“Lo que está haciendo Israel con Palestina y países árabes del Medio Oriente es un genocidio continuado, pero desgraciadamente, el planeta calla. En las últimas semanas ha habido una escalada, pues las agresiones cotidianas se vieron agravadas porque fueron ejecutas contra lugares sagrados para los musulmanes y en pleno Ramadán, y parecen ser el reflejo de la aguda crisis interna que padece el gobierno hebreo”, expresó el filósofo y comunicador Miguel Ángel Pérez Pirela en el programa Desde Donde Sea. 

Inició el análisis con el Iguanazo de Iván Lira en el que un hombre de rasgos árabes golpea con su puño y deja convertido en garabato el cañón de un arma larga. La leyenda dice: “Militarmente Israel tiene ventajas, pero moralmente Palestina es invencible”. 

Los últimos acontecimientos 

La nunca tranquila región de Medio Oriente está sacudida nuevamente una escalada del conflicto de Israel con Palestina, Siria y el Líbano, que tiene lugar en medio de la peor crisis sociopolítica del Estado israelí en sus 75 años de existencia. 

Mientras los fuegos de la guerra por aproximación entre Teherán y Riad que se libra en Yemen dan visos de extinción, no sucede lo mismo en los conflictos de Israel con Palestina, Líbano y Siria.

Durante la Semana Santa cristiana –y en coincidencia con el Ramadán musulmán y la Pascua judía-, las agresiones israelíes contra Jerusalén ocupada, la Franja de Gaza, el sur del Líbano e instalaciones estratégicas en territorio sirio se intensificaron bajo diversos pretextos.  

Como se ha hecho tristemente habitual, la así llamada «comunidad internacional» no reprendió a Tel Aviv por esta nueva arremetida y si bien los hechos fueron reseñados más allá del mundo árabe, las notas se colaron como un informe más, sin que se alzaran voces de repudio ante los bombardeos israelíes sobre territorios extranjeros, excepción hecha de China.

Durante todo el Ramadán, que este año inició el 23 de marzo y culminará el próximo 20 de abril, colonos israelíes en Cisjordania y Jerusalén han arreciado su acoso sobre la comunidad palestina, aumentando significativamente el número de detenciones arbitrarias y heridos en sitios como la mezquita de Al-Aqasa, considerada el tercer lugar más sagrado para los fieles de confesión musulmana.  

En rigor, no es inhabitual que las fuerzas de ocupación israelíes asalten mezquitas durante fiestas musulmanas, pero este año las acciones resaltaron por su virulencia y extensión. 

Aunque Jerusalén ocupada y Cisjordania están bajo el control de la Autoridad Nacional Palestina a través del partido Al-Fatah, liderado por el presidente Mahmud Abás, tras los incidentes, la organización Hamás –que gobierna la Franja de Gaza– habría respondido a las agresiones desde Líbano, afirmaron fuentes locales, no solo israelíes.  

De acuerdo con la cadena panárabe Al Mayadeen, los misiles se dirigieron a la ciudad de Galilea en Palestina ocupada y causaron, además de pánico, al menos tres heridos, según reportes ofrecidos por los equipos de rescate desde el lugar de los hechos.  

Se conoció asimismo que la ofensiva desde el sur del Líbano, la peor desde 2006 cuando los dos países estaban en guerra abierta, obligó a las autoridades de Tel Aviv a activar la defensa aérea y a adelantar que responderían cabalmente a lo que calificaron como una agresión.

Los platos rotos los acabaron pagando los habitantes de la Franja de Gaza, que el pasado jueves sufrieron los embates de los bombardeos aéreos de Israel.

Un titular de LaIguana.TV al respecto, interroga: “¿Dónde está la comunidad internacional? Israel ataca nuevamente la Franja de Gaza” 

Una lluvia de misiles israelíes cayó el 6 de abril sobre la Franja de Gaza, como respuesta a los ataques lanzados contra su territorio desde el sur del Líbano, que a su vez estuvieron motivados por numerosos atentados y detenciones arbitrarias de las fuerzas de Israel en sitios sagrados durante la celebración del Ramadán en la Cisjordania ocupada.

Informes recogidos por la prensa internacional indican que antes de los bombardeos del Jueves Santo, al menos nueve cohetes se dispararon desde las tierras gazatíes en dirección a varios emplazamientos israelíes, que se sumaron a otros 34 cohetes disparados desde el sur del Líbano, de los cuales al menos cinco habrían dado en el blanco. 

Así, la noche del 5 de abril, el gobierno de Benjamín Netanyahu ordenó a las Fuerzas de Defensa de Israel (FDI) atacar Gaza y también el Líbano. De acuerdo con el comunicado oficial de la fuerza aérea israelí, se atacaron «objetivos de infraestructura» de Hamás en el sur del Líbano.

En el documento también se advierte que las FDI que no tolerarán que esa formación opere desde el Líbano y, en adelante considerarán «al Estado libanés responsable de todos los disparos realizados desde su territorio». 

