Los primeros días de 2019 han traído una nueva demostración de que el dólar paralelo es un arma política: en apenas dos semanas dio un salto brutal, superior al de casi todo el año 2018 sin que existan causas económicas que puedan explicarlo.

La justificación que manejan los analistas de la derecha es la clásica profecía autocumplida:  el fenómeno es producto de la incertidumbre que generó el clima internacional adverso a la juramentación  del presidente Nicolás Maduro para su segundo período.

Ya se ha convertido en una costumbre esta práctica de las profecías autocumplidas a través de las manipulaciones del tipo de cambio ilegal. Los expertos pronostican que el dólar aumentará debido a la inestabilidad política y de inmediato se desata la especulación por decisión de los factores que controlan el dólar paralelo. Luego de que se produce el envión en el precio del dólar ilegal, los expertos se congratulan por lo acertado de su pronóstico.

La estrategia alcista es sostenida e inclemente: en los días previos se declara que el incremento es consecuencia del nerviosismo por lo que pueda ocurrir; luego se responsabiliza a los hechos mismos; y después se culpa a la secuela de los hechos. Es una espiral perversa.

Explicaciones económicas

Sin embargo, algunos analistas han intentado darle explicaciones económicas al alza vertiginosa del tipo de cambio paralelo, aunque ninguna de ellas parece ser la causa de un incremento tan brutal y atípico.

La principal de ellas es que hay pocos dólares en circulación debido a la caída del ingreso petrolero, consecuencia de la baja en la producción nacional. Como Venezuela depende casi exclusivamente de los dólares generados por Pdvsa, la oferta disponible es limitada. Esta es, no queda duda, una causa estructural de la situación, pero no la causa específica de la locura de enero.

Otro de los argumentos tiene que ver también con Pdvsa, pero se refiere a un asunto de economía interna: la casa matriz comenzó el año realizando pagos atrasados a contratistas, lo que sobrecargó la economía de bolívares que, de inmediato, pugnaron por convertirse en dólares.

Este último aspecto conduce a otro de los elementos en juego en el tema de las divisas, que es la dolarización de amplios sectores de la economía nacional, incluyendo actividades muy cotidianas como el comercio al detal y los servicios. Naturalmente, mientras más personas pretendan transar sus operaciones en dólares, mayor es la demanda de la divisa estadounidense y los especuladores pueden hacer se las suyas.

La responsabilidad del gobierno

Al menos en tres puntos  acerca del comportamiento del mercado cambiario ilegal se le atribuyen como responsabilidad neta al gobierno, es decir, que también son de corte muy político.

El primero es la continuación de la irregularidad del contrabando de combustible y otros artículos de primera necesidad hacia Colombia, operaciones delictivas que son la base del negocio del llamado dólar-Cúcuta. El gobierno anunció el 20 de agosto que establecería precios internacionales para los combustibles y mantendría el subsidio directo a los ciudadanos por la vía del carnet de la Patria, pero esta medida no se ha concretado.

El segundo punto del que se culpa al gobierno es de las señales que emite a través del mecanismo de subastas del Dicom, que no ha logrado ser lo suficientemente transparente para la generalidad del país. Además, las subastas más recientes también han implicado una fuerte devaluación del bolívar.

El tercer aspecto  atribuible al gobierno es la enigmática política alrededor del petro. Se supone que la criptomoneda venezolana depende del precio del petróleo, pero las variaciones de su valor hasta ahora no parecen te en una conexión clara con ese factor. Según algunos expertos, el petro se ha convertido así en una justificación adicional para la especulación cambiaria.

(LaIguana.TV)