El alza sostenida –e incluso violenta– en los precios de los alimentos registrada durante las últimas semanas, motivó al periodista Clodovaldo Hernández a entrevistar a la investigadora Clara Sánchez, autora del libro Operación Bloqueo de Alimentos contra Venezuela y especialista en temas de alimentación.

En su opinión, si se compara la situación actual con la que se vivió entre 2016-2018, es claro que en el país se ha producido «un proceso de recuperación» tanto de la producción agrícola como del abastecimiento de alimentos, lo que se ha traducido en «mejores perspectivas de alimentación de los venezolanos».

La experta refirió que según datos de la Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación (FAO, por sus siglas en inglés), hasta el año pasado, unos 6,8 millones de personas padecían hambre en Venezuela, tras registrar un tope de más de 9 millones.

«Aunque pareciera que es un número alto, en líneas generales es una reducción de las personas con hambre en el país», puntualizó. A esto sumó que las mejoras que se han evidenciado en el abastecimiento y la producción agrícola, son el resultado de la estabilidad política, porque ha sido esa variable la que ha posibilitado la estabilidad económica.

Empero, Sánchez acotó que el alza de precios es algo que «siempre está presente» en la realidad nacional, aunque no siempre vista los mismos ropajes, como se demuestra en el recorrido transitado durante los últimos años, en el que se pasó de un «proceso de desabastecimiento» inducido entre 2015 y 2016 «a un proceso de abastecimiento progresivo pero con alta inflación», con una desaceleración progresiva de los incrementos, si se compara con los años precedentes.

Destacó que «la escalada del dólar –que atribuyó al mercado paralelo– impacta directamente los precios en bolívares», incluyendo el sector alimentos, con el subsecuente efecto sobre el poder adquisitivo de las personas, puesto que si bien es verdad que la inflación se ha desacelerado, el poder de compra «no ha mejorado», sino que ha tendido a mantenerse estable.

«Aunque tengas mucho abastecimiento, si la población no tiene acceso oportuno a estos alimentos, también, por supuesto, se va a ver afectada», apuntó.

A su parecer, el gobierno nacional tiene delante dos tareas: en primera instancia, «garantizar el acceso a los alimentos a la población». «Puedes tener mucha producción, mucho abastecimiento, pero si esa producción no va a garantizar la seguridad alimentaria de la población, es como que hay una pata floja», enfatizó; en segundo término, tomar medidas y «activar algunas políticas».

«Pero debe hacerlo antes que se profundice algún tipo de escalada que nos retrotraiga a algunos años atrás», advirtió, si bien luego matizó que es poco probable que el retroceso sea comparable al que hubo en los años de máximo desabastecimiento.

Hay que hacer más eficientes a los CLAP

Clara Sánchez aseguró que en el marco de sus investigaciones, ha hecho seguimiento del alcance de las entregas de alimentos que se hacen a través de los Comités Locales de Abastecimiento y Producción (CLAP) y, en ese orden, asevera que «se ha estabilizado».

«En todo caso, fue uno de los programas que estratégicamente fue puesto en marcha en uno de los momentos más delicados de Venezuela, que permitió alcanzar a una cantidad de personas que pudieron haber pasado al umbral del hambre», valoró.

Empero, no se abstuvo de mencionar que en ciertas zonas, el programa llega en lapsos muy extensos, como cada seis, cada cuatro o cada dos meses, que contrastan con otras donde la frecuencia de entrega es mucho mayor.

Por ello, aunque admite que «siempre hay quejas», en su opinión «debe seguir mejorándose» y todavía más en el presente, «cuando apenas estamos dando los primeros pasos de la recuperación política y económica», en el marco de la superación del «bloqueo económico, financiero, comercial, diplomático, político y militar en el que estábamos inmersos».

«Este programa sigue siendo una forma de garantizar que los alimentos lleguen a la población, sobre todo a la más vulnerable. Lo que tiene que ser es un poco más eficiente, afinar los métodos logísticos y de entrega para las zonas en las que se distribuye con menos frecuencia», enfatizó.

Del mismo modo indicó que a pesar del asedio, los ataques y la instrumentalización política de la que ha sido objeto el programa, siempre ha tenido calado en la población y eso no ha hecho más que crecer.

