Entre los funcionarios estadounidenses que se han mostrado más beligerantes en los últimos meses en contra de Venezuela destaca la embajadora ante la Organización de las Naciones Unidas, Nikki Haley, una republicana del ala extrema, exgobernadora de Carolina del Sur.

 

El primer detalle significativo de esta mujer de 42 años es que debería ser conocida por su primer nombre y su primer apellido: Nimrata Randhawa, pero es obvio que decidió utilizar los segundos para no revelar tan abiertamente su ascendencia india.

 

Como pasa con casi todos los políticos estadounidenses que llegan a altos cargos, Halley está vinculada a poderosos intereses empresariales y ha sido financiada por las corporaciones y los lobbies que trafican influencias “legalmente” en ese sistema político.

 

Graduada en Contaduría, trabajó inicialmente para FCR Corporation, una empresa dedicada al reciclaje de desechos. Luego pasó a laborar en la empresa familiar de ropa de lujo, Exotica International.

 

Haley ha tenido, desde que comenzó a dar pininos en la política, el respaldo del Consejo de Intercambio Legislativo Norteamericano (siglas en inglés: ALEC), una especie de club de corporaciones cuya finalidad es incidir en las decisiones que toma el Congreso estadounidense para que sean favorables a sus intereses.

 

La ALEC nació por iniciativa de los hermanos Koch, propietarios de la que es considerada por la revista Forbes la segunda empresa más grande de EEUU, después de Cargill, con ingresos superiores a los 100 mil millones de dólares anuales.

 

Los hermanos Koch se conocen en EEUU porque financian las causas más retrógradas que pueden encontrarse en el espectro político. Han apoyado las luchas de quienes se oponen a las reformas del sistema sanitario y de seguridad social y al establecimiento de leyes ambientales más estrictas. Respaldan a quienes sostienen que el cambio climático no existe. Tienen razones para ello, pues sus empresas aparecen entre las diez más contaminantes de EEUU.

 

Aparte de la Koch Industries, en ALEC militan  otras que tienen obvios intereses trasnacionales, tales como la AT&T (telecomunicaciones), Coca-Cola (bebidas), Pfizer (farmacia) y ExxonMobil (petróleo).

 

Este último actor es fundamental en la explicación de la postura beligerante de Haley contra el gobierno de Venezuela, pues bien se sabe que esa y todas las empresas petroleras ambicionan las grandes reservas de hidrocarburos del país.

 

Haley también ha sido financiada por otras empresas de gran calado como Bank of America (banca), Comcast (medios de comunicación, BP (petróleo), General Motors (automóviles).

 

Vinculada al sionismo

Aparte de su continua virulencia contra Venezuela, Haley ha levantado innumerables polvaredas por su férrea defensa de las políticas de los sectores israelíes más radicalizados y violentos. Ha llegado al extremo de amenazar con el retiro de EEUU del Consejo de Seguridad por las constantes condenas que recibe Israel en esa instancia.

 

Incluso dentro de su propio país, la embajadora ha sido objeto de repudio. Mientras dictaba una conferencia en la Universidad de Houston, un grupo de estudiantes gritó duras consignas contra ella. La más suave de las acusaciones fue: “Haley, tienes las manos manchadas de sangre, no puedes esconderlo, has respaldado un genocidio”.

 

La actitud de Haley con respecto al Medio Oriente es de un sionismo militante. Incluso ha incurrido en el antidiplomático gesto de abandonar el recinto cuando interviene el embajador de Palestina.

 

Dime con quién andas

En días recientes, la embajadora Haley ha intensificado sus arremetidas contra Venezuela, utilizando el ya desgastado argumento de la supuesta crisis regional que estaría causando la migración masiva de venezolanos.

 

Asimismo ha insultado al presidente de la Asamblea Nacional Constituyente, Diosdado Cabello, tachándolo de ladrón y narcotraficante. En cambio, tiene excelentes relaciones con la clase política colombiana, al punto de haber realizado “inspecciones” en la zona fronteriza con Venezuela.

 

Haley se ha reunido con un viejo vocero de la extrema derecha venezolana radicada en EEUU, Diego Arria, y con el abogado Miguel Ángel Martín, quien funge de presidente del autodenominado Tribunal Supremo en el exilio. Según las versiones periodísticas que últimamente han abundado en EEUU en torno a un eventual golpe de Estado en Venezuela, Martín sería el escogido por Washington para encabezar un gobierno de transición, luego de que se produzca una intervención militar multinacional.

 

(LaIguana.TV)