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No respetaron el sabio consejo dado a los eclesiásticos desde los tiempos de la edad media: nisi caste, saltem caute (si no casto, al menos cauto). Don Andrea Contin y sus presuntos cómplices –también curas– se olvidaron del voto de castidad y, según la investigación en curso de la fiscalía de Padua –en el norte de Italia–, cayeron en un absoluto desenfreno sexual. Más allá de las implicaciones morales y de las eventuales sanciones canónicas, el problema del principal implicado, hasta hace poco titular de la parroquia de San Lázaro, es que podría haber cometido varios delitos graves: inducción a la prostitución, violencia doméstica y malversación.

 

En Padua no se habla de otra cosa desde antes de la pasada Navidad. El diario Il Mattino y otros medios locales destaparon el escándalo, que llegó luego a la prensa nacional y a la televisión. Los detalles del caso son tan sórdidos que podrían dar argumento a una película, por supuesto pornográfica. El protagonista de esta historia casi inverosímil, don Andrea, de 49 años, ha admitido haber mantenido relaciones con diversas amantes (la lista, entretanto, se ha alargado a nueve mujeres), pero niega haber golpeado a la que lo denunció ni haberla forzado a tener sexo con otros hombres.

  

Andrea ha admitido haber mantenido relaciones con diversas amantes, pero niega haber golpeado a la que lo denunció ni haberla forzado a tener sexo con otros hombres.

En la casa del cura, sin embargo, la policía encontró material comprometedor, incluida una colección de vídeos porno de elaboración propia. La denunciante, una mujer de origen rumano de la misma edad que el sacerdote, admitió haber sido la amante de Contin durante años. Antes él había insistido mucho en seducirla, la llamaba sin cesar, hasta que al final la citó un día en su casa y la besó en la boca.

 

La relación, sin embargo, fue complicada dados los peculiares gustos del sacerdote. En el sumario de la fiscalía que se ha filtrado a la prensa no se escatiman descripciones sólo aptas para adultos. El cura, al parecer, la filmaba mientras estaba con otros hombres. Uno de ellos, según los fiscales, era el párroco de Carbonara di Rovolon, don Roberto Cavazzana, de 41 años, un cura de aspecto joven, apuesto, muy querido por los feligreses –sobre todo ellas– y que guarda bastante parecido con el actor estadounidense George Clooney.

 

La policía encontró material comprometedor, incluida una colección de videos porno de elaboración propia.

Contin pudo haber compartido con Cavazzana otras amantes. Hay dos curas más de la zona que son investigados en esta red de lujuria. La presunta víctima de esta historia denunció primero su situación a la curia de ­Padua, pero, según ella, no le hicieron demasiado caso, por lo que recurrió a la policía.

 

Cuando los carabineros realizaron el registro en la casa de don Andrea, tuvieron la sensación de entrar una sex shop. Encontraron vibradores, látigos, cadenas, lencería provocadora y una misteriosa bota blanca de tacón alto. Pero lo más interesante para los fiscales, por la información que aporta, fueron los vídeos porno. Cada uno llevaba una etiqueta ­distintiva con el nombre de un papa. Contin se permitía hasta esta broma sacrílega.

 

Pese al ejemplo de austeridad que da e intenta imponer el papa Francisco, a don Andrea le gustaba el lujo y los buenos restaurantes. En casa de sus padres –por discreción– tenía aparcado un vehículo Jaguar de color rojo con el que llevaba a sus amantes a destinos como la localidad francesa de Cap d’Agde, conocida por su playa nudista y los clubes de intercambio de parejas. En sus escapadas se hacía pasar por abogado. Difícilmente podía llevar ese ritmo de vida con su sueldo oficial de 1.050 euros.

 

Difícilmente podía llevar ese ritmo de vida con su sueldo oficial de 1.050 euros. La fiscalía, por tanto, investiga sus cuentas corrientes.

La fiscalía investiga, por tanto, sus cuentas corrientes. El obispo de Padua, Claudio Cipolla, hubo de regresar anticipadamente de Sudamérica, donde realizaba una visita pastoral, para ocuparse del escándalo. Contin y Cavazzana han tenido que abandonar la parroquia y se desconoce dónde se han refugiado para evitar a la prensa. La familia de Contin ha dejado también su pueblo.

 

En alusión al caso de Padua y a otros escándalos similares, el secretario general de la Conferencia Episcopal Italiana, Nunzio Galantino, declaró hace unos días: “Hay sufrimiento y vergüenza por el comportamiento de algunos curas, pero tengo el orgullo de decir que no representan a la Iglesia”.

 

(La Vanguardia)

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