«Conozco zonas de Caracas que son de clase media y clase media-alta donde hay organización de estos CLAP, de los jefes de calle, que son, junto con los jefes de los CLAP, los encargados de organizarlo y tienen alta receptividad», ilustró.

Los bodegones no indican el fin del bloqueo

A contrapelo de algunas narrativas, Sánchez refuta que los bodegones sean un indicio del fin del bloqueo financiero y económico que se ha impuesto sobre el país, porque este afecta de manera particular las operaciones del Estado venezolano por la vía de la imposición de medidas coercitivas unilaterales, que suman más de las 763 que se refieren comúnmente, pues en su contabilidad figuran las de la Unión Europea y otros países.

«Por ejemplo, leí de la propia relatora de la ONU, Alena Douhan, que Venezuela no puede importar microscopios electrónicos para detectar enfermedades desde hace cuatro años. Eso se va replicando en muchísimas otras actividades, incluyendo el tema alimentario», ilustró

De otro lado, la especialista también mencionó la desigualdad existente en el país. «En Venezuela, no todos están en las mismas condiciones: hay zonas vulnerables, hay zonas que requieren esta atención del gobierno nacional y hay otras que no. Hay zonas de clase alta y de clase media en Venezuela que sus intereses son otros o que pueden tener acceso a otro tipo de cosas», detalló.

Esto sucede en un contexto de recuperación económica reconocido incluso por el Fondo Monetario Internacional, que en abril proyectó un crecimiento de 1,5 % y en octubre cifró la misma variable en 6,5%.

«Lo que sí tiene que verse es cómo ese proceso impacta, en líneas generales, a toda la sociedad. Es decir, evaluar cómo se saca a todas las personas que quedan en condición de subalimentación, cómo es que los CLAP pueden llegar a las personas que lo necesitan y en el tiempo oportuno», recalcó.

Al otro lado de la acera están los bodegones. Sánchez sostiene que su emergencia obedeció a las condiciones de mercado imperantes, pues para entonces ofrecían mercancías de alto consumo que no se conseguían en expendios tradicionales de alimentos como los supermercados, pero a precios muy elevados.

«Ahorita el tema es el precio de los alimentos, cómo se garantiza que las personas puedan adquirir los alimentos con unos precios que efectivamente se van a incrementar y que es necesario atajar», enfatizó.

La disponibilidad de datos sobre alimentación en Venezuela

La investigadora considera que si bien hay algunas carencias en relación con la disponibilidad de datos necesarios para estudiar la alimentación en Venezuela, algunas instituciones públicas siguen produciéndolos, si bien de manera poco sistematizada, lo que obliga a los interesados a compilarlos por cuenta propia y a complementar las carencias con los que producen organismos como la FAO o el Programa Mundial de Alimentos.

Acotó, sin embargo, que incluso esas agencias de las Naciones Unidas en un momento dado produjeron indicadores que, en su criterio, estaban manipulados, como parte de la «guerra difusa» contra Venezuela.

En su decir, todavía se encuentran cifras producidas por ciertos organismos con el interés de presentar escenarios que no se corresponden con la realidad actual del país, sino con la que se vivió hace un lustro.

«Todavía se consiguen datos de algunas instituciones y hay que ver con qué lupa lo miden, porque hay indicadores que cuando se leen algunos informes, muestran como que si estuviéramos en los años 2015-2016 con las colas y eso no es real. No es esa la forma en la que le gente está exigiendo que se atienda el tema alimentario. Generalmente, la gente lo está pidiendo con los sueldos, los salarios y el precio de los alimentos, se quejan de cómo los están incrementando. No es la cola y no es el que no hay», abundó.

En todo caso, pese al rezago –las instituciones internacionales suelen publicar sus reportes con un año de diferencia–, «hay indicadores que están mostrando este proceso de recuperación», tanto económica como con respecto al acceso a los alimentos y otras dimensiones relacionadas.

A este respecto relató que de fuentes públicas se pueden conseguir datos que dan cuenta de la recuperación de la producción agrícola, del incremento de uso de semillas nacionales, el abastecimiento y la producción de alimentos.

Sobre esto último puntualizó que según las cifras oficiales, el país produce el 80 % de los alimentos que necesita, 10 % más que hace 10 años, tal y como informó el entonces presidente, Hugo Chávez, en la presentación de su última Memoria y Cuenta ante la Asamblea Nacional.

