miércoles, 22 / 01 / 2025

¿La verdad es hoy más deformable que nunca?: Reflexión a propósito de Siria (+Clodovaldo)

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¿Es hoy la noción de la verdad más relativa que nunca antes? ¿O la verdad siempre ha sido esa sustancia plástica, deformable, amasable, moldeable, maleable, retorcible que es en la actualidad?

Es una pregunta para reflexionar y debatir en este fin de año, apropiada para huir del frenesí navideño que nos aqueja, según puede apreciarse en cualquier calle.

La hipótesis de que la verdad sea en este tiempo significativamente más volátil, etérea e inestable, de lo que antes lo había sido tiene fuertes argumentos a favor, sobre todo cuando se aprecian ejemplos en caliente tan impactantes como lo que ha ocurrido en la última semana en Siria, un escenario en el que la verdad oficial de los coautores del derrocamiento de Bashar al-Assad desafía todos los test de elasticidad, flexibilidad y ductilidad a la que pudiera sometérsele.

Veamos con detenimiento este caso. La versión propalada por el poder imperial no sólo es bastante alejada de la realidad de los hechos, algo normal en cualquier operación de “cambio de régimen”; también es escandalosamente contradictoria con “verdades” anteriores difundidas por los mismos factores geopolíticos.

El líder de la revuelta, Abu Mohammed al Jolani, y su grupo, Hayat Tahrir al Shams (HTS), habían sido calificados como terroristas por Estados Unidos, país que incluso ofreció recompensas millonarias por su captura. Literalmente de la noche a la mañana, este hombre y su organización pasaron a ser heroicos “rebeldes” y hasta “deslumbrantes libertadores” de Siria. Entonces, cualquiera con cierto nivel de acuciosidad pudiera preguntarse: ¿Nos mintieron cuando afirmaron que este señor y su banda eran peligrosos terroristas capaces de cometer los peores crímenes o nos mienten ahora, cuando aseguran que son valientes luchadores por la democracia y el respeto a los derechos humanos en Siria y, por tanto, merecedores del apoyo internacional?

La modificación diametral de la imagen de este líder y su grupo armado se produce sin que los poderes generadores de ambas (opuestas) matrices de opinión se sientan obligados a dar explicaciones. Nadie considera necesario decir algo como “nos habíamos equivocado con estas personas, que no son terroristas, sino luchadores por las mejores causas de la humanidad”. No. Simplemente, de un día para otro, cambian completamente la caracterización del individuo y su pandilla. ¿Por qué sucede esto de manera impune?

Un cambio tan radical debería detonar un cuestionamiento, abrir una tronera en la credibilidad de Estados Unidos y sus compinches, incluso entre las masas que les son afines. Pero no lo hace. Las huestes proimperialistas (vamos a permitirnos ponerles una etiqueta) creen y repiten la nueva “verdad” como si fuera un dogma de fe.

Algunas posibles explicaciones

Tratando de analizarlo desde el ámbito de las comunicaciones masivas, estos virajes son viables por varias razones. Una de ellas es que, en general, la gente sabe muy poco acerca de los conflictos que están en desarrollo en el planeta. Intencionalmente se mantiene a las audiencias desinformadas para hacerlas susceptibles de cualquier matriz de opinión, incluso de una que contradice flagrantemente a otra anterior.

La segunda razón (que, a mi juicio, es la más importante en estos tiempos) es que las audiencias desinformadas e, incluso, las que sí saben lo que está pasando en esos escenarios conflictivos, quieren consumir una verdad hecha a la medida, que se ajuste a sus puntos de vista. Las personas están dispuestas a tragarse una versión de los hechos y del rol de los protagonistas, incluso si son obviamente falsas o inverosímiles, con tal de que satisfagan sus deseos y estén acordes con sus convicciones.

En el caso de los sucesos de Siria (y en muchos otros), los públicos no sólo están dispuestos a firmar un pacto de amnesia respecto a las verdades anteriores para asumir las opuestas. También se inclinan a aceptar las incongruencias más rampantes entre los elevados motivos del derrocamiento y las bajezas cometidas en la acción. Dicho en otras palabras: tumban a un gobernante porque viola los derechos humanos, y lo hacen perpetrando toda clase de violaciones a esos mismos derechos, incluyendo linchamientos, ajusticiamientos, fusilamientos y otros delitos de lesa humanidad.

