En una nueva emisión de Desde Donde Sea filosófico, Miguel Ángel Pérez Pirela compartió con su audiencia datos fundamentales y reflexiones acerca de las ideas del padre del existencialismo, el filósofo danés Soren Kierkegaard, sobre quien afirmó que es el pionero de “un pensamiento libertario, fundamentado en el dolor, el temor, la angustia, que coloca al individuo en el centro de toda discusión, con un estilo muy literario, muy estético”. 

De entrada planteó que el examen de este filósofo y teólogo puede verse también como un seguimiento al estudio de otros pensadores del siglo XIX, principalmente Georg Wilhelm Friedrich Hegel, pues Kierkegaard emergió, entre otras características, como un contundente crítico de las teorías del alemán que, previamente había sacudido las estructuras filosóficas de la época y había generado dos corrientes opuestas de pensamiento: una hacia la izquierda, en la que sobresalió Karl Marx, y otra hacia la derecha que llega incluso a los orígenes del fascismo, ya en el siglo XX. 

Puntualizó el ponente que Kierkegaard nació en Copenhague, el 5 de mayo de 1813 y falleció en la misma capital de Dinamarca, el11 de noviembre de 1855, de lo que se concluye que solo vivió 42 años. Pese a ello, dejó una extensa obra filosófica y varios libros literarios , y es calificado como el precursor de la notable corriente del existencialismo, que luego desarrollan Friedrich Nietzsche, Martin Heidegger y Jean-Paul Sartre. 

Entre las obras medulares de Kierkegaard se cuentan Temor y temblor,  O lo uno o lo otro, El concepto de la angustia y El diario de un seductor, esta última ubicada en el campo de la literatura. 

“Kierkegaard postuló antes que todos los existencialistas modernos que lo estructural y fundamental es el ser humano y no solo él, sino su existencia y no su esencia. En este sentido se orienta su critica a Hegel. Recordamos que toda la tradición de la corriente de la metafísica se sostenía en la idea del ser y sus atributos. Kierkegaard reacciona contra ello, dice que lo importante es la existencia de Pedro o de Juan y no los atributos que constituyen su esencia –explicó-. Se opone, entonces, a la filosofía de Hegel a quien critica su carácter absoluto. Recordemos que Hegel explicaba al hombre como una pieza del desarrollo histórico, de un contexto del que no puede escapar. Para Kierkegaard no es así. Al contrario: el individuo es precedido por su existencia en cuanto tal y por las decisiones y elecciones que toma en cada momento, cotidianamente. Estas decisiones individuales no se les pueden achacar a un Estado, a un proceso histórico, a un concepto de lo absoluto. El hombre es libre de decidir. De su decisión nace la angustia y la idea de responsabilidad”. 

Añadió que Kierkegaard se centra en lo humano, entendido como autorrealización. “Yo soy dueño de mis propias decisiones. Es la respuesta de lo humano frente a la Revolución Industrial, de la que era crítico Marx desde el punto de vista político, económico y social, y que Kierkegaard también cuestiona, pero desde el punto de vista del existencialismo que él estaba fundando. En la Revolución Industrial cada uno era una especie de tuerca, de tornillo, de engranaje, pero él libera a la existencia, a la individualidad, al individuo y lo hace autónomo de esta maquinaria”. 

“Un aspecto importante de la obra de Kierkegaard es que se fundamentó en un desamor, algo muy extraño. Se enamoró de Regine Olsen, le pidió matrimonio y pocas semanas antes de la boda, él rompió el compromiso. Mantuvo con ella una amistad, ella se casó con otro hombre, pero Kierkegaard siempre llevó ese peso sobre sus hombros. Él buscaba una vida virtuosa y veía en esta relación un obstáculo”, reseñó Pérez Pirela.  

Para Kierkegaard lo importante es la existencia porque está caracterizada por la angustia. Esta angustia existencial deriva de una desilusión. El filósofo, que había estudiado antes Teología, era crítico en relación a los mandatos éticos dominantes de su época, en particular a los de la Iglesia luterana, a la que tildaba a menudo de hipócrita y carente de fundamento. 

“Desde el punto de vista epistemológico, es decir, desde la capacidad de conocimiento, planteó que la verdad es subjetiva, por lo cual no puede ser administrada por otra subjetividad. Para Kierkegaard, la verdad es una experiencia subjetiva, cada uno la experimenta de un modo intransferible. Era una visión diferente a la cartesiana. Cualquier mediación entre el individuo y Dios, no era válida, las personas tenían que relacionarse directamente. Esto crea una incertidumbre. Para Kierkegaard la fe se fundamenta en la duda –destacó-. Al fin y al cabo no se sabe lo que se puede esperar ante lo divino. No es posible, para Kierkegaard, mediante ninguna doctrina, tener certeza de la existencia de Dios. Por eso la duda no es criticable, sino un elemento intrínseco de la fe. Pretendió superar el ateísmo con la frase ‘quiero creer porque dudo de Dios, porque si realmente supiese que Dios existe no lo buscaría en todas las cosas’”. 

