Uno de los temas de la semana política ha sido el anuncio del presidente Nicolás Maduro sobre la eliminación de la figura de los protectores en los estados y municipios donde ganen los candidatos opositores a gobernaciones y alcaldías.

Las reacciones del antichavismo fueron tan variadas como lo es actualmente el abanico de este sector político. Los del ala pirómana dicen que es una confesión de los pecados que ha cometido el «dictador». Otros se muestran triunfalistas, y dicen que es una concesión que hace a regañadientes debido a la «presión internacional», algo que anticipa el fin de la tiranía (el mismo final que vienen anunciando desde 2013, pero ese es otro tema).

En el ala moderada-taimada se han puesto diplomáticos (¡están irreconocibles!) y por eso afirman que “es un paso en la dirección correcta”, una frase que pocas veces ha dejado mal parado a nadie.

Mi politóloga asistente, Eva Ritz Marcano, señala que al hacer este anuncio, Maduro deja, una vez más, descolocada a una oposición que lo menosprecia y, justamente por eso, siempre queda a la zaga, en actitud reactiva, jugando al contraataque, para decirlo en modo de comentarista de la Eurocopa-Copa América.

A Eva no le gusta usar la metáfora del ajedrez político porque está demasiado manoseada y tampoco le gusta el fútbol, salvo cuando se trata de recordar a Maradona. Prefiere remitirse al baloncesto y decir que el presidente, tal vez por su estatura física, siempre se dribla a los opositores. «Es un as de la finta», expresa.

Cuando Eva habla de fintas no es que piense que Maduro va a incumplir su promesa (aunque, por lo demás, ese es el deporte favorito de casi todos los políticos, ya que hablamos de cosas atléticas). Ella va más a fondo: explica que el presidente está entregando, como pieza de intercambio en las negociaciones políticas, un cargo que en la realidad institucional no existe, que es un invento suyo. ¡Buena esa, Nico!

«No digo que sean puro humo, pero tampoco son un órgano vital, no son un ministerio ni un componente de la Fuerza Armada», explica.

Quizá por su experiencia sindical, el mandatario se dedica a negociar ofreciendo un retorno a «lo normal» luego de haber creado una situación de hecho fuera de la «normalidad». Para poner un ejemplo ramplón, es como cuando un grupo de trabajadores baja deliberadamente el ritmo de producción (operación morrocoy, le decían cuando el presidente era delegado laboral) y luego, cuando se sientan a negociar con el patrono, su oferta básica es volver a los niveles habituales de trabajo. Genial.

La vertiente interna

La politóloga interpreta que la jugada de Maduro tiene, además, un propósito interno (un drible, una finta endógena) que quién sabe si hasta sea más importante que la maniobra de diversión para opositores.

Se trata de abandonar una práctica que, según algunos puntos de vista, ha terminado siendo perversa: un candidato pierde las elecciones en un estado o municipio y, acto seguido, lo nombran protector, que es una autoridad con reminiscencias coloniales, como quien dice virrey, capitán general o procónsul. Y entonces, el perdedor (en sentido electoral, no como insulto) se queda en el estado o municipio gobernando como si hubiese ganado.

Esa modalidad tiene dos rasgos en contra. El primero es que puede entenderse como llevarle la contraria a la voluntad del pueblo votante que le dijo que no como gobernador o alcalde a un candidato, y este termina siendo algo parecido y hasta con más poder real porque lo puso el numberone. La segunda es que funciona como un premio para el derrotado y eso no es precisamente un estímulo para sudarse la camiseta (sigamos con los símiles deportivos) en la búsqueda de los votos.

Ya sin el premio de consolación del protectorado, se supone que los candidatos socialistas van a esforzarse como debe ser para ganar. Y, en caso de que no lo logren, tendrán que hacer como todos los perdedores: retirarse, lamerse las heridas y encontrar un pendejo a quien echarle la culpa. Eso puede ser muy positivo para la Revolución, pues algunos candidatos derrotados se han convertido en verdaderos pesos muertos en sus regiones, sobre todo dentro del partido. De pana.

¿Por qué existen?

Cierro la conversación con Eva y me quedo cavilando. Pienso que más allá de la jugada política, del drible y la finta a la oposición, la medida de eliminar la figura del protector necesita ser explicada mejor puertas adentro de la Revolución, especialmente en ciertos estados.

En rigor, los llamados protectorados son una figura, como tantas otras, creada en respuesta a amenazas concretas. No tienen un soporte legal, pero tampoco es correcto decir que sean ilegales, pues nadie puede cuestionar el derecho del Ejecutivo nacional a crear mecanismos que considere pertinentes para ejercer su poder en cualquier lugar del país e impedir que desde otros niveles del gobierno se conspire con fuerzas extranjeras y poderes fácticos para causar caos e inestabilidad.

