La guerra cognitiva consiste en meterse en el cerebro de las personas y ejecutar un desfalco del sentido, de todos los principios básicos, hasta lograr que quienes han sido sometidos terminen dándole la razón a su verdugo.

Así explica el filósofo mexicano Fernando Buen Abad el proceso de reforzamiento de la dominación mediante un discurso hegemónico impuesto por el poder imperial.

Buen Abad conversó sobre el tema de la disputa del sentido con su colega venezolano Miguel Ángel Pérez Pirela en el programa Desde donde sea.

Miguel Ángel Pérez Pirela (MAPP): Hace poco, Luiz Inácio Lula Da Silva tuvo el gran coraje de decir, sin cortapisas, que lo que ha habido sobre Venezuela es precisamente una disputa de sentido, a través de narraciones. ¿Cómo entra ese tema de las narraciones en la guerra comunicacional aquí en Nuestra América?

Fernando Buen Abad (FBA): Es un núcleo importantísimo. Es decisivo el factor de cómo te cuentan la historia y es, además, un indicativo acerca de qué lado está el que te la cuenta. Nosotros debemos interpelarnos de manera autocrítica sobre si nuestro discurso, nuestro relato, están a la altura de la historia y de los movimientos que hoy están proponiendo transformaciones, llámense progresistas, revolucionarios o como quiera que se llamen, pero que no están contentos con el mundo que nos está dejando el capitalismo con todas las degradaciones que conocemos. El problema del relato es que también se ha hegemonizado en estructuras de dirección semántica que se han tornado en núcleos muy duros. Un ejemplo con el que estamos trabajando es la empresa Disney, uno de los emporios dentro de los planos de la dominación mediática global, uno de los seis o siete dueños de la casi totalidad de los medios de comunicación en el planeta. Ahora se adueñó también de ESPN, que es una compañía dedicada a la transmisión de eventos deportivos. En la estructura narrativa histórica de Disney, que se puede rastrear con su analogía, prosodia, sintaxis y ortografía, hay una forma de contar la historia. Eso viene desde Mickey Mouse y el Pato Donald, ya muy estudiado por Armand Mattelart, en su libro Para leer al Pato Donald. Hay un relato siempre basado en el heroísmo individual  o individualista; siempre basado en una competencia que tiene por centro de interés el ganar más que el otro, y en el poner a los protagonistas de los centros de poder como superiores al conjunto. En las historias del Pato Donald, lo que no es Patolandia está habitado por tribus de gente con huesos en la cabeza y falditas de paja. Esa estructura narrativa de Disney, hoy se ha transferido al relato de partidos de fútbol, de beisbol, de tenis o de lo que te dé la gana, donde lo que realmente importa es la concepción del individualismo en la confrontación; no el desarrollo de habilidades conjuntas. Podríamos analizar el discurso de cada uno de los narradores deportivos y hacer una semiótica en la que se pondría en evidencia esta manipulación supremacista e individualista. En ese eje, esa narración se está volviendo tóxica, porque cualquier niño hoy que juega a la pelota, y a veces es narrador de sí mismo, traspone ese relato que más tarde va a tener que ver con su vida y con su práctica diaria. Allí también está la disputa del sentido.

MAPP: ¿Entonces, de una guerra de sentido, semiótica, pasamos a una guerra cognitiva, que es una categoría que a ti te gusta mucho utilizar?

FBA: Sí, me encanta porque es uno de los ejes más codiciados por todo aquel que quiere subordinar a otros y sigue los tres pasos históricos. Uno es cuando tú terminas de convencerte de que tu verdugo siempre ha tenido razón en su afán de someterte. Es un salto cognitivo brutal. El segundo es que, además de reconocer que tiene la razón, le agradezcas al verdugo.

MAPP: ¿Es una visión hegeliana de sumisión voluntaria?

FBA: En esa línea va. Pero, además de que se lo agradezcas, viene el tercer paso: cuando tú empiezas a pensar que ser subordinado y aceptarlo es el mayor tesoro que has conseguido y que tienes que heredárselo a tus hijos. Es cuando la gente empieza a enseñarles a sus hijos que más vale quedarse quietecito, llevarte bien con los poderes porque el otro camino te lleva a sufrir. La revisión de estos tres pasos pone en evidencia que mientras no se entre a dominar el campo del conocimiento estamos condenados a perder. El discurso dominante intenta que el otro entienda sus valores como si fueran los propios;  que el dominado entienda la dominación como una conquista histórica; que acepte eso que tanto soñó el neoliberalismo, que este era el fin de la historia; que esté convencido de que hemos luchado siempre por este estado de la libertad de mercado y que todo se lo debemos a esta inspiración. Es claro que hay una guerra por controlar la forma de conocer, la forma de sentir y sobre todo la forma de expresar la realidad en la que vivimos. Y entonces encontramos los relatos más aberrantes y dolorosos, el del esclavo repitiendo la escena del Síndrome de Estocolmo, en su propia casa, con su propia vida y con sus propios hijos.