A su parecer, la aseveración del gobierno es lógica –subrayó que es imposible fabricar o producir todos los alimentos que se necesitan en el país, porque algunos de los más consumidos, como la pasta, requieren de insumos importados–entre las acciones tomadas para vencer el bloqueo y muy seguramente, tras haber descendido incluso por debajo del 70 % referido por Chávez en 2012.  

Sí a las exportaciones, pero primero la soberanía alimentaria

Al ser consultada sobre la pertinencia de la política de exportación de ciertos alimentos adelantada por el Gobierno Bolivariano, Clara Sánchez sostiene que hay que tener en cuenta varios factores para que realmente represente una ganancia a largo plazo para el país, que pulsa por disminuir su dependencia de la exportación de crudo.

En primera instancia señaló que no basta exclusivamente con garantizar la seguridad alimentaria, pues también impera garantizar la soberanía alimentaria, componente este que obliga a cuestionar la clase de exportaciones que se están promoviendo –por ejemplo, café en granos o cacao–, porque reproducen el mismo esquema de comercio de materias primas en detrimento de los productos terminados, como ha sido característico de la industria petrolera local.

No obstante el señalamiento, Sánchez matizó que en un momento de apertura comercial, recuperación económica e impulso a las exportaciones no petroleras, no cabía esperar que se hicieran cambios tan radicales con efecto inmediato, sin que ello signifique que el tema se pueda posponer indefinidamente.

Refirió que por interés personal, le ha estado haciendo seguimiento a la exportación de camarones, devenido en el segundo rubro de exportación más relevante del país. «Estamos hablando de camarones, que tampoco es que forman parte de la dieta nacional del venezolano», enfatizó.

Comentó, asimismo, que según datos extraoficiales –las cifras consolidadas se publicarán el año próximo– el plan del Ejecutivo es abastecer primero el mercado interno y luego exportar un excedente estimado preliminarmente en torno al 20 %.

«Esas son el tipo de cosas en las que tenemos que pensar, si queremos avanzar en el tema de soberanía. En el marco de una estrategia geopolítica nacional, hablamos de constituir, de mejorar y de hacer crecer el poder nacional venezolano», advirtió.

Perspectivas alimentarias de Venezuela en 2023

Para finalizar su intervención, la experta avanzó comentarios sobre las perspectivas alimentarias de Venezuela en 2023.

A su juicio, la disponibilidad y acceso a los alimentos en Venezuela se disputarán en dos frentes: uno interno, que puede controlarse a partir de las respuestas que ofrezca al gobierno a la escalada del dólar y el sostenimiento de la política que ha garantizado el crecimiento económico y otro externo, cuya causa primaria ubicó en la guerra subsidiaria que libran Rusia y el Occidente colectivo en Ucrania.

Sánchez insistió en que los anuncios de las instancias públicas y privadas relacionadas con el tema alimentario muestran buenas perspectivas en 2022 –ilustró con el caso del maíz, cuya producción se ubica por sobre el millón de toneladas, según declarara la patronal Fedeagro– y la tendencia debería mantenerse el año próximo, porque «hay mucha mejor preparación para enfrentar estos tiempos de crisis y de bloqueo que también pesan sobre nosotros».

Empero, más que por este motivo, la investigadora atribuye la escalada inflacionaria al alza de los precios de los combustibles –una relación que se ha observado empíricamente desde 1968–, así como a las dificultades para importar fertilizantes rusos, pues aunque el país puede producir fertilizantes a base de fósforo y nitrógeno, no puede hacer lo mismo con aquellas mezclas que requieren de potasio porque carece de yacimientos.

Todo esto, aseguró, se ha traducido en un incremento en el precio de las materias primas. En la economía local, el efecto se dejará sentir a partir rubros como el trigo, un grano de alto consumo, o de la leche en polvo.

Sin embargo, la nación puede jugar otras cartas en el tablero geopolítico, porque también aloja la principal reserva de crudo del mundo.

«Por eso es que el tema de la producción de alimentos en Venezuela es muy importante, pero no es que la vamos a lograr de la noche a la mañana. Ese también es un proceso largo, que se venía construyendo pero se trastocó con este bloqueo y que ahora vuelve en cierta forma. Esperemos que continúe. Esa es la expectativa», concluyó.

(LaIguana.TV)