Este viernes 30 de septiembre se formalizó la incorporación al territorio ruso de las repúblicas populares de Donetsk y Lugansk, así como de las provincias de Zaporizhia y Jersón, en un acto de encabezado por presidente ruso, Vladímir Putin, y las autoridades locales.

En los referéndums de adhesión celebrados entre el 23 y el 27 de septiembre en esas regiones, el «sí» triunfó con porcentajes superiores al 90 % en tres de los cuatro territorios, mientras que en Jersón, el 87 % se manifestó a favor.

Con estas secesiones, Ucrania perdió cerca del 35 % de su territorio, uno de sus polos industriales y puntos estratégicos de acceso al mar Negro, por donde transitan la mayor parte de sus exportaciones.

De su parte, aunque Rusia ya era el país más extenso del planeta, ganó un puente terrestre con la península de Crimea –que se reincorporó a Rusia a través de un referéndum celebrado en 2014–, una franja territorial adicional al oeste y el control de una extensa zona comercial y militar en el mar Negro, donde permanece asentada una de las flotas de su Armada.

Desde 2014, cuando inició la guerra del Donbás, Donetsk y Lugansk fueron consideradas por Ucrania como provincias rebeldes, pero en febrero de este año, los gobiernos de facto declararon unilateralmente su independencia de Kiev y suscribieron tratados de asistencia militar con Moscú, que poco después inició una ofensiva armada orientada a controlar efectivamente los territorios.

Como en el Donbás, Jersón y Zaporizhia están habitadas mayoritariamente por personas de etnia rusa, quienes desde antes del inicio de la guerra padecieron los efectos de políticas discriminatorias impuestas por el poder central.

Estas condiciones explicarían el abrumador respaldo que recibieron las propuestas de incorporación a Rusia en las urnas y la aparente ausencia de manifestaciones en contra de la decisión popular, aunque también es cierto que se trata de una zona en conflicto que en las últimas semanas ha sido objeto de feroces bombardeos por parte del ejército ucraniano.

Según mapas divulgados por medios rusos, a la fecha, el Kremlin controla 99 % del territorio de Lugansk, 58 % de Donetsk, 72 % de Zaporizhia y 91 % de Jersón, aunque los combates continúan y podrían intensificarse con el apoyo de la OTAN, que se negó a reconocer los resultados electorales.

No obstante, esa situación puede cambiar en el corto plazo porque ya no se trata de regiones extranjeras que reciben respaldo militar de Moscú, sino de sujetos federales del Estado ruso, lo que autoriza el uso de otros procedimientos con fines defensivos, incluyendo armas nucleares, como ya ha adelantado el propio Putin.

(LaIguana.TV)