Según reseña la cadena Al Mayadeen, tras el bombardeo aéreo masivo, «las Brigadas Al-Quds –de Hamás– anunciaron un estado de alerta general para atacar los puestos de control de la ocupación en todas las ciudades, campamentos y pueblos de Cisjordania y Jerusalén ocupadas». 

A la víspera, Israel había atacado la mezquita de Al-Aqasa, lo que enardeció a las autoridades palestinas, particularmente al jefe de Hamás, Ismail Haniyeh, quien prometió que los ciudadanos palestinos «no se quedarán de brazos cruzados» ante esta nueva arremetida. 

«Nuestro pueblo palestino y los grupos de resistencia palestinos no se sentarán sin hacer nada», dijo Haniyeh a la AFP tras una reunión con otras autoridades del país celebrada en Beirut, en la que instó a «todas las organizaciones palestinas a unificar sus filas e intensificar su resistencia».

De su lado, Netanyahu convocó a un gabinete de emergencia y anunció que Israel «devolverá el golpe a sus enemigos, y pagarán el precio por cualquier agresión».  

“Netanyahu está afrontando una crisis interna muy grave y por eso está buscando una excusa para la guerra”, recalcó Pérez Pirela.

Todo esto se vio aderezado con un ataque terrorista en Tel Aviv presuntamente perpetrado por un extremista israelí, que dejó como saldo una persona muerta y siete personas más heridas, que se sumó al deceso de dos extranjeros –uno de ellos británico– en Cisjordania tras haber sido asaltados con un cuchillo.

Mientras esto se sucedía, el gobierno libanés informó que denunciaría la nueva agresión israelí en el seno del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas. Además, el Ministerio de Defensa aseveró que responderá a los ataques y hará lo que sea necesario para proteger a su población.

La fuerza de mantenimiento de paz de la ONU desplegada en la región, calificó la situación como «extremadamente peligrosa», mientras que el gobierno chino pidió moderación a todas las partes, especialmente a Israel, para evitar una escalada del conflicto.  

Entre otros asuntos, Beijing alegó que entonces se estaban celebrando el Pesaj y el Ramadán, las celebraciones religiosas más importantes para judíos y musulmanes, respectivamente, y cualquier disputa podría ser la chispa que encendiera la pradera.  

Según declaraciones ofrecidas por la portavoz de la cancillería, Mao Ning, la solución para el largo conflicto entre Israel y Palestina consiste en la implementación de la solución de dos Estados, que consagra la existencia de una Palestina independiente.  

En relación con el rol de la comunidad internacional, el gobierno chino considera que sus miembros están obligados a actuar mucho más diligentemente, prestar atención a las demandas palestinas e implementar «medidas reales» para cumplir con lo prometido al pueblo palestino tras la firma de los Acuerdos de Oslo en 1993.  

Aunque Mao no mencionó país alguno, sus dardos parecen estar dirigidos a un solo lugar: Estados Unidos, país que aunque sirvió como garante de los precitados acuerdos de paz, en tres décadas no ha hecho nada concreto para frenar el expansionismo israelí sobre el territorio palestino y tampoco para frenar política, diplomática o militarmente a Israel, que actúa a sus anchas como un Estado forajido.  

En medio de esta escalada de tensiones, misiles israelíes cayeron nuevamente sobre Siria, como respuesta a un supuesto ataque perpetrado contra los Altos del Golán, territorio sirio bajo ocupación israelí.  

Informes de Tel Aviv destacaron que no fue necesario desplegar la defensa aérea, pues los proyectiles no causaron muertos ni heridos y fueron interceptados por aviones no tripulados.

Semanas atrás, el ejército israelí bombardeó zonas de sirias con un pretexto semejante y el evento solo fue reseñado por algunas cadenas del mundo árabe y persa, así como por medios rusos y chinos. “En los medios occidentales no se dijo nada de nada”, comentó el moderador. 

Revuelta popular 

Todo esto podría parecer «más de lo mismo», a no ser que mientras Israel levanta el hacha de la guerra, el gobierno ultraconservador liderado por Benjamín Netanyahu vive sus horas más oscuras, tras enfrentar más de dos meses de multitudinarias manifestaciones contra una reforma que aumentaría la influencia del Ejecutivo sobre el sistema judicial.  

Medios y analistas de los más variados signos políticos –con independencia de su respaldo a Israel– han asegurado que esta revuelta popular es la peor que ha tenido que enfrentar el Estado israelí en sus 75 años de existencia.  

Al mismo tiempo han aseverado que este malestar incesante –la reforma fue puesta en el congelador por un mes– parece estar dando cuenta de algo mucho más profundo, que ha derivado en una creciente polarización con posibilidades de convertirse en una guerra civil.  

