Como las palomitas que de Maracaibo salieron volando, según dice una vieja canción, Francisco Verde llegó hasta Florencia, Italia, siendo casi un niño, para estudiar arte, pero regresó una vez más a la tierra del sol amada.
Él es uno de los miles de egresados del afamado Instituto Niños Cantores del Zulia y ahora un artista plástico con un recorrido enorme en el mundo de la plástica…
Y hoy, vino a sentarse en El Sofá.
—Francisco, hermano, ¿cómo estáis?
—Gracias, Ernesto, gracias. Gracias a Laiguana.tv, a esta invitación.
—Naciste en Maracaibo, ¿verdad?
—Sí, nací en Maracaibo. Tengo un origen curioso, porque mi familia materna es de Isla de Toas, y mi familia paterna es de Trujillo, del Alto de Escuque. Isla y montaña. Pero nací en Maracaibo. Me engendraron en Trujillo, pero nací en Maracaibo.
—En el Zulia hay mucha gente que se fue a la industria petrolera, de los Andes, de Falcón, de los estados periféricos y que culturalmente se hicieron zulianos…
—No les quedó ni el acento, y ahora escuchan hasta más gaita que nosotros en muchos pueblitos. Yo me he quedado sorprendido últimamente con eso. La gaita está en todas partes en Trujillo ahorita.
—Yo oigo gaitas todos los días. Descubrí una aplicación y cada medio día oigo la emisora y el programa de León Magno Montiel todos los mediodías. Yo creo que a León hay que hacerle una estatua, o sea, 40 años sosteniendo un programa de radio, para hablar de la gaita a diario, eso es una tarea titánica.
—Saludo a León… merece ese reconocimiento.
—Lo estamos esperando aquí…
—Francisco Verde… ¿cuándo vas a madurar?
—Bueno, ya eso está imposible, jajajajaja.
—Estudiaste en el afamado Instituto Niños Cantores del Zulia, en la Urbanización La Paz de Maracaibo, ¿Cómo fuiste a dar a Florencia, Italia?
—Es que tuve contactos con con pintores, maestros, desde muy niño. Cuando se estaban haciendo los murales para la Ciudad de Dios, para el proyecto de del complejo del Templo a San Tarsicio, estaba ese museo que fue un ícono de arquitectura, un ícono cultural de la región, que bueno convocó a muchos artistas a trabajar en él durante varios años.
Estaba a cargo de Abdón Romero, un proyecto naturalmente de la visión del padre Gustavo Ocando Yamarte, y él ubicó a estos artistas, a estos talentos que muchos eran desconocidos en ese momento, eran jóvenes artistas. Les dio esa oportunidad y empezaron a desarrollar pinturas desde la figuración, narrando las escenas bíblicas, pero eran pinturas de cinco metros, eran pinturas donde las figuras eran monumentales.
Entonces yo veía eso a la edad de siete años. Entonces eso era algo fascinante para cualquier niño estar en contacto con un estímulo de eso, eso es algo fascinante. Y yo comencé a interesarme por la pintura entonces además ellos me asumieron como un ahijado.
—¿Pero pintabas, ya tenías como la uniquedad?
—Sí. Recuerdo que yo hacía muchos cómics y veía películas, entonces trataba de hacer como unos storyboard y cosas así. Me gustaba mucho. Y esos eran mis juguetes, los hacía yo mismo, con la plastilina, con las maderas, me ponía a ensamblar cosas. Esos fueron como los inicios reales. Empecé a dibujar, empecé a dibujar allí en el taller con Abdon. Y me daban materiales, que les iban quedando, entonces yo me los vacilaba. Oleos, pinceles, pedazos de lienzos, carboncillos.
Recuerdo que uno de los artistas, Luis Cross, que de origen colombiano, por cierto, un gran pintor y dibujante, hizo una ilustración de Terminator 2, iba saliendo en ese momento. Entonces yo me puse a hacer uno a su lado, y les gustó mucho. Empezaron a tomarme más en serio a partir de ese momento.
Luego termina ese proyecto. De allí salen artistas jóvenes como Emmanuel Luna y Ángel Ramiro Sánchez, este último un niño cantor, que el padre Ocando apoya y se va muy joven para Florencia a estudiar en la Academia de Belle Arti.
