Las consecuencias geopolíticas de las explosiones registradas en el puerto de la ciudad libanesa de Beirut, fue el tema abordado por el filósofo, comunicador y analista político, Miguel Ángel Pérez Pirela en la edición 144 de su programa Desde Donde Sea, que se transmite de lunes a viernes a las 7 de la noche a través de las redes sociales. 
 
A este respecto, el también director de LaIguana.TV destacó que prefirió esperar a que transcurrieran algunos días del trágico suceso, en lugar de abordar la situación «en caliente», toda vez que el abordaje de la gran prensa se ha limitado a mostrar –y repetir– los distintos ángulos de la tragedia, sin profundizar en las causas que explican el caos de los posteriores días, en el que la fuerte influencia colonial que todavía mantiene Francia sobre el Líbano es un signo del estado de las cosas. 
 
Más allá de la indubitable tragedia, el país rápidamente se vio sumido en una ola de protestas antigubernamentales de tinte violento, que se agudizaron el fin de semana, tras la visita a la ciudad del presidente francés, Emmanuel Macrón, así como la renuncia sucesiva de distintos miembros del gobierno.
 
Así las cosas, el experto estimó necesario preguntarse cuál era la situación social en Líbano antes de la explosión, así como cuáles son los efectos geoestratégicos de estas explosiones para la región, signada por décadas de conflictos, fricciones e injerencia colonial.
 
El incidente «Biroshima»
 
Haciendo referencia a datos recabados por los expertos sobre las explosiones, precisó que   la explosión de más de 2.700 toneladas de nitrato de amonio en el puerto de Beirut, había producido una nube en forma de hongo similar a la observada en explosiones nucleares, con una potencia equivalente a la que generaría el estallido de entre 600 y 700 toneladas de TNT o un sismo de magnitud 3,3. 
 
Asimismo, el experto mencionó que el miércoles, la Cruz Roja había determinado que más de 100 personas habían fallecido y más de 4.000 habían resultado heridas, una cifra que no ha hecho sino crecer desde entonces.  
 
Según se recoge en distintos medios, las explosiones generaron el desplazamiento de unas 300.000 personas dentro de la capital, el ministro de Sanidad advirtió que los escombros pueden tener efectos a largo plazo sobre la salud y las autoridades declararon un Estado de Emergencia en la ciudad por 14 días, con lo que las instalaciones sanitarias –colapsadas por la gran cantidad de heridos y fallecidos– quedaron bajo el control y administración de efectivos militares.  
 
Adicionalmente, Pérez Pirela recordó que se señaló como causa de la tragedia, la explosión de unas 2.400 toneladas de fertilizante (nitrato de amonio) que habían sido confiscadas en el puerto durante el año 2014 y habían permanecido almacenadas en el sitio desde entonces, sin las medidas de seguridad apropiadas. 
 
La respuesta del presidente libanés, Michel Aoun, fue calificar la situación como «inaceptable» y ordenar la detención domiciliaria de los funcionarios que estuvieron a cargo de la administración del puerto durante los últimos seis años. 
 
Las preguntas que, hasta ahora, nadie responde
 
Aludiendo a un artículo de opinión firmado por el periodista Mohsen Khalif Zade, intitulado «Guerra atómica en el puerto de Beirut; ¿saben por qué?» y publicado en el portal iraní Hispan-TV, el analista recuperó algunas de las interrogantes que se hace el comunicador y que, hasta el momento, las autoridades libanesas aún no responden: 
 
«¿Por qué los materiales peligrosos permanecieron en El Líbano? ¿Por qué la cantidad de nitrato no salió del país? ¿Quién es el responsable que decidió  guardar estos artículos sin ninguna medida de precaución? ¿Quién paga el subsidio de alquiler por almacenarlo? ¿Quién se beneficia de su permanencia en Beirut?  ¿Por qué el servicio de la Inteligencia, que es responsable de proveer la seguridad en el país, no interfirió para evitar el almacenamiento de materiales explosivos en instalaciones sensibles como el puerto de la capital? ¿Cuál es el papel del comité de gestión portuaria para preservar la seguridad del puerto? ¿Quién es este juez que no ha sido persuadido por las demandas de seguridad de que estos ‘materiales de alto riesgo’ deben ser desbloqueados? ¿Basados en qué ley ha tomado su decisión?».
 
