Un caso medio idiota de noticia falsa o fake news nos ofrece una gran oportunidad para un análisis en vivo, con situaciones reales, del contexto de lo que podríamos llamar –sin exageraciones- crímenes de leso periodismo.

 

Se trata de la convulsión generada por la falsa desaparición de una periodista venezolana y la forma como operaron, con una instantaneidad propia de estos tiempos, los más perversos mecanismos de la infamia.

 

Es significativo que esta trama, basada en la simulación de un hecho punible (acción que, en sí misma, es un delito) y en la manipulación de las comunicaciones masivas, haya sido maquinada por una joven periodista. En mi concepto, esto demuestra la actual bancarrota ética del periodismo profesional, porque va contra las leyes naturales. Quiero decir que casi siempre son los jóvenes, los recién salidos de las universidades, quienes más se preocupan por los temas de la buena praxis. Con los años de trabajo, mucha gente se corrompe, se decepciona, se adapta, se cansa de pelear por las normas de conducta. Pero parece ser que los nuevos comunicadores profesionales están saliendo de la fábrica ya defectuosos en este delicado aspecto. Es triste.

 

Pensando en la responsabilidad individual de la perpetradora del delito de simulación, Amanda Umek, su plan incluyó varias acciones cuestionables (por decir lo menos). En primer lugar, la premeditación de declararse “bajo amenaza” por el constituyente Roberto Mesuti, luego de difundir un video de este en la playa, presuntamente durante uno de los apagones, y luego fingir su propia desaparición al tiempo que hacía planes para irse de viaje. En tercer lugar, haber motivado a otros periodistas y al Sindicato Nacional de Trabajadores de la Prensa para que se hicieran eco de la falsa denuncia.

 

Pero, más allá de las emanaciones de la mente de esta comunicadora hasta ahora poco conocida, resulta digno de estudio el comportamiento en casos como este de factores de peso en el escenario comunicacional y político, como el mencionado sindicato, destacados influencers, figuras del periodismo, ONG especializadas en la defensa de la libertad de expresión, organismos internacionales y gobiernos extranjeros. Una maquinaria gigantesca que puede hacer de un pequeño incidente e, incluso, de una mentira, un casus belis, es decir, un motivo para la guerra, para el intervencionismo, para la agresión militar.

 

En un escenario más o menos normal, fechorías como la de Umek no pasarían de ser meras anécdotas, el clásico “no estaba muerto, estaba de parranda”, con apelaciones al Santo Cachón y ese tipo de cosas. Pero en la actual situación de guerra total contra el gobierno de Venezuela, hasta ese tipo de ridiculeces se hace parte de una feroz e incesante campaña de difamación. Y para que eso ocurra de ese modo, esos otros actores de mayor peso político deben prestarse a la maniobra, actuar dolosamente, es decir, con intención de hacer daño.

 

La insaciable matriz


Hagamos un análisis somero de cada uno de estos actores. Empecemos por el SNTP, cuyos directivos, para seguir en a onda del humor erótico, “no aguantan dos pedidas” para salir a replicar una denuncia que esté debidamente aliñada con el morbo de la “represión dictatorial”.

 

Pero no se limitan a difundir el alerta (como pretendió haberlo hecho en este caso el secretario general, Marco Ruiz, en un comunicado posterior) sino que siempre aprovechan para cargarle la mano a la obra, para ponerle algo de su propia cosecha. En el caso que nos ocupa se dijo que la periodista estaba “desaparecida” luego de haber recibido unas amenazas por su trabajo profesional. Como que dos más dos son cuatro, de la lectura del tuit inicial se podía concluir que el malvado régimen la había borrado del mapa por atreverse a mostrar a Mesuti en traje de baño.

 

Luego de que se supo la verdad, que Umek estaba en México gestionando una visa para entrar a Estados Unidos y sumarse al grupo de los “exiliados” políticos, los dirigentes sindicales trataron de evadir la responsabilidad que les toca en esta operación difamatoria, señalando como única culpable a la supuesta desaparecida. Sin embargo, por una parte, los que ya nos conocemos hace tiempo tenemos derecho a dudar de esas “malas jugadas de la buena fe”. Y, por otra parte, aunque eso hubiese sido así, el SNTP no puede endilgarle a nadie más la culpa de sus propias adjetivaciones e insinuaciones, del papel que juega (no solo en este caso) como un multiplicador de denuncias infundadas.