Continué en Niños Cantores, pero me metí en teatro, porque Niños Cantores tenía esas actividades vespertinas, que algunos se iban a clases de música, deportes, yo estudié teatro adolescente con el sobrino del padre: Leonardo Ocando y al final ya del bachillerato fue que abrieron la escuela de artes plásticas en niños cantores con la profesora Minerva de Santiago. Ella me recibió en esa escuela feliz y ahí empezó a potenciar algunas cualidades que tenía.
Luego, Ramiro hace una visita a Maracaibo y me motiva ya cuando yo tenía 17 años a que lo intentara, a que aplicara a la escuela donde él en ese momento era profesor, que era The Florence Academy of Art.
—…estudiar en Florencia es el sueño de todo aquel que agarra Persona 0: un pincel, ¿no?…
—Un sueño, un sueño, sobre todo, para uno, que venía de una realidad muy humilde y eso era como un sueño, una quimera, ver, estudiar en una escuela de ese calibre, aparte porque era muy costosa. Yo, sin embargo apliqué, y me puse a trabajar para lograrlo. Y apliqué, sin tener los reales para empezar.
Pero entonces quedé. Me seleccionaron de un grupo de 30 estudiantes a nivel mundial y después fue buscar los realitos. Entonces allí en ese momento es que aparece la visión del padre, el apoyo del padre Ocando con su talento para eso. Él motivaba a estas cosas, a que nos arriesgáramos, a tomar esos grandes retos y con su grupo de amigos hizo una vaca, la popular vaca, y completó esa matrícula del primer año en la Florence Academy.
Ya. Después yo me gané la beca de la escuela y así fue que culminé los estudios.
—¿Cuántos años?
—Cuatro años. Cuatro años en Florencia, y bueno, fueron de los mejores años que alguien puede soñar, como pintores de Florencia, en todas esas calles llenas de sorpresas, de museos, de casas de artistas, de obras de artes públicas, de conocer personas que tienen oficio en el arte, de conocer el valor de la tradición, de la tradición, de los oficios y para mí fue, me marcó un antes y un después sin duda.
—Ya que lo hemos mencionado. El Padre Ocando Yamarte tuvo un sueño, hizo una corporación Niños Cantores que tenía tres canales de televisión regionales, el Instituto, el Teatro, un Polideportivo, una emisora de radio, el templo de San Tarciso, el hospital Madre Rafols… ¿qué queda del sueño del Padre Ocando?
—Yo creo que quedamos nosotros, los muchachos, mis compañeros, mis hermanos, haciendo cosas. Pero yo siento ahorita que hay un renacimiento de las obras del Padre, y en estos días, en una homilía que estábamos conmemorando el tercer año de su desaparición física, el padre Miguel Ospino decía algo muy interesante, que las obras del padre son obras para el futuro y siempre se están como reescribiendo, ¿no? Y se están actualizando. Y eso es lo, yo pienso que es el principal legado del padre. Todo lo que sembró en cuanto al pensamiento, en cuanto al tema ético, en cuanto al hacer el bien. Uno trata, uno hace lo mejor que puede, pero ahí hay un grupo de compañeros, de hermanos que le están echando bola en el hospital Madre Rafols, en el templo de San Tarcicio y en Niños Cantores nuevamente, en el polideportivo, en una escuela de fútbol.
—De lo que aprendiste en tu formación inicial de niños cantores, ¿qué sientes tú que le puedes retribuir a la sociedad como artista?
—Bueno, de todo. Difícilmente a uno le puede alcanzar la vida o el tiempo para poder retribuir tanto que recibió. A mí me encanta el tema educativo. De hecho, una de mis motivaciones para regresar al país fue un proyecto de academia. Yo quise y materialicé un proyecto de escuela cuando regresé a partir del 2015.
—Francisco ¿qué te llevó a tomar la decisión de dejar Florencia y venirte, no solamente a Venezuela, regresar para Maracaibo?
—Bueno, porque fue un desafío y a mí me gustan los desafíos, ¿no? Me gusta hacer cosas que me reten, entonces yo pienso que aquí en este país, aunque está muy avanzado en muchas cosas, en lo humano, tenemos visiones, pero entonces las cosas se quedan como en la marcha, entonces muchas cosas no se materializan hasta el final.
Y yo pienso que estamos comenzando a entender la importancia de las tradiciones, de la tradición, de dejar, por ejemplo, del aporte científico, académico, que escriba, alguien que escriba sobre algo, porque hay testimonios de artistas muy brillantes o de genialidades que han vivido en este país, pero no se documenta, o sea, no se hace como una guía para las generaciones que vinimos luego y bueno, que lograron ellos, que les faltó para continuarlo yo.