Asimismo, en el texto se destaca que si bien las primeras versiones apuntaron a un ataque de Israel, ello fue desmentido de inmediato por las autoridades de esa nación. Empero, subrayó Pérez Pirela, el fin de semana, el mandatario libanés ofreció una explicación distinta: dijo que la explosión había sido originada por el ataque de una fuerza extranjera y en ese sentido, solicitó a su homólogo francés, Emmanuel Macrón, que le facilitara imágenes satelitales que permitieran corroborar si al momento del evento, aviones u otro tipo de artefacto sobrevolaban por el puerto. 
 
Por otro lado, los detractores de Aun exigieron que el suceso fuera investigado por «una comisión internacional independiente», algo que el gobernante rechazó, lo que incrementa las sospechas de la población acerca de lo que realmente ocurrió. 
 
Una crisis cocida a fuego lento 
 
De acuerdo con datos recopilados por la BBC y consultados por el experto para el programa, desde 2019, Líbano sufre una crisis económica equiparable con la que padeció durante los 15 años de conflicto armado (1975-1990), pues en un año la lira libanesa ha perdido casi el 100% de su valor, la deuda pública alcanza los 90.000 millones de dólares –lo que representa el 170% de su Producto Interno Bruto–, el 45% de la población está por debajo del umbral de pobreza y el 25% de las personas carece de empleo. 
 
En este contexto, la destrucción del principal puerto del país, en la que además se perdió el 80% de todo el grano almacenado, es una fuerte estocada a la ya compleja situación económica, toda vez que tras el negocio financiero, Líbano se mantiene gracias a los ingresos del turismo, fuertemente afectados por la pandemia.  
 
Por lo antes dicho, el analista estimó que el complejo panorama que antecedía la tragedia del pasado 4 de agosto, «puso de relieve las divisiones en el seno de la sociedad libanesa», que estuvo volcada a las calles desde 2019 y hasta la llegada de la Covi-19, protestando contra el gobierno, a cuyos personeros acusaban de enriquecerse, en lugar de implementar un programa de reformas orientado a beneficiar a la mayoría empobrecida. 
 
Para añadir más al ya complicado panorama, aparecen las injerencias coloniales de Francia, con la visita de Macron a Beirut el viernes 7 y el apoyo abierto que ha proporcionado la embajada estadounidense a los manifestantes, pese a que las protestas trocaron de pacíficas a violentas. 
 
Adicionalmente, están otros países de la región con los que Líbano tiene relaciones complejas: Arabia Saudí –aliado del actual gobierno pro-occidental–, Siria e Irán, y del otro lado, Israel, adversario histórico. 
 
Ahondando en las causas históricas que hoy explican lo sucedido tras la explosión en Beirut, Miguel Ángel Pérez Pirela citó profusamente el artículo de investigación escrito por Alberto Rodríguez García, periodista especializado en Oriente Medio, propaganda y terrorismo para la agencia rusa RT, titulado: «Los problemas profundos de Líbano que desvela la explosión en el puerto de Beirut».
 
En ese orden de ideas, insistió en que para comprender lo que hoy sucede, impera conocer cómo es la política del Líbano y el «rol nefasto que jugó Francia» en la conformación de esa nación del Medio Oriente. 
 
Sobre lo primero, Rodríguez García destaca que: «Porque la explosión del puerto de Beirut no es el síntoma de que algo falla, sino la consecuencia de un sistema cleptocrático, sectario, clientelar y disfuncional».
 
Sobre lo segundo, asegura: «No se pueden entender los problemas actuales del Líbano sin echar la vista atrás; hasta su configuración como estado moderno bajo el mandato francés. El Líbano de hoy lejos de ser el resultado de un proceso de construcción y liberación nacional, es el hijo maldito del colonialismo francés.
 
Cuando Francia llegó a Siria tras desintegrar el Imperio Otomano con el tratado de Sèvres, se encontró con un pueblo que bajo el liderazgo del rey Faisal, no quería someterse a otro imperio. Y fue tras la batalla de Maysalun de 1920 en la que las tropas francesas masacraron a la revuelta árabe, cuando Henri Gouraud después de escupir sobre la tumba de Saladino entendió la importancia del ‘divide y vencerás’ en la región. Es por ello que en septiembre del mismo año anunció la creación del ‘Gran Líbano’ como campo de prácticas para la cantonalización del resto de la Siria natural», citó el filósofo.
 