Primero que nada, hay que recordar en qué contexto nacieron los protectorados. No fueron un capricho de la Revolución por imponer un gobernador o alcalde, sino una medida preventiva y disuasiva ante una oposición en la que predominaban (¿o será mejor decir predominan?) las posturas insurreccionales e, incluso, separatistas, lo cual resulta especialmente peligroso en los estados limítrofes.

Dados los antecedentes y el clima de crispación extrema de los años precedentes, era lógico esperar que los gobernadores y alcaldes opositores utilizaran sus cargos para sabotear los programas sociales de rango nacional y atizar los fuegos de la guerra económica. Y, ciertamente, algunos lo hicieron durante épocas en las que estuvo comprometida la paz pública, como las olas de violencia foquista de 2014 y 2017.

Suprimirlos puede, entonces, implicar un riesgo, aunque es evidente que, con el paso del tiempo y el implacable entrenamiento del bloqueo y las medidas coercitivas unilaterales, el gobierno nacional ha logrado consolidar estructuras capaces de hacer las funciones de los protectores, sin que estos aparezcan formalmente. Los CLAP y los liderazgos del Poder Popular han avanzado desde los años iniciales de la era post-Chávez. Sabotear las políticas sociales no parece ser tan fácil hoy como lo era en 2014.

¿Los echarán de menos?

Un elemento más a considerar en esta decisión es que, como siempre pasa, puede resultar conveniente y justa en algunos casos e inconveniente e injusta en otros (no con los protectores, sino con los pueblos).

Por ejemplo -y esto no deja de ser una opinión desde la muy lejana Caracas- sin la labor protectora de Freddy Bernal en Táchira es muy posible que las operaciones de invasión planificadas y ejecutadas desde Colombia, hubiesen tenido éxito, lo cual deja abiertas inquietantes interrogantes sobre lo que hoy estaría pasando, no solo en Táchira, sino en el país entero.

Aunque la señora Laidy Gómez no ha sido la más radical del grupo de gobernadores opositores (es del subgénero de los adecos pisapasito), Táchira ha estado estos cuatro años a merced de las fuerzas más oscuras y violentas en contra de la estabilidad constitucional de Venezuela. La simbiosis fronteriza con Colombia adquiere en este estado unos niveles muy tóxicos. Ocurre todo el tiempo, pero ha habido episodios particularmente calientes, como el de febrero de 2019, a propósito de toda aquella trama del concierto en Cúcuta, la fulana ayuda humanitaria y el paso de Guaidó por la trocha cundida de Rastrojos.

Solo los mezquinos (que son muchos y están en ambos lados de la talanquera) pueden negar que en esos días Bernal se portó como un genuino Cancerbero, en los varios sentidos de esa palabra. Tal vez la mejor prueba de que la gente de allá se lo reconoce es que figuró muy notablemente en las postulaciones para la candidatura a la gobernación.

Pero, desde ya vaticino que si la oposición retiene el poder regional en noviembre, en el Táchira -y mucha gente en el resto de Venezuela- van a echar de menos al protector de ese tramo de la frontera.

Exceso de cinismo, exceso de inocencia

El asunto de los protectorados, y de su eliminación, ha hecho coincidir a muchos opositores enfermos de exceso de cinismo con unos cuantos chavistas que padecen exceso de inocencia.

Coinciden en la opinión de que Maduro nunca debió nombrar los protectores porque eso es no jugar limpio. Ignoran -unos por cinismo, otros por candidez- que la guerra política en estos años ha sido especialmente sucia. Librarla con apego estricto a la corrección política hubiese sido poco menos que suicida.

Estamos hablando de una oposición teledirigida que ha utilizado todas las estrategias y tácticas planificadas y maceradas en Estados Unidos durante más de un siglo, con el fin explícito de derrocar a los gobiernos rebeldes. Desde 2013, acá ha habido drenajes de “calentera”, guarimbas, intentos de magnicidio, de invasión mercenaria, de golpe militar, de golpe parlamentario, gobierno paralelo, poder judicial paralelo, parlamento paralelo, fiscalía paralela, linchamientos, escraches, apagones, escasez planificada, especulación galopante, hiperinflación inducida, ataques inclementes contra la moneda nacional, robo de gasolina en alta mar, ataques en la OEA, intrigas a cargo del Cartel de Lima, manipulación de migrantes, siembra de paracos en los barrios. ¿Y se pretende que frente a todo eso, la Revolución tiene que comportarse como un gobierno impecablemente comedido en una democracia perfecta?

(Clodovaldo Hernández / LaIguana.TV)