Salto de fe 

Un concepto fundamental en Kierkegaard es el salto de fe. “Es una especie de decisión que el ser humano toma cuando no hay certezas. ¿A ustedes no les ha pasado estar frente a la incertidumbre de una decisión? Por ejemplo: ¿debo casarme o no con esta persona?, ¿debo tener hijos o no?, ¿debo estudiar esta carrera o la otra? Como nada puede determinar mis decisiones fuera de mi subjetividad, entonces el salto de fe es ese vértigo que se tiene frente a la decisión porque hay una incerteza. El centro de su filosofía es el salto de fe ante la incertidumbre. Eso crea angustia, pero es una angustia que también me habla de mi libertad. Es la posibilidad de escoger, y la angustia que ella crea, la que me determina como ser libre”. 

Aclaro que se trata de un salto hacia lo bueno o hacia lo malo. Antes de tomar la decisión uno no sabe si va a ir hacia algo bueno o malo. Kierkegaard coloca el ejemplo de Adán y la manzana. Al decidir comerla, da un salto de fe porque pasó de no ser pecador a ser pecador en una sola decisión, sin transición. Para Kierkegaard la angustia precede en las consecuencias de una decisión ética. Adán comió la manzana sin saber a priori que era algo malo, pues no conocía el mal.  

“¿Qué conocía Adán? Solo la orden de no comer la manzana, un imperativo categórico, diría Kant, una imposición externa, pero él no sabía que era malo hasta después de haber tomado esa decisión. ¿Cómo podía saber que era malo, si no conocía el concepto de mal antes de comer la manzana?”, razonó. 

“La angustia precede entonces al pecado. Esta angustia existe porque existe la libertad. Se genera en el momento anterior de dar el salto de fe hacia lo desconocido. En el día a día vamos construyendo la angustia bajo este sentimiento de vértigo, ansiedad y espanto. Se fundamenta en el hecho de que no sabemos a dónde iremos a parar con nuestras decisiones. Nos hacen libres, pero también responsables de lo que decidimos. La angustia es consecuente con nuestra condición humana y de hombres y mujeres libres”, agregó. 

Una usuaria preguntó si es angustia o es miedo. Pérez Pirela opinó que sería angustia y miedo a la vez y precisó que uno de los libros de Kierkegaard se titula Temor y temblor. 

Otro participante imaginó la angustia que sintió Caín cuando iba a matar a su hermano. “Sí, por supuesto, y bajo la óptica de Kierkegaard se pueden tocar temas tan duros como la eutanasia y de la responsabilidad de aquel que decide morir, o el tema del aborto –comentó el moderador-. Son asuntos en los que se demuestra que la libertad no es hacer lo que me da la gana, sino tomar las decisiones sobre cada cosa. Toda libertad implica responsabilidad”. 

Libertad y posibilidad

Explicó Pérez Pirela que en la obra de Kierkegaard aparece la dicotomía ente libertad y posibilidad. El autor dice que la existencia de cada uno encarna infinitas posibilidades y ello implica un vacío absoluto. La libertad surge frente a dicho vacío. Es como estar en el límite de la montaña y el vacío. Es la decisión de cada uno dar un paso adelante o atrás.  

“También plantea la dicotomía angustia-muerte. Para Kierkegaard, la muerte es el terreno de las no posibilidades. Con ella se acaban las posibilidades, la libertad humana y la angustia. Es la posibilidad de que algún día no tengamos más posibilidad. En este punto revela su condición religiosa con un concepto cristiano: la única posibilidad infinita es Dios”. 

“Todos estos conceptos implican que existe, antes que todo, un compromiso con lo que decidimos. Tenemos que decidir en todo momento y esto nos define. Somos nuestras decisiones. Por eso cuando vemos a alguien que toma decisiones y luego no quiere aceptar las consecuencias, esa persona se está desdibujando a sí misma. ¿No se les parece esto a la filosofía de Jean Paul Sartre, que ya estudiamos aquí en Desde Donde Sea filosófico? –interpeló a la audiencia-. Sartre también dice que el hombre está destinado a ser libre porque tiene que decidir en todo momento”. 

