Madelein García, corresponsal de la cadena multiestatal teleSUR, se trasladó a la población de Maicao (Colombia), fronteriza con Venezuela y desde allí recorrió uno de los pasos ilegales –trochas– que se utilizan para el traslado irregular de connacionales.
 
En el camino, de un lado hay camiones y motos prestos para trasladar a los migrantes hacia su patria; del otro, «dormitorios improvisados», consistentes en ranchos construidos con latas y bolsas plásticas donde los que aspiran regresar a Venezuela, aguardan. 
 
Una persona del sector cuya identidad fue resguardada, le aseguró a teleSUR que el traslado de venezolanos desde Colombia es «un negociazo» no carente de estafas. Al respecto, refirió que utilizan hasta motocicletas para transitar por el accidentado paso y el viaje puede costar entre 200 y 500 dólares. En su criterio, se aprovechan de las ganas de quienes desean volver a Venezuela, cansados de las penurias que sufren en el vecino país. 
 
Según García, en la zona hay más de 200 «trochas», por las que circulan quienes intentan evadir los controles sanitarios impuestos por las autoridades venezolanas para frenar la expansión de la pandemia. 
 
El viaje, aunque accidentado, riesgoso y costoso, es breve: indica que bastan unos 40 minutos para pisar suelo venezolano, si bien en el trayecto hay paradas donde los traficantes de personas se detienen para que los migrantes aborden los vehículos. 
 
La cantidad de camiones y motocicletas apostadas y las viviendas precarias a los lados del paso ilegal, son indicio de que no se trata de una actividad espasmódica ni que debe ampararse en la oscuridad para ocultarse de los ojos de las autoridades. Todo lo contrario. 
 
Para muestra, un botón: durante su recorrido, la periodista se topó con un camión cargado de venezolanos y eran menos de las nueve de la mañana, una desfachatez que contrasta con la ausencia de policías o de efectivos castrenses, al menos en esa «trocha». 
 
En un territorio donde las transas ilegales parecen ser la norma, aún se aprecian los vestigios de lo que hasta hace muy poco constituía la principal fuente de ingresos: el contrabando de combustible de Venezuela –enteramente subsidiado hasta inicios de junio– hacia Colombia. 
 
Hoy, esta práctica delictiva ha dejado de ser rentable y rápidamente fue reemplazada por otra, acaso mucho más terrible, que Madeleine García atinadamente denomina «contrabando de personas».  
 
(LaIguana.TV)