En Venezuela existen empresas que funcionan enteramente gestionadas por las comunidades organizadas. Una de ellas se ocupa del abastecimiento de gas en una barriada popular del sur de Caracas. Sputnik fue a conocer esta experiencia que retrata una de las apuestas centrales del chavismo.

«¿Quiénes están dispuestos a enfrentarse a Trump?». Todos en la sala levantan la mano. César Negrín, vocero de la empresa de propiedad social directa de gas Antímano (EPS), hace la pregunta en medio de la asamblea para debatir el funcionamiento de la EPS. Une las partes: la pelea por el gas, con los precios, la situación de guerra, y el presidente estadounidense.

Se trata de la asamblea de cada miércoles, donde se encuentran reunidos quienes hacen parte de la EPS junto con voceros y voceras de los 106 consejos comunales a los cuales presta servicio de gas la empresa. Cada consejo comunal es un espacio organizado dentro del barrio donde viven, en promedio, cerca de 350 familias.

 

Del total de los 106 consejos comunales, unos 80 tienen participación activa cada miércoles en la dinámica de organización de la EPS. Es el espacio central para el buen funcionamiento: «lo primero es lo organizativo, luego vamos a la batalla, nos volvemos a reunir para ver qué salió bien y qué salió mal», explica Negrín.

 

La batalla son en realidad muchas: recoger las bombonas de gas, llenarlas, distribuirlas cerro arriba, donde se encuentran los consejos comunales a los cuales abastece la EPS. Arriba es realmente alto, las barriadas caraqueñas trepan en calles empinadas, y aquí, en Carapita, desde lo más alto se puede ver todo el barrio, el centro de la urbe y finalmente el cerro del Ávila, que separa la ciudad del mar Caribe.

 

«Debemos tener sentido de pertenencia colectiva de los medios de producción, los camiones de la empresa son de todos los consejos comunales», continúa Negrín. La fórmula ha dado resultado.

 

El nacimiento

 

«Nos reunimos varios líderes de la comunidad, los que estamos aquí dando la lucha, buscando ideas y tratando de sacar esto adelante, para darle forma a una empresa que queríamos montar». Así comenzó el proyecto de la EPS, cuenta Sonia Fernández, que forma parte de la empresa.

Comenzaron a organizarse entre varios consejos comunales en febrero del 2014, primero para lo más urgente de ese momento, que era fiscalizar precios y comercios. Luego surgió la idea de construir una empresa de propiedad social entre todos.

 

La decisión de que fuera de gas se debió, además de las necesidades concretas de la comunidad de resolver esa demanda, a una política del gobierno que planteó transferir esa competencia a las comunidades organizadas. Las empresas de gas comunal fueron entonces parte de un diseño nacional de la revolución bolivariana.

 

Pasaron dos años entre el nacimiento de la propuesta de una EPS de los consejos comunales de Carapita y su realización. «Nosotros teníamos la voluntad y la fe de hacer esto, pero el Estado era el que tenía para comprar los camiones», dice Sonia.

 

Finalmente, el 28 de noviembre del 2016 se inauguró la EPS directa gas Antímano. Fue dotada de tres camiones, con capacidad para cargar 230 bombonas de gas cada uno. Dotaron de una estructura organizativa a la empresa, con comités de planificación, movilización, administración, comunicación, contraloría, e instalaron los días miércoles por la mañana como día de asamblea conjunta entre la EPS y los consejos comunales.

 

«La empresa de propiedad social directa funciona siempre y cuando exista la guía de la organización popular, de la participación, sino no sería dirigida por el pueblo, con sus sugerencias y necesidades, Las comunidades conocen las problemáticas, hacen las propuestas, y dan respuestas a sus propias necesidades», explica Negrín.

 

¿Una empresa de propiedad social directa?

 

El camión tiene centenares de bombonas apiladas y trepa por el cerro donde pasan motos, conversan vecinos y el sol del mediodía cae con una verticalidad que encandila. Se detiene frente a un portón donde va a descargar las bombonas llenas. Los vecinos esperan para retirarlas.

 

 

El sistema es el siguiente: en la asamblea de los miércoles establecen el cronograma de distribución, una vez que el orden de las rutas de los camiones queda acordado, los voceros de cada consejo comunal deben avisar a su comunidad del día en que deben traer las bombonas vacías. El siguiente paso es la recolección el camión de la EPS que las lleva a la planta de llenado de gas del Estado, y luego las regresa al consejo comunal.

 

Todo es enteramente gestionado por la EPS y los consejos comunales. Por eso tiene el nombre de «directa».

 

«No vendemos gas, prestamos un servicio», insiste Negrín en reiteradas oportunidades durante la asamblea. El costo de llenado de las bombonas en la planta de llenado es simbólico, «prácticamente es gratis», explica Sonia.

Entonces piden una colaboración que llaman el aporte comunitario. «Ese aporte lo establecemos previo acuerdo con los consejos comunales a través de un sistema de costos: colocamos todos nuestros ingresos y egresos, a partir de allí se establece el precio, el monto que nos permita la operatividad y funcionamiento de la empresa».

De esta manera el precio de la bombona es económico y producto de un acuerdo colectivo. No se deja por fuera a quien no pueda pagarlo, no es una empresa para enriquecerse, subrayan. «Aquí nadie es jefe, somos un grupo con una visión y una misión que es brindar un servicio, si vienes con visión capitalista, que necesitas para celulares caros, no es la empresa adecuada», dice Sonia.

 

Depósito de bombonas de un consejo comunal que hace parte de la empresa de propiedad social directa comunal gas de Antímano, Caracas, Venezuela

 

La empresa de gas Antímano lleva las bombonas de manera gratuita a las casas de alimentación, a los colegios y los consultorios médicos que están en su radio de acción.

Batallar

 

«Es rudo» repite Sonia. El problema mayor está en las plantas de llenado, estatales: «se hace el llenado por cola, el que llega primero se mete, ahorita por la falta de gas por los camiones que no llegan, los buques que no dejan pasar, la situación guerra, se nos ha hecho rudo».

 

No cargar las bombonas significa un día perdido para la comunidad y para la empresa. Sonia agrega otro problema central: la corrupción, «en los llenaderos hay una lucha», dice.

 

La organización alcanzada les ha permitido enfrentar situaciones complejas: «la gente es comprometida y estamos clarito en la situación que estamos, hemos estado un mes o dos sin poder brindar servicios, pero como nos vemos aquí, hacemos asambleas, informamos, ellos tienen paciencia y creen en nuestra empresa».

 

La EPS de gas Antímano forma parte de la cotidianeidad de las comunidades, sus camiones subiendo y bajando con bombonas llenas o vacías son parte de lo que se acostumbra ver en los cerros de Carapita. Han ganado legitimidad, experiencia, y piensan construir otras empresas de propiedad social: una de empaquetamiento y distribución de alimentos, y otra de transporte.

El objetivo es dar respuesta a las necesidades de las comunidades desde la misma organización comunal. Esa ha sido una de las claves de la revolución bolivariana desde la hora cero, una de las fortalezas más poderosas del proceso. «¿Qué estará pensando Trump de nosotros? Echó a Bolton, ese loco no pudo con la estrategia venezolana», dice Negrín.

 

 

Por Marco Teruggi

(Sputnik)