En este punto hay que hacer una distinción pertinente entre las élites que llevan a cabo estas operaciones y la gente común que asume los cambios de “verdad”. Las élites se mueven según sus intereses geopolíticos, pero ¿por qué tienen masas dispuestas a sostener los nuevos libretos? ¿Las personas comunes creen que la nueva versión es cierta? ¿Acaso son víctimas fáciles de las estrategias de manipulación? ¿O es que están dispuestos a sostener  una falsedad porque va en la dirección de sus ideas políticas, religiosas o de la naturaleza que sea?

Por cierto, es curioso que estas maquinaciones funcionen para los asuntos de gran calado, no para la vida individual de cada uno. El que las personas puedan cambiar de “verdad” como quien cambia de ropa interior, no significa que lo hagan en relación a sus asuntos cotidianos. Allí es mucho más difícil admitir sin reservas un “cambio de narrativa”.

Son muy raras las modificaciones radicales sobre la “verdad” corriente de los individuos. Para decirlo de un modo caricaturesco, supongamos que usted se ha formado (por iniciativa propia o por presión social) una mala opinión acerca de un compañero de trabajo. Digamos que cree que es un flojo y, además, un completo imbécil, pero un día le dicen, desde arriba, que se trata, en realidad, de un tipo laborioso y un genio incomprendido. No es normal que usted acepte sin chistar esa nueva versión y se ponga a repetirla por ahí. Puede que “se la cale”, como se dice coloquialmente, pero no que se la crea… A menos que usted sea el verdadero imbécil.

La maquinaria mediática y de redes

Aquí surge otra pregunta para la reflexión navideña: ¿Esa conducta dócil de las audiencias que aceptan que la verdad 1 sea sustituida sin explicaciones por la verdad 2 (contraria a la 1) sería posible sin la maquinaria mediática, de redes y plataformas digitales que está al servicio del superpoder que dispara unas y otras “verdades”?

Claro que no. La mejor prueba de ello es que tal superpoder no escatima en recursos para alimentar esa maquinaria ideológica ni para eliminar o neutralizar cualquier órgano alternativo que pueda menoscabar su hegemonía discursiva.

La superestructura mediática trabaja científicamente, hilvanando imágenes, palabras, frases, opiniones, narrativas e imponiendo modelos a seguir en cuanto a qué pensar (y qué no pensar).

Los medios convencionales (periódicos, radio y televisión), que reinaron en la esfera de la opinión pública durante el siglo XX y siguen haciéndolo parcialmente en la actual centuria, lo hacen mediante el control de los mensajes emitidos. Han impuesto la agenda pública. Los dueños de esos medios y sus operadores deciden de qué se habla y de qué no. En los temas autorizados, son ellos los que resuelven cómo serán tratados y quién tendrán papeles protagónicos.

A esta especie de dictadura discursiva se le han sumado las redes y plataformas sociales, controladas por la cúpula de todas las cúpulas, los más multibillonarios entre los billonarios. En pocos años, esta nueva modalidad de comunicaciones masivas ha tomado la vanguardia en ese trabajo antes referido de imponer agendas de discusión, matrices de opinión, narrativas y valores.

Tal vez sea por el efecto de estos nuevos canales que la verdad se ha hecho más y más relativa, cambiante y adaptable que nunca. Es una de las grandes paradojas de los tiempos que corren: las mismas redes que han democratizado el acceso a las comunicaciones de masas, han acentuado la tendencia humana a acomodar las versiones de la historia y de la actualidad. En lugar de hacernos más críticos, nos ha hecho más crédulos y tolerantes con la mentira.

[Dedico este artículo a quien fuera uno de mis más leales y críticos lectores, don Luis Amengual, un ser humano casi centenario para quien la verdad siempre fue un principio vertical]

(Clodovaldo Hernández / Laiguana.tv)


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