Tuve mi reunión prenavideña con mis dos politólogas favoritas, Prodigio Pérez y Eva Ritz Marcano (en ese orden) y, luego de nuestra tertulia, llegamos a la conclusión de que las oposiciones perdieron casi completo el año 2022 en una serie interminable de margaritas deshojadas, esperando instrucciones superiores y buscando, cada grupo, la forma de asumir el liderazgo, sin que ninguno pueda decir que lo logró. 

Esto deja al considerable sector político adverso al gobierno del presidente Nicolás Maduro en una zona desértica, experimentando los clásicos espejismos a los que induce la sed extrema y tratando desesperadamente de encontrar un oasis. Algo así como una pesadilla en una época en la que, en toda lógica, deberían estar acariciando sueños agradables. 

Puede afirmarse que luego de dilapidar un año entero en discusiones bizantinas, entrarán al 2023 en una situación de cronograma apretado en la que podría empezar a faltarle el tiempo, a tal punto de que ha perdido casi todo su sentido la consigna que alguna vez –recientemente- esgrimieron, de adelantar las elecciones presidenciales. 

Paz o guerra

En lo que respecta a las margaritas deshojadas, el primer dilema que no consiguen superar es el de si van por la vía violenta o por la pacífica. Cierto es que cada vez son más los dirigentes que antes eran partidarios de la salida pirómana y en los últimos tiempos han ido cambiando de opinión, pero sigue habiendo un núcleo duro de personajes que continúan postulando el derrocamiento, el magnicidio, la invasión y todas esas vías que ya intentaron sin éxito. Y siguen sosteniendo (“¡vainas locas de la gente!”, exclama Eva con su acento de Anzoátegui profundo) que esa es la fórmula democrática de llegar al poder. 

Respecto al primer lote, a los que han modificado su postura, las politólogas observan varios problemas. El primero es que se metieron tan a fondo en la opción violenta que ahora muy poca gente les cree cuando los ve con su disfraz de mansas ovejas. 

En paralelo, los partidarios comunes que les apoyaron en aquellas aventuras sangrientas y subversivas ahora se sienten traicionados, empiezan a considerar que sus líderes se rajaron o que son nuevos “enchufados”. Su propio discurso intransigente los ha quemado (valga la alegoría candelosa) y ninguno ha sido capaz de convencer a sus enfermos seguidores de que es necesario modificar la estrategia. Tendrían que tragarse demasiadas palabras y –más aún- demasiados hechos. 

“Es el rollo de las apuestas al todo o nada: si pierdes, te quedas con una mano adelante y otra atrás”, dice Prodigio. 

“La única forma de hacer que los sectores radicalizados entiendan el cambio sería que los dirigentes reconocieran abiertamente que fueron derrotados –añade Eva-. Pero ya sabemos que eso no va a ocurrir. Esa gente, primero muerta que aceptando un fracaso”. 

¿Se arregló Venezuela?

La otra desgastante discusión en la que los bandos opositores se han enredado en 2022 es en la relativa a si la situación nacional ha mejorado o no.  

Aquí se observa el mismo tipo de división que en el tema anterior. La oposición que se ha avenido a participar en los procesos electorales desde 2018 (a la que el otro sector llama “los alacranes”) no tiene mayores problemas en admitir que ha habido avances sustanciales. Algunos incluso aprovechan para atribuirse parte del mérito, pues no cabe duda que la paz política y social ha ayudado a la recuperación.  

Y es en este punto donde se desatan las peores reacciones del ala psicópata, pues para esta reconocer el más mínimo de los progresos equivale a darle oxígeno al “rrrégimen”.  

Hay un asunto de fondo allí, precisan las politólogas, pues la estrategia de conseguir el máximo malestar social y económico posible fue el ariete de los extremistas que tomaron el timón del barco opositor desde 2016. El fracaso de tal maquinación es su propio fracaso, no se lo pueden endosar a nadie más. 

Ese máximo malestar, alcanzado entre 2017 y 2021, apoyado en las criminales medidas coercitivas unilaterales y el genocida bloqueo de Estados Unidos y sus países satélites y lacayos, debió causar el “cambio de régimen” en esos años, pero no lo hizo y no parece que pueda hacerlo por ahora, a menos que haya un giro pronunciado e imprevisto en el acontecer geopolítico e interno. 

“La oposición radical tuvo que pasar el año defendiendo las sanciones y el bloqueo porque es lo único que les queda –expuso la señora Pérez-. De hecho, en las conversaciones de México no tuvieron ni tienen ningún otro factor para negociar que no sea ese, que ni siquiera es suyo en realidad, sino de sus jefes imperiales”. 

