El choque térmico entre la colada de lava y las aguas del océano provocan la ascensión de enormes columnas de vapor con partículas de ácido clorhídrico y vidrios. La nube puede producir una lluvia ácida, dificultar la navegación y causar irritación en piel y ojos. La lava arrasa las algas y moluscos del fondo, pero creará un ecosistema más rico. 

La colada de lava del volcán de Cumbre Vieja alcanza ya las aguas del océano Atlántico en la zona de la playa de Los Guirres, sobre la que se precipita desde un acantilado a unos 100 metros de altura. La masa viscosa forma un delta en su entrada al mar, sobre el que ha erigido una especie de pirámide de más de 50 metros de alto. 

El contacto de la lava (a una temperatura superior a 1.000 ºC) con el agua del océano (a unos 24 ºC en esa zona) produce un imponente choque térmico cuya consecuencia más visible es la ascensión de columnas de vapor, también llamadas penachos. Ese vapor de agua está cargado de ácido clorhídrico (HCl), dada la composición salina el agua del mar, que contiene hasta 35 gramos de cloruros y otras sales por kilogramo. Los penachos también portan micropartículas de vidrio, producto de la reacción del contacto entre la lava y el océano. 

Las autoridades aconsejan alejarse de la zona y permanecer a una distancia de 3,5 kilómetros, habida cuenta del carácter nocivo que entraña para la salud el vapor de agua de los penachos. Para la flora y fauna marina del fondo donde se deposita el flujo de lava, su llegada supone su destrucción total en un principio, pero una esplendorosa regeneración al final. 

Lluvia ácida 

Cualquier precipitación que se produzca mientras duren las emanaciones de ese vapor de agua y mientras haya en el aire gases tóxicos como el dióxido de azufre (SO2) y el dióxido de carbono (CO2) surgidos tras la erupción, contendrá componentes ácidos. Los ácidos sulfúrico (H2SO4) y nítrico (HNO3) se vierten entonces al suelo mezclados con las gotas de lluvia, nieve, niebla e incluso el granizo. Aunque sus consecuencias no son graves para el ser humano, sí lo pueden ser para los ecosistemas. 

Sobre el terreno, la lluvia ácida hace que se libere el aluminio, pues este tipo de agua filtra este metal en las arcillas. El resultado es que se modifica el PH del suelo, afectando a plantas y animales. Los cultivos agrícolas pueden sufrir graves daños, aparte de los ocasionados por la ceniza. No obstante, las condiciones para que tengan lugar los efectos nocivos de la lluvia ácida no se dan en la isla de La Palma, pues su clima no se distingue por soportar precipitaciones frecuentes y continuadas. 

La toxicidad del choque térmico 

Al contacto con el agua, la lava provoca una reacción química que intensifica la humareda producida por la propia colada. Es el instante en que se emiten a la atmósfera millones de finísimas partículas de vidrio volcánico y de HCl. Las primeras capas de lava se enfrían, y la diferencia de temperatura provoca explosiones que lanzan los gases y los cristales de lava incluso a varios kilómetros. 

Los penachos de vapor de agua pueden alcanzar hasta 5 kilómetros de altura, pero representan un peligro muy localizado, solo en el entorno donde ocurre el contacto de la lava con el agua del océano. El principal peligro de inhalar o entrar en contacto con estas nubes de vapor lo representan los gases y líquidos ácidos, así como las diminutas partículas de vidrio. Irritan el tracto respiratorio, la piel y los ojos. Las dificultades para respirar son mayores en personas con enfermedades respiratorias preexistentes. 

Onda expansiva 

El momento en que la lava entra en el agua es explosivo, aunque depende del volumen implicado. Puede generarse una onda expansiva, que puede afectar a los oídos de quien se encuentre relativamente cerca. Las autoridades recomiendan alejarse de las ventanas a los moradores de viviendas cercanas. 

Fondo marino arrasado 

La lava sepulta a todos los organismos que habitan en el ecosistema subacuático, lo que se denomina comunidad bentónica. Algas y moluscos como las lapas mueren, incapaces de desplazarse, también por el efecto de los gases emanados. Algunos peces logran huir, pero otros no. 

La erupción en 2011 del volcán submarino Tagoro en la vecina isla de El Hierro brinda un ejemplo de lo que puede pasar ahora con las formas de vida que habitan las aguas de La Palma, si bien aquel proceso eruptivo tuvo lugar a mucha más profundidad que el que está finalizando en la playa de Los Guirres. Entonces la lava provocó la muerte de miles de especies marinas. Y aun así, la presencia de organismos fue restableciéndose poco a poco. 

Pero efecto posterior beneficioso 

El flujo de lava enterrará las formas de vida. Pero la subida de temperatura del agua generará otras. En cierto sentido, esa lava vertida al mar actúa indirectamente como fertilizante, pues favorecerá la creación de nuevas algas y nutrientes. Y las cenizas también colaborarán en el proceso. El resultado es que se podrá crear un ecosistema aún más rico, como el que obtuvo el litoral de la isla de El Hierro apenas tres años después de la erupción de su volcán submarino. 

La acción de la lava al entrar en el agua produce de forma natural un proceso físico denominado upwelling, que consiste en movimientos ascendentes del agua y redunda en el enriquecimiento del ecosistema marino. El upwelling opera como un fenómeno de fertilización física, ya que traslada el agua del fondo, rica en nutrientes, a la superficie. Así que, por contradictorio que parezca, el volcán de Cumbre Vieja es también fuente de vida y tras su acción la naturaleza desencadena sus propios mecanismos de regeneración. 

(Sputnik)