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Una pareja residente en Cúa, padres de familia, se dispone a ir este pasado sábado 5 de septiembre a hacer las compras de los próximos 15 días al Gran Abasto Bicentenario de Charallave o mejor conocido como el “Bicentenario de Los Valles”.

 

Son las cuatro y media de la madrugada, una hora inusual para ser fin de semana comenta Andrés (nombre ficticio para este trabajo), tomando en cuenta que es la hora habitual de levantarse de la cama los días de semana ya que junto a su esposa Ana (nombre ficticio para este trabajo) labora en Caracas y debe trasladarse muy temprano hasta la ciudad capital todos los días.

 

La pareja se asea, toma café y sale a la 5 y 15 de su residencia, solo 20 minutos le toma llegar al sector Pitahaya de Charallave, donde se encuentra el local estatal, una gran estructura inaugurada por el presidente Nicolás Maduro y el hoy candidato a la Asamblea Nacional, Elías Jaua, entonces presidente de CorpoMiranda el pasado 7 de marzo.

 

“El Gran Abasto Bicentenario de los Valles del Tuy cuenta con una infraestructura de 7 mil metros cuadrados de construcción, y estima atender un promedio de 180 mil personas al mes. Cuenta con 28 cajas registradoras con igual número de captahuellas, dispositivos destinados a combatir la reventa de productos básicos”, reseñó con motivo a su apertura en su momento.

 

Ana y Andrés creen que llegar antes de las 6 de la mañana les garantiza poder entrar entre los primeros compradores, sin embargo, nada más lejos de la realidad, ya que la fila para entrar al establecimiento ya se encuentra  justo debajo del paso del tren, (Calle principal Paso Real).

 

Con resignación preguntan quién es el último y allí se colocan sin saber cuánto tiempo les tomará entrar. De inmediato Ana indaga con sus vecinos de fila que “los guardias abren las puertas del estacionamiento a las 7 de la mañana aproximadamente”, y como es primera vez que va averigua cómo es la dinámica en general.

 

Ya a esa hora, 5:45 am hay personas que ofrecen café negro o con leche, empanadas, pastelitos y hallaquitas de chicharrón. Dos jóvenes con casco de motorizado comienzan a recorrer la larga fila ofreciendo “avena calientica” que llevan entre los dos en un termo rojo. También aparece un hombre delgado, de tez tostada ofreciendo pasatiempos y bolígrafos, y un vendedor de periódicos también llega en su moto.

 

Allí estacionados permanecen las personas esperando la tan ansiada hora de entrar al estacionamiento, unos traen sillas playeras para estar más cómodos otros sencillamente se sientan en la acera o permanecen de pie, sin distinción hombres, mujeres, adultos de la tercera edad, embarazadas, niños. A las 7 y 05 comienza el movimiento, lo que significa que los portones fueron finalmente abiertos y entrarán al estacionamiento.

 

Ana ha entablado conversación con Gisela, una joven madre al igual que ella de dos niños que se desempeña como auxiliar de laboratorio en el Hospital General de los Valles del Tuy, ubicado en Ocumare. Gisela es alegre y distendida les explica a Ana y a otra señora que va con su esposo, ambos de la tercera edad, que sí lograrán hacerse de productos de la cesta básica aún estando tan distante del inicio de la fila. Ella es asidua visitante del Bicentenario, cuenta que su hogar está compuesto por su madre, hermano, esposo y sus dos hijos, los cuatro adultos trabajan y contribuyen con la economía doméstica, “en mi casa todos aportamos nuestros tickes para la comida, pero aun así a veces nos vemos apretados”. Gisela espera a su mamá para que se incorpore a la fila y poder comprar juntas más tarde ya que su madre trabaja de camarera en el mismo hospital y cumple turno nocturno. Explica que su mamá saldrá del centro asistencial e irá a la casa a preparar el desayuno para las dos y se unirá a ella para hacer la compra. Gisela espera conseguir esta vez harina de maíz precocida especialmente porque ya no tienen para las arepas.