 

De hecho, los líderes deberían preguntarse muy seriamente por qué una integrante de base del gremio se propone engañarlos como si se tratara de una partida de bobos y, sobre todo, ¡por qué logra hacerlo tan fácilmente! Si me preguntasen a mí, diría que no es porque la periodista haya sido especialmente astuta, sino porque cualquiera puede aprovecharse de la insaciable necesidad de estos sindicalistas de alimentar la matriz del Estado fallido y de la tiranía que asesina, desaparece y tortura periodistas, una matriz que intentan sostener a pesar de que la terca realidad no permita mostrar nombres de periodistas asesinados, desaparecidos o torturados, algo que –dicho sea como acotación- en otros países no requiere de ejercicio alguno de imaginación.

Medios, periodistas, influencers


En líneas generales, lo dicho sobre el SNTP puede aplicarse a las figuras del periodismo y a los influencers, quienes luego de armar una alharaca con la desaparición de Umek, salieron a regañarla como si se tratara de una niña traviesa.

 

También intentaron echarle tierra definitivamente al asunto, tal como se hace en algunas familias con los episodios vergonzosos. Una conocida escritora mayamera de tuits intentó hacer este corte poniendo la frase: “Caso cerrado”.

 

Lo mismo hicieron algunos medios de comunicación, tanto de la vieja guardia como de la nueva, y tanto nacionales como extranjeros. Es el delito de leso periodismo practicado en cambote, estilo linchamiento: se difunde un dato falso, acompañado de acusaciones a personas específicas y a sectores políticos en general, con la finalidad expresa de causar perjuicio, y luego, sin ningún empacho, se dice que el dato era falso, pero nadie tiene la mínima cortesía de añadir que, por consiguiente, también eran falsas las imputaciones, las acusaciones y las condenas emitidas sin fórmula de juicio ni derecho a la defensa.

 

Leña para la hoguera internacional

Los delitos de leso periodismo no tendrían tanto impacto si no contaran con el efecto megáfono de la otra parte del temible aparato del capitalismo hegemónico: las ONG (a las que deberíamos llamar fake ONG) y ciertos personajes de la diplomacia multilateral.

 

Las fake ONG hacen exactamente lo mismo que hizo el SNTP: repetir una denuncia no suficientemente investigada, aliñarla con sus propias apreciaciones sensacionalistas y muy sesgadas para montar un escándalo.

 

En los informes que elaboran las fake ONG sobre “violaciones a la libertad de expresión” suelen incluir por igual los hechos verdaderos (que existen en Venezuela como en cualquier otro lugar del planeta) junto a los falsos. Que nadie se sorprenda si en un próximo documento de esta naturaleza se cuela “la desaparición de Amanda Umek” como si se tratase de un asunto serio.

No sería extraño tampoco que alguna fake ONG declare el caso Umek como culpa del presidente Maduro o del chavismo, mediante algún refinado bucle argumental. Así lo hicieron en el caso de la fake news sobre el secuestro de niños que algunos medios e influencers atribuyeron al gobierno a principios de este año. Una de estas organizaciones dijo haber realizado una investigación técnica, tras la cual concluyó que la víctima había sido una de las periodistas que difundió la noticia falaz porque “los laboratorios del gobierno la sometieron a una campaña de descalificación”. Aunque usted no lo crea.

 

Todo este trabajo -¿habrá alguna duda de que le cabe el calificativo de “sucio”?- resulta ser otro insumo para la guerra total que desarrollan los actores más poderosos de la orquesta antivenezolana. Así vimos en este caso como, en tiempo real, con una irresponsabilidad ramplona, el secretario de la Organización de Estados Americanos, Luis Almagro, saltó a escena para certificar la “desaparición” y atribuirle el “crimen” a la dictadura de Maduro. Una vez que se conocieron los detalles verdaderos del caso Umek, este “fake diplomático” simplemente se ha hecho el desentendido.

 

En lo alto de la pirámide (arriba de las fake desaparecidas, de las fake ONG y de los fake diplomáticos) está el gobierno imperial. No se sabe si aceptará la astucia de Umek y le dará, como premio, la visa. Pero lo que sí es seguro es que seguirá diciendo que en Venezuela hay cientos de  personas desaparecidas, presas y torturadas por lo que se hace necesaria una invasión humanitaria para cambiar el gobierno.

 

Y es que, al final del recorrido, los delitos de leso periodismo sirven para justificar los delitos de lesa humanidad. Quien lo dude tan siquiera un poco, que se dedique a revisar la historia reciente de los países tocados por la mano de EEUU. Eso sí , que sea la verdadera… no la fake historia.

 

(Clodovaldo Hernández / LaIguana.TV)