El anuncio de que Venezuela ha pedido un préstamo al Fondo Monetario Internacional por 5 mil millones de dólares para afrontar la crisis de la pandemia del coronavirus quedó registrado como una de las noticias más sorprendentes de los tiempos que corren, en medio de un clima mundial de desbarajuste e incertidumbre.

 

Los sentimientos de asombro, incredulidad y hasta de consternación sacudieron por igual al sector progubernamental y a opositor, pues la solicitud se produce luego de años de intensa retórica anti-FMI, una línea fundamental de la Revolución Bolivariana en la que siempre insistió el comandante Hugo Chávez.

 

Fue tanta la sorpresa que algunas personas hasta se negaron a otorgarle veracidad, argumentando que la revelación, dada su magnitud e implicaciones, debió ser hecha por el presidente Nicolás Maduro, sobre todo tomando en cuenta que el mandatario viene de realizar, en días consecutivos, varias alocuciones al país caracterizadas por su descarnada sinceridad en la descripción de la crisis generada por la pandemia y por la caída de los precios del petróleo por debajo de sus costos de producción. En su lugar, quien lanzó la novedad al mundo fue el canciller, Jorge Arreaza.

 

Las redes sociales hirvieron de inmediato en comentarios de diversa tendencia. Los opositores lo tomaron como una aceptación de la realidad de una situación económica extremadamente dramática. Algunos de esos comentaristas se atrevieron anticipar que la petición venezolana será rechazada porque el país ha quedado, por voluntad propia, fuera del sistema de los organismos financieros multilaterales.

 

En el bando revolucionario también ha habido quien considere la medida como una capitulación y pronosticaron que el préstamo implicará aceptar las tan demonizadas condiciones que el FMI les impone a los pueblos, incluso cuando los países atraviesan las peores dificultades.

 

Los defensores de la decisión sostienen que Maduro está actuando como buen padre de familia, haciendo lo que sea necesario para conseguir los recursos que permitan afrontar la terrible coyuntura sanitaria y económica.

 

¿Un préstamo benévolo?


Luego del impacto inicial surgieron algunas interpretaciones más mesuradas. En primer lugar, se explicó que Venezuela está apelando a una modalidad de crédito denominada Instrumento de Financiamiento Rápido (IFR), que se diseñó para brindarles “asistencia rápida a los países miembros que enfrentan una urgente necesidad de balanza de pagos, como la planteada por shocks de precios de las materias primas, catástrofes naturales y situaciones de fragilidad interna”.

 

Según los primeros análisis técnicos, se trataría de un préstamo sin intereses y con cinco años de gracia, al que no se aplican las leoninas condiciones de los llamados planes de ajuste o “paquetes económicos”.

 

Sin embargo, no es del todo cierto que carezca de requisitos. La página web del FMI explica que “el país miembro que solicita asistencia en el marco del IFR debe cooperar con el FMI en los esfuerzos por resolver las dificultades de balanza de pagos y describir las políticas económicas generales que se propone aplicar. En algunos casos quizá se requieran medidas previas”.

 

Cariz de jugada geoestratégica


Reclamando calma entre los chavistas indignados, varios conocedores añadieron otro detalle significativo: Irán solicitó el mismo auxilio hace apenas unos días, lo que permite adjudicarle a la diligencia venezolana un cariz de jugada geoestratégica.

 

En caso de que los requerimientos de Irán y Venezuela sean rechazados, la maquinaria financiera global estará participando de forma abierta en el bloqueo que unilateralmente han aplicado Estados Unidos y sus satélites contra estos dos países, por razones políticas y que sigue aplicándose incluso en medio de una auténtica emergencia global.

 

El FMI podría alegar que reglamentariamente no puede conceder préstamos a países que cargan con estas rémoras, pero el costo político para el ente y para los gobiernos promotores del bloqueo es una variable que tendrán que considerar. Se entiende que el propio FMI podría recomendar el cese de las medidas coercitivas para garantizarse la devolución del dinero en los plazos previstos.

 

Si los créditos son concedidos, en cambio, aparte de los obvios beneficios que traería la inyección de recursos financieros en momentos de tan aguda crisis, también se produciría un efecto impactante contra la estrategia del bloqueo, al menos desde un punto de vista político, mediático y hasta moral.

 

En la página web del organismo se indica que el Instrumento de Financiamiento Rápido “gracias a su flexibilidad y su cobertura amplia, ha reemplazado la política aplicada anteriormente por el FMI que cubría la Asistencia de Emergencia para Catástrofes Naturales (AECN) y la Asistencia de Emergencia a Países en Situación de Posconflicto (EPCA)”.Tal vez esa mayor flexibilidad sea el resquicio necesario para otorgar créditos a dos países estigmatizados, en el contexto de una catástrofe planetaria.

 

(Clodovaldo Hernández / LaIguana.TV)