Esa fue una de las motivaciones, el reto que suponía regresar al Caribe, a Venezuela, a mi ciudad natal y potenciar con todas esas herramientas del viejo continente, actualizarlas, reescribirlas, reinventarlas para inyectarle a través de un dinamismo a mis compañeros, a los muchachos que veía, y tratar de dar oportunidades, como yo recibí esas oportunidades. Suena muy altruista y todo, pero fue algo muy personal, fue un desafío personal. Y yo sentí que esa era mi, como una forma de superarme personalmente también.
—¿Qué hiciste en Florencia de más estudiar?
—Trabajé que jode, trabajé que jode de todo. Porque la beca que yo gané era una beca trabajo. Entonces la beca, que curiosamente nos daban a los latinoamericanos era la limpieza de la escuela.
No era bibliotecario, no era el protocolo tal, pero bueno yo dignamente y felizmente la aceptaba yo iba para Florencia, no para el paraíso, como me decía el padre, tú vas a Florencia, no vas a ir a una dimensión tal, pero también entonces viví junto a unos italianos del sur de Italia, de Lecce, que es el taquito de la bota en el mapa, Lecce, Y yo era uno más, entonces ellos trabajaban en un restaurante de camarero, de lavaplatos, que era el restaurante de la Fiorentina Nuoto, el club de natación de Florencia.
Y empecé allí y trabajé durante toda mi carrera cuatro años en el restaurante, en las noches. O sea, Yo tenía que pararme antes de las clases para ir a limpiar la escuela, ordenar la escuela, luego entrar a clase, eran unas clases intensivas, yo hice un programa intensivo que suponía como el doble de horas académicas de una licenciatura. Y luego en la noche agarraba la bicicleta y me iba para el restaurante. Entonces también ya al final, como en el tercer año, empecé a hacer trabajos más relacionados con el arte, ¿no? Con dibujos, retratos, sobre todo retratos. Me encargaban retratos y me empezó a ir bien, pero igual todo lo debía.
—Estudiaste en una época en la que no había el rollo con la migración y lo que ha ocurrido con otros países… ¿padeciste de xenofobia o si te tocó algo de eso?
—Sí, claro. Yo estuve cuando el entonces presidente Berlusconi, lanzó una campaña que era “vete a tu casa”. Se armaban patrullas con gas pimienta y las cosas esas de electrocutar y cada vez se veían más. Y yo comencé a tener problemas cuando iba a actualizar mi permiso de estadía, en la prefectura, y no me lo querían actualizar, o sea, le estaban trancando los trámites a los migrantes.
—…pero ¿no te jodieron nunca, no?
—¡Claro que si! Me dieron patadas, y claro yo las respondí, también las devolví pero… es arriesgado enfrentarse a un grupo… Uno trataba de evitar pero claro como la escuela que yo estaba era bastante internacional, estábamos como en manadas. Pero me tocó una experiencia muy extraña al salir una vez del restaurante que había un carajo que acosaba a los latinos y tal, y era cinta negra en kung fu y tal… pero bueno uno tampoco es que uno venía de Suiza, uno venía de Maracaibo, había estado en varias cosas, en varias situaciones también callejeras, venezolanas que también tienen su guaguancó…
—Hablemos de tu obra, la que está en el parque Ana María Campos: 4 metros por 70, es una cosa gigantesca, esa dimensión es brutal. ¿Cómo se pasa del lienzo a una vaina tan grande?
—A través del cuerpo, el cuerpo hay que estar, hay que procurar mantenerlo activo para poder enfrentar ese tipo de desafíos, pero se pasa es a través del dibujo. Yo siempre he dicho que el dibujo es lo que nos permite amplificar, traducir, replantear todo. Es como el génesis de mi trabajo, mi trabajo es muy dibujístico, ¿no? Pero todos los seres humanos dibujamos en la cotidianidad, aunque no sean artistas visuales, pintores. Tú cuando caminas, haces una trayectoria, por ejemplo, cuando vas a manejar un carro, tú vas dibujando por dónde va a ser la línea de tu recorrido. Entonces, si lo vemos de esa manera, son formas de dibujo. Los bailarines dibujan en el escenario.
(Ernesto J. Navarro / Laiguana.tv)
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