Por si la variante ómicron no era suficiente reto para unos sistemas sanitarios y una ciudadanía muy castigada tras casi dos años de pandemia, ahora llegan las subvariantes, y encima con dificultades añadidas. 

Es el caso de la subvariante BA.2, también llamada «ómicron sigilosa», de la que este jueves se reportaron los primeros casos y que ya ha sido detectada en 35 países diferentes. 

La principal complicación que supone esta variante es que no tiene el gen S que detectan las pruebas de detección de la COVID-19 y, por ende, resulta indetectable en los test, que no dan resultado positivo. 

Al igual que en los casos de la ómicron normal, los contagiados con la subvariante BA.2 presentan síntomas leves y pueden ser también asintomáticos, aunque al ser una mutación nueva se desconoce si es tan contagiosa como la original o si puede reinfectar. 

Los síntomas son, por tanto, congestión nasal, dolor de garganta, tos seca, cansancio y dolores musculares, dolor de cabeza, cansancio y fiebre. 

Esta subvariante BA.2 presenta 28 cambios respecto a la ómicron original, y el principal es que carece del gen S, que la hace más indetectable y que hace que aumenten los falsos positivos.  

Pero por el lado bueno, la ausencia del gen S puede ser también una buena noticia, porque también está vinculado a la transmisión del virus, por lo que puede suponer que la contagiosidad es menor. 

Para saber si te has contagiado con la variante sigilosa, es necesario que te sometas a una prueba PCR con la secuenciación del genoma completo del virus, pruebas que no se llevan a cabo en todos los hospitales. 

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