De allí que cuando se aluda a que Francia arribó a Líbano en 1920, se está precisando el momento preciso en el cual iniciaron los problemas para el Líbano, acotó. 
 
«Bajo el mandato, los franceses establecieron una élite rentista de cristianos maronitas principalmente. Dedicados al mercadeo, el Estado libanés se mantenía dependiente de su vecino sirio, del mismo modo que los sirios (divididos en cantones) dependían de Beirut como el principal puerto de entrada y salida de materias en la zona. Mantener las divisiones en un puzzle étnico y religioso tan complejo como el de la región resultó ser la mejor estrategia para mantenerla débil, sumida en disputas internas y, como ha sucedido con Líbano desde el 75, en guerras fratricidas», explica Rodríguez García. 
 
Desde entonces –1920– el país se ha visto embarcado en innúmeras guerras fratricidas –siempre aupadas por colonias extranjeras, lo que, en parecer de Pérez Pirela, «hace ver con muy malos ojos esa visita de Macron» a Beirut, cuando en su propio país tiene inmensos problemas por atender, entre los que resaltan las protestas en contra de la brutalidad policial y por el manejo inadecuado de la pandemia, la crisis económica y una caída en su popularidad, que se expresó en los más recientes comicios legislativos. 
 
El peor efecto de esto, según si indica en el artículo es que  «a falta de una identidad colectiva, la población se ha refugiado durante años en sus líderes espirituales, dividiendo incluso los barrios en base a la confesión, los partidos y las milicias. Cuando el estado no existe, cada uno encuentra refugio en su fe, tanto espiritual como mundana, materializada en el partido. Si hubiese que simplificar algo tan complejo, no sería desacertado afirmar que Líbano, hasta cierto punto, es la simbiosis entre el sistema tribal y el Estado moderno».
 
El analista político estima que toda esto ha llevado a una situación caracterizada por la confrontación, donde los acuerdos precarios entre comunidades religiosas caracterizan la gubernamentalidad vigente en ese país. 
 
De esta manera, refirió, Líbano reconoce a 18 comunidades religiosas, que tienen representación comunitaria dentro del gobierno y del parlamento, entre las que están cuatro musulmanas y dos cristianas cristianas, así como las correspondientes a drusos y judíos, y el reparto de los altos cargos dentro del gobierno responde a esa lógica, pues el presidente es cristiano maronita, el Primer Ministro, musulmán chiíta y el presidente del parlamento, musulmán sunita. Asimismo, la mitad de los congresistas son cristianos y la otra mitad, musulmanes. 
 
Por ello, en su criterio, no resulta sorprendente que hoy se estén planteando unas elecciones «bajo una ley sectaria», que se suceden a la dimisión de todo el gobierno encabezado por el hasta entonces Primer Ministro Hassan Diab, quien apuntó a la corrupción como uno de los grandes problemas del país. 
 
Con esto parece estar de acuerdo Alberto Rodríguez, pues en un extenso pasaje de su análisis aparecido en RT y que fuera citado por el experto venezolano, comenta: 
 
«Entendiendo que la política libanesa no funciona en base al bien colectivo, sino al beneficio de cada bloque político y confesional, es fácil deducir por qué no se pueden solucionar los problemas del país si no se reforma el sistema y se sustituye a la élite política por perfiles que no sean los actuales señores de la guerra civil (Aoun, Berri, Geagea, Gemayel, Joumblatt…). Pero el cambio es complicado, porque la sociedad civil dispuesta a extirpar el tumor, es todavía una minoría.
 
Una parte nada desdeñable de la sociedad, aunque consciente de los problemas y hastiada del statu quo, sigue pensando en clave sectaria y colonial. Por un lado, el bloque del 14 de Marzo, con una clara tendencia occidental y liberal, no propone más que el sometimiento al mercado. ¿Por qué? Los humildes, generalmente los más empobrecidos del norte (Trípoli), anteponen el acercamiento a Arabia Saudí a un sistema propio y soberano. Los cristianos de Fuerzas Libanesas representan a esa población afrancesada, a esa élite establecida durante el mandato que desde 2006 ha visto cómo sus privilegios cada vez están más amenazados por una población chií reforzada con Hezbolá, que demográficamente no para de crecer mientras que los cristianos en Oriente Medio no dejan de disminuir.
 