El meollo parece ser que casi inadvertidamente se quebraron fundamentos liberales que han soportado la democracia israelí para darle paso a las demandas de grupos religiosos ultraortodoxos, con el subsecuente abandono de la laicidad y la proscripción de prácticas consideradas pecaminosas bajo el estamento religioso. 

“¿Es Israel una democracia o es una teocracia fundamentada en posiciones religiosas extremas?”, se preguntó Pérez Pirela. 

Así, el ascenso al poder de representantes de grupos religiosos ultraconservadores a través de la coalición que lidera Netanyahu y la imposición de sus agendas, pondría en peligro ya no solo la pretendida independencia del Poder Judicial, sino un conjunto de conquistas sociales que los israelíes no ortodoxos estiman irrenunciables.  

Nos parece que vale la pena preguntarse qué gana Netanyahu –además de un respaldo político circunstancial para formar gobierno, algo que resulta cada vez más difícil en Israel– al embarcarse en una reforma tan cuestionada y ampliamente rechazada.  

Del mismo modo, la persistencia y virulencia de las manifestaciones también nos hace pensar que, sin restarle legitimidad de origen, han estado alentadas por factores internos opuestos a la actual administración israelí.  

En ese marco cobra sentido lo que se indica en algunos de los recientemente filtrados documentos secretos del Pentágono, según los cuales el Instituto de Inteligencia y Operaciones Especiales (Mossad), habría sido esa fuerza interna que alentaba la oposición contra Netanyahu. 

Como cabía esperar, el organismo negó toda implicación en el asunto, pero su cruento historial de injerencias, ejecuciones de personalidades de alto nivel de países enemigos y la comisión de otros numerosos crímenes, le da algún crédito al sobrevenido despacho estadounidense filtrado en las redes sociales.  

En todo caso, la crisis interna israelí no ha pasado inadvertida para sus adversarios regionales, especialmente de Irán y Siria, que han visto en la última escalada una demostración de su debilidad.  

Se desmorona influencia de EEUU 

Desde Teherán, el presidente iraní, Ebrahim Raisi, aseguró que la más reciente ofensiva israelí contra Palestina y otros países demuestran la decadencia del proyecto de Tel Aviv, tesis que fue secundada por su homólogo sirio, Bashar el Ásad.  

El mandatario de Irán también alzó la voz contra las incursiones israelíes en Siria y se manifestó a favor del respeto a la integridad territorial de todos los países.

Los dos líderes subrayaron que Israel puede perpetrar sus ataques impunemente por el respaldo estadounidense y el silencio de la comunidad internacional, si bien advirtieron que esta situación está cambiando, porque el así llamado mundo unipolar se está desmoronando.  

Acaso puede resultar exagerado y hasta aventurado plegarse acríticamente a las posiciones de Siria e Irán, porque han sido dos de los blancos privilegiados de Washington e Israel en el Medio Oriente durante décadas, pero en algo parecen tener razón: el escenario internacional está cambiando y la influencia de Estados Unidos se está reduciendo.  

El extenso inventario de acontecimientos acaecidos durante las últimas semanas en esa región del mundo, deja claro que no son deseos ni discursos sino hechos.  

En este sentido hay que añadir que Catar y Baréin reanudaron sus relaciones diplomáticas por intermediación de Arabia Saudita.  

Las partes manifestaron su interés en desarrollar las relaciones bilaterales y fomentar la integración dentro del Consejo de Cooperación para los Estados Árabes del Golfo, sobre la base del respeto de los principios de igualdad entre los Estados, soberanía e independencia nacional, integridad territorial y buena vecindad. 

En 2017, Arabia Saudita, Egipto, Emiratos Árabes Unidos y Baréin rompieron con Doha, alegando que esa nación socavaba la seguridad regional al financiar grupos fundamentalistas como Al-Qaeda y el Estado Islámico, una especie rechazada con vehemencia por las autoridades cataríes.  

Así las cosas, el fragmentado «mundo árabe» –que incluye a Irán–, parece estar viviendo una nueva etapa de aproximaciones y recomposición de lazos diplomáticos y comerciales, particularmente en Medio Oriente, lo que podría aportar estabilidad y paz a la región, así como privilegiar el comercio interregional.  

No obstante, algunos países como Irak, Siria, Yemen o Palestina han padecido lo peor de las guerras en data reciente y están lejos de poder incorporarse favorablemente a una dinámica comercial altamente competitiva, pues aún deben poner fin a los conflictos armados, reconstruir sus golpeadas infraestructuras y atender las necesidades de su población.  

“En este escenario, las potencias regionales como Arabia Saudita o Irán, además de China y Rusia, cuyo papel se ha acrecentado en la última década, podrían ser el punto de apoyo para que esa zona del mundo logre superar su dependencia de Occidente y emerja en el escenario internacional como un bloque de alta relevancia, no solo por sus indudables riquezas energéticas, sino por su unidad política en torno a temas comunes. Veremos”, expresó Pérez Pirela. 

(LaIguana.TV)