MAPP: Esto conduce a un triángulo. Por una parte tenemos a Étienne de La Boétie con La servidumbre voluntaria, que es, al fin y al cabo, a lo que tienden las narrativas de los medios de comunicación; por otro lado, Alexis de Tocqueville, en La democracia en América, cuando prevé, en el siglo XIX, que ya no te iban a imponer una manera de pensar mediante la tortura, sino que van a entrar en tu espíritu y va a jugar con eso que el llamaba petits et vulgaires placers (pequeños y vulgares placeres); y el tercer lado del triángulo es lo que tú has dicho sobre la OTAN, que su campo de batalla está en el cerebro de las personas o, para ser un poco medieval, en el espíritu, en el alma.

FBA: Medieval, pero nada más atinado. Un ejemplo lo tienen ustedes en Venezuela. Se refiere a estos sectores de la derecha que fueron a pedir que invadieran al país, a pedir ayuda extranjera para derrocar al presidente Maduro. Ese proceso necesita un desfalco sistemático del sentido. Es la guerra cognitiva para que tú termines entendiendo que democracia es que te vengan a robar los recursos naturales y que tú los aplaudas por eso. Pensar que democracia es dejar que las decisiones políticas las tomen aquellos que están preparados para hacerlo y que nosotros sólo somos espectadores de un estadio en el que estamos únicamente para aplaudir lo que esas personas hagan, pase lo que pase y nos duela lo que nos duela. La OTAN publicó un libro llamado La guerra cognitiva en el que se hace la descripción del proceso de esa guerra que se traslada hoy al cerebro de las personas. Se trata de desmontar todos los principios que tenemos. Por ejemplo, ha cobrado fuerza la idea de los padres de que los hijos estudien una carrera que dé dinero, no aquella por la que tiene vocación. Esa es una forma más de la mercantilización de la existencia. Entonces, no necesito poner escuelas de orientación vocacional para que los jóvenes vengan e identifiquen sus inclinaciones psicológicas y hasta existenciales, sino que analices qué te ofrece el mercado para que tú decidas en qué vas a invertir los años de vida en los que corresponde estudiar, con la lógica mercantil, del negocio. En estoy hay dispositivos superavanzados, incluso en una expresión terriblemente odiosa, pero muy real, de que muchas universidades han comenzado a descartar carreras por el hecho simple de que no son negocio. Y un ejemplo dolorosísimo para mí, y seguramente para ti, es la desaparición de la carrera de Filosofía  de casi todos los espacios que conocimos hasta hace pocos años. Incluso, en algunos programas de bachillerato ha desaparecido como materia. Queda omisa la tarea de la interrogación de la filosofía. Y ha quedado mucho más secuestrada y aniquilada la idea de la filosofía para la práctica, la que no se contenta con teorizar, sino que se compromete con actuar. Todo ese desfalco de los valores lo hacen en nombre de la democracia y la libertad. En todo el mundo de hoy hay movimientos profundamente antidemocráticos que hablan en nombre de la democracia. Los que dirigen esta guerra tienen claro que si no se meten en nuestras cabezas para desfalcarnos los principios básicos de igualdad, hermandad, fraternidad, la cooperación y la diversidad, van a fracasar. Por eso es ahí justamente donde debemos disputar el sentido, reponer la idea de que sin comunidad no vamos para ningún lado.

MAPP: ¿Es esa especie de dictadura que tú llamas la imposición del sinsentido común?

FBA: Justamente, y ese sinsentido común acaba siendo una especie de nueva religión, de dogma. La idea es sustituir los datos de la realidad por una creencia que, además, hemos tomado prestada de alguien que nos ha influido o de alguien que nos chantajea para que usemos esas categorías, supuestamente en nuestro beneficio. Puedo citar los ejemplos dolorosos de compañeros trabajadores en supermercados de Estados Unidos que expresan su opinión favorable a que ya no haya cajeros humanos, sino que cada comprador registre sus productos, los meta en bolsas y pague electrónicamente. Eso eliminará los puestos de trabajo y hará que los clientes sean empleados gratuitos del supermercado, por lo que los trabajadores deberían estar en contra, pero es parte de una creencia que se ha convertido en dogma. Por eso nuestro trabajo es interponerle interrogaciones profundas. Debemos demostrar que si seguimos por esa vía, nosotros vamos a ser los agentes que atenten contra la fuerza de trabajo, de la que somos propietarios y que es la riqueza más importante que tienen los pueblos en esta batalla.

(LaIguana.TV)