cisgénero, su contrario. De las nuevas formas de relacionarnos los académicos recogen poliamor («relación erótica y estable entre varias personas con el consentimiento de todas ellas») y pansexualidad («atracción sexual hacia cualquier individuo u objeto»). Y luego está lo de hacer la cobra, que es algo viejo, pero necesitaba una definición seria: «Movimiento o gesto de retirar la cara para evitar un beso no deseado». 

De las cosas del comer tenemos crudité («plato compuesto de legumbres y hortalizas que se consumen crudas»), paparajote («dulce frito, típico de la región española de Murcia») y el legendario cachopo («plato típico de Asturias consistente en dos filetes de ternera con un relleno entre ellos, generalmente de queso y de jamón serrano, rebozados y fritos»), entre otras voces, como el sanjacobo o el rebujito o el tinto de verano. También ha entrado disfrutón, que tiene valor activo y pasivo (que goza y/o produce mucho gozo), y obispa, como femenino de obispo. 

Algo más lejos de la actualidad, que no del presente, encontramos pesebrismo («arte de los pesebres o nacimientos, o afición a ellos»), top manta («venta ambulante ilegal de productos generalmente falsificados o de imitación, expuestos en el suelo sobre una manta o algo similar»), ADN (como «esencia, naturaleza de alguien o de algo») o bizarro (como «rareza o extravagancia», al fin). Y dos clásicos que entran en la Docta Casa: sindiós («caos o desorden.») y pifostio («situación de confusión o desorden, a menudo a causa de alguna reclamación o disputa»). 

(ABC)