La analista Ritz Marcano agrega que en la actitud de los líderes de esta facción (la que está sentada en la mesa mexicana) se aprecia a las claras que solo son el equivalente al secuestrador que aún tiene en su poder a algunos rehenes, valiéndose del arma del bloqueo y las medidas coercitivas. “En el escenario interno tienen muy poco que esgrimir y esa es la razón por la cual se mueren de los celos, malditos celos, cuando Maduro invita a la otra oposición a Miraflores”, acota. 

Esa otra oposición tiene ahora más que ofrecer como alternativa porque ha participado en elecciones y porque no parece tener problemas en alegrarse con las leves mejorías del país. Solo que para los pirómanos es inadmisible que uno de “los alacranes” tome el testigo en la carrera de relevos. 

La candidatura, ¡ay, la candidatura! 

Los dos bandos del antichavismo también han perdido mucho tiempo en lo que apenas han sido los prolegómenos del asunto concreto de un posible candidato presidencial único.  

En este caso, las discrepancias están atomizadas porque tanto en el ala moderado-taimada como en el ala pirómana hay una multitud de aspirantes y cada uno se siente en el derecho de llevar la bandera. 

La discusión tiene varios escalones. Se debate si habrá un solo candidato o varios; se polemiza sobre cómo debe ser seleccionado; se lidia respecto a si en unas primarias debe intervenir o no el Consejo Nacional Electoral; hay porfía en torno a cómo debe ser el proceso y quién debe dirigirlo; se disputa acerca de la fecha de esa consulta interna; pugnan respecto a si deben exigir un adelanto de las presidenciales o dejarlas como lo prevé la Constitución, para 2024; y últimamente se han puesto a pelear por un tema clave para las oposiciones (porque de eso se han acostumbrado a vivir): ¿quién va a financiar esas primarias?, o como decía un viejo slogan de campaña, “¿dónde están los reales?” y, más que eso, ¿quién va a manejarlos?. 

La disyuntiva del outsider

Para los primeros meses de 2023, según mis calificadas asesoras, no se vislumbra un cambio de fondo en la situación de estancamiento de las oposiciones. Seguirán debatiéndose entre asumir o no de lleno la vía electoral y, en tal caso, con qué candidato, escogido de qué manera y si será para un proceso adelantado o en su fecha prevista. En esto será determinante la actitud que asuma Estados Unidos en el contexto del diálogo de México o al margen de este. Así que los diferentes actores domésticos seguirán esperando las órdenes del norte. Ese es su rol en esta obra de teatro. 

Prodigio y Eva advierten que los superiores estadounidenses podrían decantarse por la designación de un candidato del tipo outsider, pues ya ha sido más que probada la ineptitud de varios de los posibles postulados partidistas. Y los que no son verificadamente incapaces, tienen un apoyo muy limitado y pocas expectativas de crecimiento. 

Si Washington les impone un outsider, será interesante observar las reacciones de cada grupo y de cada dirigente, en particular de los que tienen aspiraciones presidenciales. Desde ya hay que coger palco. 

Perdidos en el espacio

Eva y Prodigio sostienen que las indecisiones en las que han incurrido los opositores en 2022 se deben, en buena medida, a que sus jefazos de Washington se han visto muy ocupados en otros asuntos y, por tanto, no han estado tan pendientes de darles instrucciones como en años precedentes. 

Respecto a las órdenes estadounidenses, las oposiciones muestran diversos grados de dependencia. Los que forman parte del autoproclamado gobierno encargado dependen en 150 %. No son más que muñecos de ventrílocuo. Y se quedaron sin ventrílocuo cuando Donald Trump se fue, en contra de su voluntad, de la Casa Blanca.  

Ellos han estado plenamente dispuestos a comportarse de igual manera con el gobierno de Joe Biden, pero este ha preferido negociar directamente y solo ahora, a casi dos años de distancia, les ha permitido sentarse a la mesa con el gobierno constitucional de Venezuela. 

Los factores menos radicales de la oposición no son tan serviles con los capos estadounidenses, pero eso no significa que sean capaces de rebelarse ante sus órdenes de una manera suficientemente firme. “Cierto es que rompieron el boicot a las elecciones presidenciales de 2018 y a las parlamentarias de 2020, pero se cuidan mucho de no enfadar demasiado a la camarilla de Washington y, sobre todo, a la de Miami. Muchos de los dirigentes no aguantan una llamada de presión de algún funcionario de Estados Unidos, como ha quedado demostrado tantas veces”, dice Prodigio, muy seria.  

“¡Muchacha, y tampoco aguantarían un ‘te quiero’ en el oído susurrado por un gringo!”, complementa Ritz Marcano que, de nuevo, saca a relucir su acento oriental. 

[La semana que viene les cuento lo que dijeron estas dos acerca del lado revolucionario] 

(Clodovaldo Hernández / LaIguana.TV)