“La libertad de elección define la propia vida porque la vida consiste en elegir. Es a través de nuestras elecciones como vamos desarrollando nuestra existencia, quiénes somos y la historia que hemos dejado. Se separa del concepto de historia absoluta de Hegel. Un ejemplo: no es lo mismo el anciano, la persona de tercera edad que llega a una especie de etapa de paz, que el joven que lo precedió, que vivía en la angustia de la elección –recalcó-. Para Kierkegaard, las elecciones son inevitables, no podemos escapar. Ni el ser humano más irresponsable puede hacerlo. Incluso, no hacer nada es también elegir una moral, es parte de la libertad. Las elecciones revisten carácter de moralidad. Siempre debemos elegir entre lo justo y lo que nos da placer. Esto define todas las lógicas libertaristas, individualistas y liberales que vendrán después de él en el siglo XIX. Las condiciones en las cuales elegimos dependen solo de nosotros y no del contexto. Hay mucha gente que quiere atribuirle la responsabilidad a los demás o al contexto. Todo lo que decides es tu responsabilidad. Cada vez que elegimos lo hacemos partiendo de cero. Kierkegaard, en términos coloquiales, diría, ‘compadre, no le eché la culpa a su pasado o a la historia de su familia porque no influyen en las decisiones que usted tome’”. 

Señaló que estos planteamientos afloran luego la noción de mauvaise foi, la mala fe de Sartre, con la que el francés se opuso a la idea freudiana del inconsciente.  

“Debido a la constante sucesión de decisiones, vivimos en permanente angustia, en mayor o en menor medida. Y así llegamos al vértigo, otro concepto fundamental de Kierkegaard. Es el peso de la libertad. Vértigo existencial ante la idea de que nada ni nadie nos separa el vacío de la existencia, ese vacío que muchos, en los tiempos actuales tratan de aplacar con la televisión, los videojuegos o convirtiéndose en compradores compulsivos”, enfatizó. 

“Para Kierkegaard, Dios nos lanzó al mundo y a partir de ese momento nos preguntamos si son correctas las decisiones que tomamos. Estamos solos, nada del zoon politikón de Aristóteles, cada uno está solo. La responsabilidad es individual –subrayó-. De allí nace el miedo y la angustia, que llevan a la desesperación. La libertad de decidir genera miedo porque nos puede llevar al bien o al mal. Lo peor de todo es que no le podemos echar la culpa a nadie de las decisiones tomadas. Traen consecuencias y hacen nacer el vértigo de la libertad. Si nos equivocamos lo hacemos solos”. 

Apuntando hacia una conclusión, Pérez Pirela señaló que “el vértigo de la libertad es una especie de droga porque llega un momento en que crea dependencia. Cuando el ser humano comienza a ser libre, a tomar decisiones y ser responsable de ellas, ya no puede parar”. 

Ponderó la magnitud del pensamiento libertario de Kierkegaard, fundamentado en el dolor, el temor, la angustia, que coloca al individuo en el centro de toda discusión, y valoró su estilo por ser muy literario, muy estético. 

Aforismos

Pérez Pirela agregó otro punto del pensamiento de Kierkegaard: las tres esferas de existencia que pueden evolucionar a lo largo de la vida de una persona. El danés planteaba que esas esferas se superponen, pero también son excluyentes entre sí. La primera esfera es la de una vida estética y resultar ser muy efímera. La segunda esfera es la vida preocupada por la ética, por la propia existencia, por lo absoluto, por el vacío. Y la tercera esfera es la de la vida preocupada por la religiosidad. 

Kierkegaard presentó una parte de su pensamiento a través de aforismos que han pasado a ser frases muy célebres, algo que al conferencista le recuerda mucho a Pascal y a San Agustín. Expuso algunas de ellas:  

“La puerta de la felicidad se abre hacia adentro. Hay que retirarse un poco para abrirla. Si uno trata de abrirla hacia afuera, empujándola la cierra cada vez más”.  

“La angustia es el vértigo de la libertad”. 

“La mayoría de los hombres persiguen el placer con tal apresuramiento que, en su prisa, lo pasan de largo”. 

“La vida solo puede ser comprendida mirando hacia atrás, pero ha de ser vivida mirando hacia adelante”. 

“Si realmente el período del noviazgo es el más bello, ¿por qué se casan las personas?”. 

“Si te casas, lo lamentarás; si no te casas, también”. 

“En ninguna cosa la infidelidad es más innoble y repugnante que en el amor” 

“El tirano muere y su reino termina; el mártir muere y su reino comienza”. 

Pérez Pirela cerró la disertación señalando que vale la pena profundizar en el pensamiento de este filósofo para entender su importancia en la construcción de la corriente existencialista y apreciar por qué muchas de sus ideas han alimentado las tesis libertarias y hasta las neoliberales. 

Relató que, en lo personal, es un filósofo al que ha estudiado mucho, al punto de que su primera tesina, en Italia (trabajo que se presenta en la mitad de la carrera hacia la licenciatura) fue sobre Kierkegaard. 

(LaIguana.TV)