El bloque del 8 de Marzo, por su propia unión forzada y artificial, no puede articular una estrategia de éxito. El Movimiento Patriótico Libre intenta jugar a varias bandas, con un modelo liberal, mientras se encuentra con fuerzas socialistas que tienen objetivos muy distintos. Por otro lado, Amal, la principal fuerza chií en el gobierno, está dentro del 8 de Marzo, pero bien podría ser parte del 14 de Marzo; con una agenda propia y un Nabih Berri que ha negociado la disolución de su propio gobierno con Walid Jumblatt como representante de los intereses del 14 de Marzo (y sus redes clientelares dentro de la comunidad drusa)». 
 
Esta detallada descripción, permite concluir que toda la clase dirigente del Líbano es heredera de las guerras civiles y hoy, el pueblo exige que queden fuera del gobierno todos los representantes de esas facciones y partidos. 
 
«Como están observando, esta explosión en Beirut terminó propiciando una implosión en la clase política libanesa, que muchas veces acaba obedeciendo a los intereses de excolonias», dijo Pérez Pirela para cerrar este tema. 
 
Las garras coloniales nunca han abandonado Líbano
 
La visita de Emmanuel Macron a Beirut, apenas tres días después de la tragedia, fue el último punto abordado por el experto en el programa y en tal sentido destacó que las declaraciones y señalamientos que el gobernante francés hiciera acerca de la corrupción gubernamental y las pautas que habrían de seguir para superar la crisis económica –que están en estricto apego a las recetas del Fondo Monetario Internacional–, no solamente avivaron las protestas, sino que representan una clara muestra de injerencia y colonialismo de nuevo cuño.  
 
Asimismo, comentó que la delegación francesa en las Naciones Unidas, declaró que las ayudas otorgadas a esa nación debían ser adjudicadas directamente a la población afectada y no al gobierno, todo esto mientras en el país galo, dos de sus expresidentes –Jacques Chirac y Nicolas Sarkozy– están siendo investigados por actos de corrupción y tras décadas de explotación colonial en Líbano. 
 
A este cinismo respondió categóricamente Irán, quien luego de enviar un primer convoy con ayuda humanitaria, consideró «inaceptable» la politización de la tragedia. 
 
Por su lado, el analista Pablo Joffré dijo que «Macron es un mandatario colonial» que se toma las atribuciones para indicar qué ha de hacerse en el caso de la tragedia y denunció que las autoridades de ese país le recibieran, que nadie le increpara por su visita y denunció la existencia de una una sumisión imperial y un silencio de la prensa inaceptable, pues no se ha mostrado nada más allá de la espectacularidad de la explosión.
 
Para el comunicador venezolano, estas acciones demuestran el carácter colonial del gobernante francés y naturalizan que «llegue dando consejos y ofreciendo recetas en Líbano», mientras en Francia abundan las protestas por variadas razones y el rechazo a su figura es notorio. 
 
No obstante, opinó, con esta visita, Macron perseguía congraciarse con los empresa privada para apuntalar el negocio de la reconstrucción tras la tragedia, algo que ya parece estar ocurriendo, pues de acuerdo con lo que indica Joffré, la empresa Total estaría al frente de la explotación de los yacimientos recién descubiertos en Líbano. 
 
Finalmente, concluyó que: 
 
1.Líbano no es la Suiza de Oriente Medio. Tampoco es «la pequeña París», sino un Estado que fue creado desde la atomización, desde la segregación, desde la lógica imperialista del divide y vencerás.
 
2. La proyección del Gran Líbano nunca fue tal.
 
3. Surgirá un Estado- Nación libanés cuando éste sea capaz de unificarse en torno a una identidad común y se deje de mirar hacia potencias extranjeras, cosa que es posible, dadas las potencialidades del país.
 
Libro del día
 
Al cierre, sugirió la lectura de «Zones de recherche. Perspective antarctique», un libro sobre obras de arte en la Antártica publicados por un venezolano y una francesa, ambos profesores de la Universidad de La Sorbona, en París.
 

(LaIguana.TV)