 

Un poco antes de las 8 de la mañana hora de apertura del Gran Abasto ya están en el estacionamiento, aparecen varios guardias nacionales y varias mujeres de franela negra, de ese grupo una es identificada como la que “pone orden en la cola”. Se trata de una mujer de baja estatura, con cabello rizado que hace exactamente lo que han comentado en la cola, pone orden para el ingreso. A las 8 y 10 comienza a entrar el primer grupo, unos 100 aproximadamente.

 

Ana y Andrés aún deben esperar para que llegue su turno, mientras tanto comienzan a aparecer los vendedores de agua fría, chupis y helados, café y cigarrillos, el sol arrecia y comienzan aparecer los paraguas que detendrán los rayos solares sobre las cabezas.

 

El ingreso se hace expedito y finalmente a las 9 y 40 entran al local, previa revisión de la cédula de identidad por dos funcionarios del SAIME. Adentro ya se encuentran con un local limpio y de grandes dimensiones, pero también con el bullicio de las filas para pagar algo confusas. Ana comienza de inmediato la búsqueda de los productos, comienza recibiendo 2 kilos de pasta regulada que entregan en un pasillo que ha sido cerrado para este fin, su esposo recibe dos igual.

 

Buscan una ubicación para pagar y así ganar tiempo, Ana recorre los pasillos atiborrados de personas con carritos y ubica de inmediato, leche líquida, arroz, aceite de soya, leche en polvo, huevos (medio cartón) y unas latas de palmito boliviano que ocupan unos cuatro anaqueles completos, se trata de una “ganga por 102 bolívares de un producto que en la calle cuesta hasta 6 veces este precio”, expresa.

 

Lleva todo al carrito en doble cantidad a lo permitido por persona ya que ambos pueden comprar los sábados, de acuerdo al terminal del número de cédula. Ella 4 y él 0. Ana sigue en búsqueda infructuosa de detergente y azúcar, solo los primeros en entrar corrieron con “la suerte” de llevarlos, pronto se agotó.

 

En un repaso detenido por el establecimiento se pudo evidenciar que no contaba con los siguientes productos de la cesta básica: harina de maíz, azúcar, café, aceite vegetal (solo disponían de soya de marca Diana y Portumesa), margarina, pollo, carne. Tampoco estaba disponible: atún en lata, sardinas, mayonesa, salsa de tomate, tampoco granos de ningún tipo, ni harina de trigo.

 

En el área de productos de aseo personal no contaban más que con afeitadoras y desodorante de hombre de barra. No disponían de jabón de tocador, ni champú, ni pasta dental, tampoco toallas sanitarias, ni papel tualé. Tampoco lavaplatos, desinfectante o cloro, para el aseo del hogar.

 

Finalmente a las 12:26 del mediodía Ana y Andrés han cancelado y salen con sus compras, que incluyó varios productos de charcutería que consideran puede adquirirse a mejor precio que en comercios privados.

 

Luego de casi 7 horas llevan en sus bolsas leche líquida descremada importada de Nicaragua, palmitos importados de Bolivia, leche en polvo, arroz, pasta larga, mezcla para cachapas PAN, aceite de soya, vinagre, chuletas ahumadas, salchichas y jamón de pollo.

 

Aunque representa una economía considerable para el presupuesto familiar lamentan que luego de 7 horas solo pudieron adquirir 4 productos regulados.

 

Cabe destacar que el pasado 7 de junio el ministro para la Alimentación, Carlo Osorio, aseguró en el programa José Vicente Hoy que el abastecimiento de alimentos estaría “normalizado” en dos meses. “Nosotros esperamos que en corto tiempo, uno o dos meses más, nosotros debemos tener estabilizado en su totalidad lo que son los productos de primera necesidad, que es nuestro primer esfuerzo”, dijo en esa oportunidad.

 

Agregó además respecto a la colas que “en esas colas hemos conseguido tres tipos de personas; una, la que va a comprar para revender; dos, un grupo de personas que van a comprar por el nerviosismo; y hay otro grupo de personas que va a comprar porque realmente lo necesita». Comprobamos a través de Ana que al menos sus vecinos en la cola necesitaban comprar alimentos para sus familias. 

 

(LaIguana.TV)

 

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